El conductor de la Obra de Cajade

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El 6 de agosto pasado hubo un accidente de tránsito en 7 y 619. Por esquivar un pozo, una camioneta se cruzó de carril y chocó a la combi que todos los días distribuye pibas y pibes de Cajade por jardines, escuelas y casitas de día. Están todos bien pero el vehículo quedó inutilizado. En este parate obligado, La Pulseada charló con Julio Bernardello, chofer de la Obra hace once años, de sus recorridos diarios y de su recorrido de vida: del encierro del Hogar Servente a la libertad del Hogar del cura, donde además es educador. 

Por Carlos Sahade

El Hogar del padre Cajade está ubicado en las afueras de La Plata, en 643 entre 12 y 13. Allí viven unos 50 chicos que van a la escuela. En distintos turnos, hay que llevarlos a diferentes establecimientos, después ir a buscarlos y siempre estar atentos por si necesitan algo.

Entonces Julio va y viene, viene y va.

La Casade los Bebés, otro de los emprendimientos sociales dela Obra, está ubicada en 4 entre 601 y 602 y recibe a 60 chicos de hasta 5 años. Cerquita, en 6 y 602, estála Casade los Niños Madre del Pueblo, que atiende a casi un centenar de pibes y pibas de entre 5 y 13 años. Casi todos viven cerca, pero a muchos hay que ir a buscarlos y llevarlos a la escuela. También hay que acercar a las educadoras de esos emprendimientos sociales.

Julio va y viene, viene y va.

 “Arranco 7.30 con los chicos del Hogar que hay que llevar a la escuela. A 13 los llevo a la escuela de Arana y a uno a la de 137 y 88. Después vuelvo y a las 8.15 ya estoy enla Casade los Niños, y en ese trayecto levanté a 4 o 5 pibes más —enumera Julio—. Después sigo ala Casade los Bebés. A las 8.30 arranco con el primer recorrido de lo que es la guardería: me voy a los barrios, para 122 y en todo el recorrido, que me lleva entre 30 y 40 minutos, levanto como 18 o 19 pibes entre los que van ala Casade los Niños y a la de los Bebés. Entre los 9 y las 9.15 tienen que estar los chicos enla Casitapara desayunar”.

Es difícil entender bien el recorrido, pero Julio Bernardello hace 11 años que va y viene. Que viene y va.

Algunos días puede hacer una pausa a media mañana, pero no siempre, porque está “a disposición de lo que se necesite”, cuenta. Suele tener que ir a la imprenta dela Obra, a un supermercado mayorista a hacer compras, a busca pañales descartables…

“A las 11.15, 11.20 como tarde, sale la primera tanda de las casitas de día. Son los que van al jardín a la tarde. Pero a su vez voy levantando los que van a la escuela al mediodía… Paso por un jardín, levanto dos o tres nenes que van a la mañana y van ala Casitade los Bebés, reparto todos los chicos y vuelvo —describe Julio. Y continúa—: Eso lo hago en media hora, porque a las 12 tengo que estar acá en el Hogar, así que 11.50, 11.55, ya estoy enla Casitade los Bebés: levanto todos los que van al jardín, paso porla Casade los Niños, levanto el resto y vengo para acá. Me siento 20 minutos, media hora, para comer, porque ése es mi horario. Y a las 12.30 salgo de acá para el centro, para la escuela de 6 y 73, donde bajan 3 o 4, y después sigo para 8 y 67 (bajan 7 u 8); sigo para el jardín que está en 7 entre 62 y 63 (ahí baja el resto) y después sigo hasta el Normal 2, que es el final”.

Julio dice que “es el final”, pero es sólo el final de esa primera etapa, porque los tiene que ir a buscar a todos:

“Después vuelvo ala Casitade los Bebés, porque a las 2.30 ya arranco con los chicos de la tarde. La casita cierra a las 2.30, 2.45, y ya reparto todo y levanto a todas las personas que trabajan ahí y que vienen para acá, y las voy dejando. Al Hogar llego a las 3.15, a veces a las 3.30, porque a alguna mamá se le complica con el trabajo y no llega a las2.30 abuscar a su hijo ala Casade los Bebés y entonces por ahí son las 3 y estamos en la casita esperando que llegue alguna madre a retirar a su hijo. Después duermo una siesta y 4.30 arranco otra vez para ir a buscar a los chicos a la escuela”.

Y otra vez Julio va y viene, viene y va, pero en sentido opuesto.

La camioneta y el buen camino

“Vivo más en la camioneta que en mi casa”, reconoce el chofer en la tranquilidad obligada de una tarde de agosto, pocos días después del accidente que sufrió en 7 y 619 y dejó inutilizada la camioneta, la tan ansiada camioneta que llegó ala Obradespués de la muerte de Carlitos Cajade y se convirtió en una herramienta vital.

En octubre del año pasado (La Pulseada 94), Isabel Benítez, la coordinadora dela Casa de los Bebés, nos decía que algunos de los proyectos del Cura “recién hoy se están haciendo, como la camioneta. Primero anduvimos con una combi que nos había donado UDEC… los letreros los sacamos con cuchillo porque parecía una ambulancia, e iban como 50 personas apretujadas. La idea de siempre fue tener una camioneta grande y recién apareció cuando él falleció”.

Julio Bernardello mira la camioneta que “descansa” al costado de su casa y recuerda que la empezó a manejar de0 km., hace 6 años.

—¿Cómo hacen ahora sin la camioneta?

—Es complicado. La camioneta la utilizaba más la gente de afuera, porque es la que más la necesita. Los que viven cerca de las casas de los Niños y de los Bebés van caminando, pero los chicos que viven más lejos y no tienen un mango para un remís son los que más lo necesitan y ahora por no tener movilidad no están yendo para tener al menos un plato de comida.

Julio trabaja mucho y habla poco. Sentado en un banco de madera, deja que el sol tibio de invierno le acaricie la cara y larga pitadas nerviosas mientras reconstruye sus comienzos en el predio de 643: “Me crié acá desde los 12 años. El cura me sacó. Yo estaba en el Servente, un instituto de menores donde ahora está el Conservatorio de Música, debajo del distribuidor. Estuve ahí con mi hermana, pero poco tiempo, dos o tres meses. Y el cura, como era capellán del Instituto, iba a bautizar a los chicos, a dar misa. Un día me preguntó si quería ir a vivir con él. Tenía 12 años y le dije: ‘No sé, tengo que ver si el lugar es más cerrado que acá. No sé’. ‘Bueno, un día te vengo a buscar’, me contestó. Y un día me fue a buscar, me trajo a pasar el día acá. Había animales, caballos, campo, lugar para correr, para hacer de todo. A la tarde me llevó de nuevo al instituto y me dijo que lo pensara y al otro día cuando me fue a ver ya tenía todos los bolsos hechos, ya tenía todo. De ahí me vine para acá cuando había tres casas… No había nada, era todo campo y todos los animales estaban de este lado —señala—. Me vine con 12 años y hoy tengo 35 años y sigo estando”.

Julio dice que no se acuerda mucho de lo que vivió en el Instituto, tal vez porque “los momentos feos pasan rápido —asegura—, mientras que los momentos lindos no, te los guardás”.

—¿Qué encontraste acá en el Hogar?

—Muchas cosas. Encontré libertad, que por ahí es lo que uno más necesita. Encontré compañerismo, que te apoyan… A veces uno necesita que le estén encima para guiarlo porque cuando uno es pibe te pasa un porro por al lado y te dicen: ¡¿Eh, querés fumar?! Y si no tenés alguien atrás que te esté diciendo que eso es malo y que hay que ir por acá… Bueno, eso encontré. Si no hubiera estado acá, no sé qué sería hoy en día… Estaría preso o capaz que me hubieran matado, porque es lo que hoy en día se vive porque no hay mucha gente que se dedique a lo que nos dedicamos nosotros.

 

Julio ahora es educador de una de las casas que hay en el Hogar de Cajade. “Vivo con mi señora (Miriam), que tiene dos nenas, y después tengo cinco chicos más a cargo”, cuenta.

—¿Cómo hacés para transmitirles esos valores a los chicos que viven con vos?

—La idea es hablarles y mostrarles qué es lo que les pasa y por qué están ahí. Yo les digo que lo que está alrededor no es mío ni de mi señora ni de nadie. Tampoco de ellos. Y entonces tienen que cuidarlo y aprovecharlo porque esto no es para toda la vida. No van a estar toda la vida acá. Pueden estar hasta los 18 o 19 pero después ellos tienen que rehacer su vida, tienen que formar su familia y el día de mañana tienen que enseñar a sus hijos lo que nosotros les enseñamos. Por eso les decimos que tienen que elegir el buen camino. Yo he tenido un montón de oportunidades: me han dado porros en la mano: “Vení, fumá, probá”. No, gracias. Y te dicen: “Eh, sos un boludo”. ¡¡¡Sí, soy diez veces boludo pero estoy bien!!! Podés quedar como un boludo pero esto el día de mañana se lo vas a enseñar a tu hijo y te va a salvar porque una vez que vos entrás, si no tenés alguien que te acompañe o que esté atrás y que te esté diciendo qué hay que hacer y en qué hay que tener cuidado, es difícil salir. Yo a los pibes trato de enseñarles lo que aprendí.

—¿Y quiénes fueron los que te enseñaron a vos?

—La persona que soy se lo debo todo al Cura y estoy re agradecido… A él y a todos los educadores por los que pasé: Carloncho y Patricia, Lucía, Daniel y Matute, por el Chino, por un montón… De todos aprendí algo. He aprendido a trabajar y me gusta que las cosas sean prolijas. Eso se lo debo por ahí al Viejo Pepe. He laburado en un kiosco, en el Mercado, en la imprenta, en una empresa de limpieza… He hecho de todo.

 

La copiloto

Desde hace un tiempo, Julio va y viene por todos lados con una “celadora”. Es Estela Cantero, la hermana de Lidia, una de las históricas del Hogar. “Mientras yo manejo ella cuida que los chicos vayan sentados, que no se peleen, que no saquen los brazos por las ventanillas, que no rompan nada… —cuenta el conductor—. Antes lo hacía solo y se me complicaba porque tenía que prestar atención a lo que hacía y cuidar a los chicos. Ahora Estela me da una mano bárbara y yo me dedico a manejar”.

 

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