Temporada de abandono

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Estancados en una crisis de años, los trabajadores del Teatro Argentino salieron a reclamar por el estado del edificio y la cancelación de producciones. La Pulseada recorrió la mole de 9 pisos y comprobó la falta de calefacción y filtraciones de agua que dañan los vestuarios, escenografías y el patrimonio. Con la Sala Ginastera cerrada el personal artístico y técnico busca soluciones desde una Asamblea Intercuerpos

Por María Soledad Vampa y Francisco Martínez
Fotos: Gabriela Hernández

Los costosos vestuarios se llenan de humedad por las filtraciones del edificio

En julio el ballet del Teatro Argentino estrenaba el primer programa del año después de 10 meses sin actividad. Media hora antes del espectáculo se le avisó al público que la función quedaba suspendida. ¿Qué había pasado? El cuerpo de baile salió a dar explicaciones y luego contaron en un comunicado que ya hacía años que carecían de las condiciones mínimas para llevar sus rutinas de ensayos y llegar a hacer las funciones. Uno de los problemas centrales, la calefacción, había sido solucionado hacía menos de un mes. Se había arreglado un sector de la caldera y paliado el resto con el alquiler de aparatos eléctricos para calefaccionar la sala de ensayos y la Sala Piazzolla donde se realizaría la función, pero una medida decidida en el área de termomecánica implicó que la caldera se apagara y en unas horas los camarines y pasillos volvieran a ser un freezer.

Es septiembre y el cuerpo de ballet, junto a otros equipos artísticos del Teatro y a técnicos y personal de talleres, ya realizaron dos funciones de protesta en las puertas del edificio, afuera al menos calienta el sol. De seguir así será el único mes con actividad en un año para el ballet, que desde octubre de 2018 –cuando se presentaron en el Coliseo de Buenos Aires– no baila más que en sus ensayos. En los buenos tiempos, durante una temporada aspiraban a presentar 4 programas, un total de 24 funciones al año.

La Siberia

Pese al arreglo parcial de la caldera, todo el Teatro sigue teniendo problemas de calefacción. En los subsuelos el frío nunca se va. Así lo comprobó esta revista en una recorrida por casi todos los pisos.

Todo se inició en 2017, cuando los operarios de la caldera dejaron de calentar agua porque perdía gas, según cuenta Sebastián, uno de los foguistas, a La Pulseada. “Esto en invierno es Siberia”, dice desde su sector, el último de los cuatro pisos subterráneos de la mole de cemento ubicada en la manzana de 9 a 10 y 51 a 53. El edificio tiene 9 plantas y en las que están bajo la superficie casi nunca da el sol, salvo por el enorme tragaluz que no alcanza a calentar esa estructura de estilo brutalista. Ahí se ubican los talleres de escultura, herrería, carpintería y utilería, en los que trabajan unas 60 personas, y el área de termomecánica donde está la caldera. La temperatura no sube tampoco en el piso anterior donde trabajan los equipos de sastrería, ropería, zapatería, peluquería y maquillaje, y lavandería y tintorería entre los charcos que se generan por las filtraciones en los techos.

Julio Ricciardi, delegado de ATE: “Hay 9 personas para limpieza y se hacen pliegos con una empresa tercerizada por millones de pesos para cubrir unos meses”.

Sobre la suspensión de funciones del ballet, Sebastián recuerda: “Hacía rato que estábamos con retención de tareas, y ese día la caldera se apagó porque era un peligro funcionando, no por la medida”. El técnico cuenta que el service del equipo tardó dos años en llegar y recién lo hizo a fin de preparar el Teatro para el lanzamiento de la reelección de la gobernadora María Eugenia Vidal, el último 9 de julio. Finalmente Vidal optó por el flamante Hotel Grand Brizzo, justo enfrente del teatro, y el arreglo que había comenzado quedó a la mitad. Fue ahí que los operadores decidieron no encender la caldera por el peligro que eso implicaba. “Sin contar con que acá no sabemos qué hay y qué no hay respecto de la red de incendios. Vemos matafuegos vencidos, nunca nos informaron sobre un protocolo de evacuación, no hay luces de emergencia. Si pasa algo este lugar es una trampa”, suma Julio Ricciardi, trabajador del taller de escultura y delegado de ATE. Un rato antes, La Pulseada comprobó que las mangueras de incendio están en desuso y que no existen las medidas ante una
emergencia para abandonar de forma segura el teatro, construido en el mismo sitio en el que ardió la anterior estructura neoclásica, en 1977.

La caldera iba a ser reparada para el acto de lanzamiento de la reelección de María Eugenia Vidal, pero la Gobernadora eligió un hotel 5 estrellas y todo se canceló

Los y las trabajadoras del edificio gestionado por Martín Bauer coinciden en que los equipos de calefacción eléctricos fueron medidas inmediatas, caras, y que no alcanzan para corregir un abandono de años. “Estuvimos yendo a trabajar con frío, pusieron unos calefactores gigantes pero con el ruido que hacen se complica bastante el ensayo, hay que prenderlo antes, empezás calentito y después te enfrías”, cuenta María Inés Franco, mezzosoprano del Coro del Teatro Argentino. María Fernández, auxiliar de Artística, agrega: “Se calefacciona la sala de ensayos y la Piazzolla pero los pasillos y camarines siguen congelados, entonces tampoco pueden salir a escena así”. Para los músicos esto también trae problemas: los instrumentos se rompen por los cambios de temperatura, nadie cubre los seguros y se ven obligados a dejarlos en la sala todo el tiempo.

La Intercuerpos

El principal problema de los trabajadores para organizarse es el inmenso espacio físico del Teatro. Dentro del gran complejo proyectado durante la dictadura militar cada uno entra a su rutina y no tiene conexión con el resto. “Se llegó a la suspensión del ballet en un marco de conflicto pero en el que cada equipo de trabajo andaba por separado, acá cada parte es un mundo”, dice Julio y coincide María, cuyo trabajo, que consiste en preparar todo lo concerniente a los ensayos y puesta en escena, es una de las pocas conexiones entre los talleres y los cuerpos artísticos. “Nos tenían a cada uno en su cueva –define Sebastián– y tuvimos que generar un espacio intercuerpos”.

Julio cuenta que “la asamblea funciona desde hace mucho tiempo pero más sectorizada y salimos a buscar que cada parte pueda enviar aunque sea a un representante”. Este es el espacio que hoy los reúne pero al que todavía no asisten algunos sectores. Están buscando sumar, por ejemplo, a quienes gestionan y hacen el mantenimiento de los montacargas y a los administrativos. “Habíamos armado todo un escenario para subir el día de la función de protesta y nos dijeron que el único montacargas que estaba en uso ya no funciona tampoco”, agrega el delegado.

Desde octubre de 2018, el ballet sólo baila en sus sus ensayos. En los buenos tiempos, aspiraban a  tener 24 funciones al año

“Hay miedo y mucha reticencia a darle legitimidad a la comisión intercuerpos”, evalúa María. Dicen que desde la dirección del Teatro y el Ministerio de Infraestructura no los quieren recibir. Recién después de la función de protesta el director accedió a reunirse para hablar del área de servicios, otro de los ejes del reclamo que pide el arreglo de los baños que se tapan e inundan y la limpieza e higiene del edificio en general.

Julio denuncia que en el área de servicios y mantenimiento quedan sólo 9 personas para los 9 pisos y 60.000 metros cuadrados donde trabajan casi mil. “Eso se mantiene así mientras se hacen pliegos con una empresa tercerizada por millones de pesos para cubrir unos meses”. Desde La Pulseada tampoco se logró al cierre de esta nota concretar una charla con el Director del Teatro.

Dos de las bailarinas del cuerpo de ballet, Adriana Mariazzi y Carol Queiros, tuvieron su última presentación antes de jubilarse en el escenario montado en los jardines del teatro

A los problemas edilicios, que se fueron agravando año a año a fuerza de desidia y abandono, se le  suman las cuestiones que Julio llama “estructurales” y que se generan porque jamás se reglamentó la Ley 12.268 que comprende las actividades artísticas y definiría, por ejemplo, la carrera administrativa en la dependencia. “La gente se jubila y se pierden los cargos, las confirmaciones para planta  permanente tardan años y los decretos de emergencia administrativa impiden el ingreso de nuevo personal para cubrir los puestos que se van perdiendo”, enumera. María es una de las trabajadoras que está en esa precaria situación, en planta temporaria desde hace 10 años, sin poder concursar su cargo en caso de que se abra esa posibilidad y sin movilidad en la estructura administrativa.

Cada espacio se ve afectado en su especificidad, en el caso del ballet quedan unos 60 bailarines –por jubilaciones sin reemplazos– y ya hay producciones que no pueden realizar, por ejemplo, El Lago de los Cisnes cuenta Paula Bunelli, una de las bailarinas. “Tenés que salir a contratar gente, pero ya ni siquiera quieren venir porque saben que después pasan estas cosas, que se trabaja mal, que se suspenden funciones, que no saben cuándo se cobra”. En el Coro, en tanto, hay poco más de 60 cantantes cuando la planta estable debe ser de 90. “No hay concursos de estabilidad”, dice María Inés.

Sin obras en Provincia

Los y las trabajadoras vivieron la suspensión del acto del 9 de julio como otro desplante del Ejecutivo. El primero fue la desilusión de que nunca se concretaran las obras de remodelación del Teatro  Argentino y del Anfiteatro Martín Fierro, que suponían una inversión de $590 millones de pesos y abarcaban la impermeabilización del edificio, la puesta en valor de la fachada y la reforma de la sala Ginastera, pomposamente anunciadas por Vidal al comienzo de su mandato, en marzo de 2016. “Anunciar estas dos obras es un mensaje: que la cultura es inversión, no es gasto; que nos importa. También es un mensaje de trabajo, porque cuando la obra esté terminada, va a dar trabajo a mucha gente”, había dicho entonces la Gobernadora. Se prometió en ese momento la puesta en valor del sistema de detección de incendios, la impermeabilización de cubiertas y terrazas, el embellecimiento y puesta en valor de fachadas y plazas del Teatro, y la modernización y puesta en valor de la maquinaria escénica de la Sala Lírica, todas obras de entre 6 y 18 meses de duración.

En el final de su mandato, Vidal no sólo no terminó las obras, sino que el estado de abandono repercutió en la cancelación de las temporadas. Hace un año que en el Teatro no hay función, y no está disponible la Sala Ginastera. Ahí se cambiaron todas las butacas a un costo altísimo (39 millones de pesos, unos 26.815 por cada asiento, vendiendo las que ya estaban a un teatro marplatense) pero el escenario no pudo ser remodelado. “Cambiaron las butacas y nada de la parte esceno-técnica, el telón no cierra, el escenario está desnivelado, necesitamos que nos digan a dónde fue a parar la plata”, comenta Sebastián, un músico.

Paula agrega: “La gestión ni siquiera se molestó en buscar un lugar  alternativo para poder presentarnos, esto no pasó ni cuando el Teatro se incendió, que se hacían funciones en otros espacios. Con la cantidad de teatros que hay en la Provincia, teniendo el Coliseo acá cerca. Cuando se hicieron las remodelaciones en el Colón el ballet no dejó de hacer funciones”.

La artista explica que “el ballet ensaya igual, para no perder calidad, porque necesitamos estar en constante actividad y así es como que se trabaja para nada. Se supone que somos un teatro de producción, acá existe la gente y la capacitación para hacer una gran obra y no se está haciendo nada. Es un derecho de los bonaerenses el acceso a la cultura”. Pero esa inversión nunca llega. Desde el Coro, María Inés aporta que para hacer Cavalleria Rusticana se busca hacerla sólo en el proscenio, la parte delantera del escenario e intentar meter a todos los músicos en ese espacio.

Pasar el rato

Las goteras en el techo de los baños ya hicieron un agujero que inunda el piso constantemente

Mientras el ballet ensaya para no perder estado atlético y los músicos intentan que sus instrumentos no se estropeen, en otros sectores se sostiene el trabajo inventándose rutinas, manteniendo el patrimonio, o haciendo tareas que no son propias, como cuenta Mari Castagno, de Sastrería. Ella
es una trabajadora que ya va al menos 15 años de trabajo viendo cómo lo que había se viene abajo. “Aunque el edificio no se había terminado, esto antes estaba perfecto”, dice, mirando cómo las  filtraciones del techo terminan en charcos en medio de su espacio de trabajo, o bajo los percheros con
costoso vestuario de diversas obras. “Siempre hay un dobladillo para hacer, un botón que reforzar, pero son cosas que te tenés que buscar, de mantenimiento del patrimonio, porque sino pasas las horas sin nada para hacer”, acota.

Sebastián, el músico, sentencia: “En países del primer mundo la cultura es una inversión, acá es el  primer lugar donde meten la mano para la caja política. Primero Duhalde, después Scioli y ahora Vidal, todos. Se desvían los fondos para la caja negra de la política”.

 

 


“No hay una gestión cultural”

María Inés Franco lleva en el coro del Teatro Argentino desde 1988. Entró como refuerzo en octubre de ese año y después de una década logró un puesto estable.

“La temporada ha sido paupérrima para nosotros. Más allá de que no hay una gestión cultural de la Provincia, se ve que no les interesa  demasiado, el director del Teatro con el poco o mucho presupuesto que hay, se lo gasta en hacer obras contemporáneas que salen muchísima plata. En una temporada en la que puede haber seis óperas, va a ser de dos. Porque él cumple sus caprichos de hacer unas obras contemporáneas, que pagan mucho en derechos”.

“No es que estamos en contra –acota la coreuta–, en otra coyuntura sería fantástico: una ópera tradicional, una argentina, y se completaba con otras tres. Pero la obra contemporánea, además, no lleva el público habitual del teatro. Y si es la única oferta que hacés en el año nos dejás sin público.
Si hay una estrategia de vaciamiento cultural, lo están haciendo”.

María Inés apuntó que “en otros momentos se iba al interior de la Provincia a hacer conciertos, pero ahora todo lo que hemos hecho fuera de nuestra sala fue en Capital. No se ocupan de buscar fechas, ni lugares, nosotros nos debemos al público de la Provincia”.


Los reclamos en detalle

Los trabajadores quieren que se rinda cuentas por la supuesta inversión de 590 millones de pesos  anunciada por la gobernadora María Eugenia Vidal en 2016. A esa falta de inversión, suman el reclamo por la escasez de mantenimiento e insumos generalizada, deficiencias en la central eléctrica, fallos en las bombas de extracción de agua del cuarto subsuelo, y filtraciones que afectan al personal y al patrimonio.

También advierten sobre un peligro de accidente por el mal funcionamiento de las calderas y la avería  del sistema de aire acondicionado y renovación de aire y calefacción de todo el edificio que hizo que todo el invierno se esté trabajando en espacios con temperaturas muy bajas. La Dirección del Teatro no atendió estos problemas en tiempo y forma lo que llevó a un vaciamiento de la programación
y la producción artística.

También destacan la falta de recategorizaciones y de carrera administrativa que produce un vaciamiento de personal ya que, los que se jubilan, no son reemplazados. “La ineficiencia del ministro de Gestión Cultural, Alejandro ‘Conejo’ Gómez, del ministro de Infraestructura, Roberto Gigante, y de las autoridades del Teatro Argentino profundizaron la situación crítica del segundo coliseo lírico más importante del país y primero de la provincia de Buenos Aires”, dijeron en un comunicado. Y denunciaron que “ya hace tres años que el Teatro no tiene una temporada propia que involucre a todos los cuerpos artísticos y técnicos”.

Las protestas vienen en aumento desde el año 2012 y 2013, cuando se usaban los intervalos o aperturas de los espectáculos para leer las cartas y comunicados de reclamos de los cuerpos artísticos que ya denunciaban el deterioro de las condiciones laborales, el desfinanciamiento en la cultura y la falta de mantenimiento del edificio.

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