Tiempo de organización en casas de día y hogares de la región

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Tres instituciones que son referencia de trabajo con niños, niñas y jóvenes en la ciudad cuentan cuáles son las herramientas y estrategias que les permiten atravesar la pandemia. El aire del campo que trajo beneficios para los chicos y chicas del Ángel Azul, la contención psicológica en Esos locos bajitos y la experiencia en salud comunitaria de Pantalón Cortito.

El hogar Esos Locos Bajitos de Gonnet

Por Abril Lugo

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El aislamiento dispuesto por la pandemia de COVID-19 deja, entre otras cosas, el interrogante de cómo articularlo en los hogares convivenciales y centros de día de la región, a los que, como en las casitas de la obra fundada por el padre Carlos Cajade, acuden decenas de niños y niñas. En este informe, incluimos a tres de ellos, en los que sus responsables dispusieron diferentes medidas en función de cada realidad.

El cambio más fuerte fue el del Hogar Ángel Azul, que estaba emplazado en el Barrio Hipódromo. Uno de sus coordinadores, Hernán Améndola, relata: “Fuimos la excepción a la regla. Al día siguiente del anuncio de la cuarentena cargamos las dos camionetas del hogar y nos fuimos a 120 kilómetros de la ciudad, a un campo de 10 hectáreas”.

En la Organización Pantalón Cortito, tuvieron que cerrar por unos días a raíz de la aparición de un brote: “Por suerte tuvimos la posibilidad de abordar la pandemia ni bien empezó desde el Centro de Salud”, cuenta Natalia Rossito, sobre la experiencia para prevenir el contagio masivo dentro de su comunidad, en San Carlos.

Desde Gonnet, Mailén, psicóloga del hogar de niños Esos Locos Bajitos describe: “No tuvimos inconvenientes para sostener los derechos básicos de los nenes porque además seguimos recibiendo donaciones. Sí tuvimos que tener cintura para enfrentar los cambios y ajustarnos en algunas cosas en lo económico, pero lo resolvimos bien”.

En todos los casos, fueron sustanciales las redes de apoyo y colaboración que se tejieron antes de la crisis sanitaria.

Merienda en El Angel Azul

Cambio de aire

“Nos fuimos en los primeros días de aislamiento social preventivo y obligatorio. El campo es de un amigo y lo usamos frecuentemente en situación de normalidad para pasar fines de semana, las fiestas y las vacaciones. A medida que se iba prolongando lo del aislamiento fuimos sumando comodidades”, cuenta Améndola a La Pulseada la experiencia de mudar el hogar que hacía años funcionaba en el Barrio Hipódromo.  Los primeros meses de cuarentena se trató de llevar colchones, ollas y más ropa para los veintiséis chicos y chicas del hogar, que ahora pasan el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), decretado a fines de marzo por el presidente de la Nación, Alberto Fernández, en una chacra en las afueras de Verónica. También hubo arreglos y adquisiciones: “Al mes y medio de estar ahí, por ejemplo, decidimos tirar una pared abajo y prolongar un quincho y lo hicimos el doble de grande de lo que teníamos. Pusimos wifi y recibimos la tarea de los chicos por correo y pudimos comprar una impresora grande para que llevaran sus tareas del cole completamente al día, sin ningún problema. Mi hermana se encarga de imprimir y hacer de maestra, fuera de la virtualidad”, cuenta Hernán.

El predio es enorme, lleno de pasto y árboles. El Ángel Azul lleva más de seis meses trasladado por la pandemia y el aislamiento preventivo en esa chacra, que trajo más beneficios de los que esperaban: “Los chicos están mucho más cómodos allá que en donde nos tendría que haber tocado vivir la cuarentena (en 117 entre 36 y 37), que es nuestra casa de residencia desde hace 20 años. Es una casa común, ampliada, y se le agregaron pisos para arriba para poder tener comodidad en una situación de normalidad, cuando los chicos van al cole, vienen almuerzan, hacen sus tareas, van a los clubes… no para que haya 26 pibes conviviendo 24 horas por seis meses. Hubiera sido imposible quedarnos en La Plata”, reflexiona y agrega que resolvieron todo “de manera muy favorable, muy rápida, y la verdad, por los casos que conozco, somos la excepción a la regla”.

“Es una casa común y se le agregaron pisos para poder tener comodidad. Pero no es para que haya 26 pibes conviviendo 24 horas por seis meses. Hubiera sido imposible quedarnos en La Plata” (Hernán Améndola, El Ángel Azul)

Después de seis meses de cuarentena comunitaria y sin ningún caso confirmado en el hogar, Hernán cuenta qué fue lo más difícil de afrontar para los chicos en un año de tantos cambios: “La organización diaria, el día a día, el barajar y dar de nuevo no fue fácil al comienzo y después los chicos empezaron a sentir el cansancio de estar sin sus rutinas, sin  recibir sus visitas, sin ir a sus clubes o hacer sus actividades diarias, ahí creo que es donde más golpeó. Si bien hubo un período en el medio, hoy ya está bastante estabilizado también, ellos entienden sobremanera la situación, son re contra conscientes de lo que se está viviendo y bueno, están en un lugar que mejor no podría ser”.

Vínculo constante

La cabina sanitizante en Esos Locos Bajitos

Mailén es una de las dos psicólogas que pertenece a la planta de trabajadores y trabajadoras del hogar Esos Locos Bajitos, ubicado en 508 entre 9 y 10 de Gonnet. Desde que empezó la cuarentena, su tarea y la de su compañera fue asistir dos veces por semana cada una, para sostener la asistencia psicológica de los 52 chicos y chicas de entre 3 y 13 años que viven en el hogar. “Compramos una cabina de desinfección que tira agua con alcohol al pasar y en la entrada pusimos una alfombra con lavandina para limpiar el calzado”, relata Mailén. Salvo las personas que trabajan en el hogar, nadie más entra y sale y todos los vínculos afectivos se mantuvieron con la virtualidad: “videollamadas, por Whatsapp o Zoom”. Para revertir el efecto adverso del poco contacto social, explica que “las cuidadoras de los niños y niñas organizan cada fin de semana una kermesse o un circo” y los referentes afectivos que solían ir cada semana antes de la pandemia de coronavirus “se comunican de modo virtual y les presentan regalos o sorpresas”. La intención es que no pierdan el contacto.

Los chicos pudieron sostener sus actividades escolares y recreativas: “La mayoría va a la escuela Nº 25, que está cerca. Todos continuaron con actividades pedagógicas, con las maestras que nos mandan el material, los pibes hacen las tareas y hay un intercambio. Por otro lado, los niños asistían a Cilsa, que es una ONG por la inclusión, y organizan distintas actividades, que también continuaron por Zoom de forma virtual durante el aislamiento”.

“Todos continuaron con las actividades pedagógicas, con las maestras que nos mandan el material y los pibes que hacen las tareas . Hay un intercambio permanente” (Mailén, Esos Locos Bajitos)

La permanencia de las psicólogas y el resto del equipo de trabajo en vinculación con los niños y niñas permitió sostener un espacio de diálogo a partir de un video con el que, a inicios de la cuarentena, les presentaron las medidas de prevención y cuidados necesarias. “Ellos lo entendieron enseguida y si no después, con alguna pregunta o duda, lo hablaban con nosotras”, afirma Mailén, y detalla la importancia de un aislamiento con patio o jardín para recrearse: “Este es un predio parquizado así que no hubo mayores inconvenientes con el tema del encierro porque tienen espacios verdes para jugar. Eso habilitó una adaptación un poco mejor que en otros hogares, pienso”.

Día de capacitación en Pantalón Cortito

La prevención desde el barrio

Desde Pantalón Cortito, la histórica institución de San Carlos, la psicóloga y coordinadora Natalia Rossito y el médico generalista Adrián Zelayeta, cuentan a La Pulseada el impacto que tuvo la pandemia en las estrategias de cuidados que surgieron para la comunidad y los trabajadores y trabajadoras. El año pasado, en octubre, se inauguró el nuevo edificio para el Centro de Salud Comunitaria Teko Porá, dentro del predio de 139 entre 40 y 41, y en el contexto de pandemia significó un punto a favor para la prevención de casos: “A partir de eso empezamos a laburar mucho lo que es salud comunitaria y cuando empezó la pandemia, junto con los médicos hicimos un protocolo estricto que consiste en un triage para el ingreso de todas las personas y para un seguimiento, sea para las personas que vienen durante el día o de las personas que concurren al centro de salud. Lo que hicimos desde un comienzo fue tomar la temperatura con el termómetro infrarrojo y las preguntas básicas, sobre el sentido del olfato, el gusto, dolor de garganta, que se hacen para poder detectar si puede ser un posible caso de COVID”, relata Natalia.

En Pantalón Cortito, contaron con la ventaja de haber inagurado el año pasado el centro de saud comunitaria Teko Porá: en cinco meses, bajo protocolos de distanciamiento y prevención, atendieron a 1.500 personas

Para Adrián, lo sustancial fue la decisión que tomaron al momento de redactar el protocolo de prevención para Teko Porá: “Los tres profesionales médicos que trabajamos en el Centro de Salud también lo hacemos en el ámbito estatal, así que de alguna manera teníamos en mente lo que se estaba trabajando como protocolos en los hospitales”, explica. “Tomamos los elementos que estaban allí y los adaptamos a la estructura del Teko Porá y definimos que el centro de salud no iba a atender a pacientes con síntomas respiratorios porque además, al no ser un centro de salud municipal eso podría tener implicancias: no íbamos a tener los equipos de protección para una consulta de ese tipo ni a poder hacer hisopados”.

A esa decisión se le sumó la de separar en dos consultorios distintos las consultas con turnos programados, por un lado niños y adolescentes y por otro, adultos mayores. Lo mismo ocurrió con la campaña de vacunación antigripal que inició en abril y duró hasta junio, aunque aún están vacunando a vecinos que se acercan a las instalaciones del Teko Porá y los talleres de capacitación para el personal de Pantalón Cortito.

La desinfección cuando se detectaron los casos de coronavirus

Según un relevamiento propio, en cinco meses de trabajo bajo protocolos de distanciamiento y prevención, el centro de salud había atendido a 1.500 personas desde las áreas de medicina general, vacunación, salud mental, control de embarazo, urgencia odontológica y pediatría, tanto del barrio de San Carlos como de Los Hornos, Romero, Malvinas y del casco urbano.

Aún con las medidas de prevención y capacitación que incluyeron atención por turnos, seguimiento de casos, vacunación y entrega de barbijos a la comunidad, Pantalón Cortito tuvo tres casos positivos de Covid-19 y a principios de septiembre tuvieron que cerrar temporalmente las instalaciones, tanto del comedor como del hogar de día, la Casa del Niño y el Centro de Salud Teko Porá. “A pesar de todos los cuidados, ocurrieron casos dentro de la institución, por lo que decidimos cerrar dos semanas más que nada para estar atentos a ver si surgía algún síntoma en alguno de los otros compañeros y compañeras», cuenta Natalia.

Con el primer caso de coronavirus, el 5 de septiembre a la mañana, se armó una ronda de trabajadores de la organización, sentados en sillas a un metro de distancia cada una y con tapabocas. Adrián, de espaldas al sol de la mañana, abrió la reunión con una introducción sobre los puntos importantes para prevenir el contagio dentro de la organización y el espacio quedó abierto para dudas y consultas. Lo más importante para Rossito fue que el Centro de Salud les permitió crear estrategias de prevención y también de cuidado, lo que les permitió volver a la actividad luego de 14 días de espera: “En esta situación de tener todo colapsado, cuando se presentaron los casos pudimos reunirnos con los médicos, al aire libre y con distanciamiento, y nos dieron todas las respuestas que necesitábamos para saber cómo seguir”. // LP

 

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