Rebelión en San Carlos

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Nacida en el Hogar Pantalón Cortito, Los rebeldes de San Carlos se constituyó en la primera murga tradicional del barrio. Está conformada por 70 chicos y chicas de entre 2 y 15 años que ensayan entre bombos, platillos, saltos y lentejuelas.

¿Qué es la murga?,
me preguntan…
… y es difícil contestar.
Ni se te ocurra mirar
Lo que dice el diccionario.
¡¿Qué saben esos otarios,
de la academia española,
de un arte que no se engola
por saberse popular?!

Raúl Barbalarga. Glosa Murga Los Sospechosos del Barrio.
(La Plata, 2001)

Por Martina Dominella
Fotos: Luis Ferraris

San Carlos es un barrio de casas bajas al oeste de la ciudad, por fuera del casco urbano, entre Los Hornos y M elchor Romero. Por la calle 139 llega el Colectivo Cultural Raíces Rock, un micro escolar devenido en transporte comunitario que tiene ploteado el rostro del Che, fotos de marchas y de juegos, la frase “Hasta la victoria siempre”. En la parte superior del parabrisas, ahí donde muchos choferes llevan el escudo de su equipo de fútbol o el nombre de su banda preferida, brilla un banderín de lentejuelas: Los rebeldes de San Carlos.

Bajan corriendo más de 20 chicos y chicas que el micro pasó a buscar temprano por los barrios Las Quintas, Los Pinos, La Cumbre, Malvinas y distintas zonas de Los Hornos. Vienen al Hogar Pantalón Cortito –que desde 2009 no es más hogar convivencial sino centro de día– donde tienen clases de teatro, circo o apoyo escolar; practican deportes y juegan a contraturno de la escuela.

Martes y jueves, el playón es territorio de ensayo para los murgueros y las murgueras. El ritmo del bombo y el platillo se vuelve el telón de fondo para todo lo que pasa ese rato en el hogar –el cuidado de la huerta, las cocineras que preparan el almuerzo, una reunión de talleristas para organizar la semana, el centro de salud comunitario Teko Porá– y llega hasta las puertas del estudio de FM Raíces Rock.

Las actividades de Los rebeldes de San Carlos no se suspenden por lluvia. Si el clima no acompaña, se refugian en uno de los salones donde los chicos y las chicas arman apliques para sus trajes, preparan cartapesta para confeccionar sus galeras, practican canto, trabajan sobre las letras de las canciones o charlan sobre sus próximas presentaciones.

En el ir y venir de la aguja entre lentejuelas y mostacillas van tomando forma los bordados de Bart Simpson, un corazón picha, otro de Gimnasia, el escudo de Boca, estrellas, iniciales. A un costado, David, de 14 años, repasa bajito un código: tupá, tupá, tupá pá pá. Repite la secuencia una vez más y la replica, ahora sí, con bombo y platillo. Un grupo de chicos se acerca y, sobre ese ritmo, canta las primeras estrofas de Bate el parche, una glosa de autor desconocido que circula de murga en murga desde hace más de medio siglo: “Bate el parche y la barriada se estremece / la ilusión y todo el brillo volverá / bailando en las veredas otra vez / el viento trae los versos de un nuevo carnaval”.

El debut oficial de Los rebeldes fue el 29 octubre de 2017 en el Galpón de las Artes, después de siete meses de ensayo y producción. Candela, de 14 años, se presenta como directora de la murga, muestra una foto de esas jornadas iniciales y repasa: “Después hicimos tres shows seguidos en el Club Cultura, en Puertas Abiertas y acá, en el hogar”. «El nombre lo elegimos por votación. Los colores son rojo, azul y plateado, también los votamos», explica Melina Ayelén, de 13.

”Hace muchos años los negros esclavos se tiraban harina en la cara para ser blancos y se ponían la ropa más nueva de los ricos para burlarlos. La murga nace en honor a eso” (Candela)

“Una murga es un conjunto de chicos donde uno aprende a compartir y todo eso. Hace muchos años los negros esclavos, cuando los ricos se iban de la casa, se tiraban harina en la cara para ser blancos y se ponían la ropa más nueva de los ricos para burlarlos. La murga nace en honor a eso. Y como los negros estaban atados con cadenas y no se podían mover saltaban, por eso nosotros hacemos los tres saltos o el alfa cuando bailamos”, agrega Candela.

 

Barrios, adoquines y periferia

En la identidad de las murgas está el espíritu alegre, callejero y rebelde. En su trabajo Desentramando los sentidos de la cultura, la comunicadora María Daniela Allegrucci dice que en estos colectivos «se pone en juego la confrontación que se genera desde distintos planos simbólicos, el lugar de la murga como grupo social y desde todos los componentes que la forman: el discurso (canciones), a partir del cual se denuncia, implora, reclama; el cuerpo (la danza) donde las transfiguraciones corporales rompen con la estructuración y disciplinamiento de los cuerpos inmóviles y rígidos; la rítmica (música) que rememora las tradiciones más antiguas y se mezcla con las nuevas melodías que se extraen desde la música popular; y finalmente la construcción subjetiva e identitaria (colores, nombre, lugar de pertenencia) desde donde se consolida como grupo social».

El surgimiento y expansión de la movida murguera en La Plata comienza en los años noventa con la creación Los Farabutes del Adoquín. Su primera presentación fue en el Hogar Pantalón Cortito y siempre siguieron vinculados a la institución haciendo espectáculos para los chicos y a beneficio. Los Farabutes activaron un circuito murguero en la ciudad, revalorizando el lema del carnaval y dando paso al surgimiento de nuevas murgas y nuevos estilos. Muchas de sus canciones son parte del repertorio de Los rebeldes.

El ritmo del bombo y el platillo se vuelve el telón de fondo para todo lo que pasa ese rato en el Hogar Pantalón Cortito

En 2010, durante la presidencia de Cristina Kirchner, se dio respuesta a una de las demandas más fuertes de las murgas de nuestro país: se restituyó el feriado de carnaval a través de la derogación del decreto 21329/76 de la última dictadura cívico militar. Ése fue un nuevo impulso para las murgas que copan todos los barrios de la ciudad, especialmente durante febrero. Este año, sólo en la Red de Carnavales Independientes y Autogestivos, se registraron 30 carnavales con participación de 26 organizaciones en La Plata y Berisso.

Mariel Gómez empezó su trayectoria como murguera en Los Farabutes casi por casualidad cuando los cruzó en pleno ensayo en el Bosque. Ahora coordina Los Rebeldes y otras murgas en la periferia de la ciudad –incluyendo una integrada por hombres y mujeres de la tercera edad– y está iniciando un proyecto inclusivo para chicos con discapacidad en el Pasaje Dardo Rocha. Durante los ensayos va y viene planchando los trajes, improvisando pentagramas, marcando pasos de baile o planeando encuentros. Explica que la murga tradicional tiene una estructura en sus espectáculos que la identifica: una canción de principio, otra de homenaje, también la crítica y la de retirada. Además, puntualiza, “es familiar, para todas las generaciones, tiene el trabajo colectivo y el compromiso y siempre se centra en objetivos”.

 

Con la sonrisa como estandarte

Cuando Los rebeldes salen a escena llevan, orgullosos, sus trajes y galeras, instrumentos y un muñeco que hicieron en un taller de identidad y sexualidad. También están terminando de preparar un estandarte de tela roja, azul y plateada: “Es como un DNI que nos representa a todos, de dónde somos y qué nombre tenemos”.

Mariel dice que al comienzo de esta experiencia había muchas peleas entre los chicos y que la murga fue generando un sentimiento de identidad y de grupo. También aclara que Los rebeldes trabaja con una perspectiva de género, donde chicas y varones pueden explorar los distintos roles y elegir cómo tienen ganas de participar. «En la murga tradicional, los roles de género estaban bien definidos: los hombres llevaban el bombo, las mujeres tenían una participación más decorativa», cuenta.

El final de la jornada lo marca el llamado de las cocineras para almorzar. Los chicos y las chicas guardan los trajes, instrumentos, maquillajes. Camino al comedor algunos van entonando la canción de retirada, ésa donde se condensan la tristeza por dejar el escenario y  la alegría por lo compartido y la promesa de un próximo encuentro.


“Gritando con nuestro bombo, por tierra, techo y trabajo”

Susana Gómez es una de las fundadoras del Hogar Pantalón Cortito. Hace algunos años se radicó en San Luis,  donde está impulsando un nuevo proyecto social.  Desde allí escribió para Los rebeldes de San Carlos una glosa que habla de la realidad en las barriadas, la alegría murguera y los sueños y esperanzas de los chicos del pueblo.

Llegan y siguen llegando
Los pibes de las barriadas
Remontando la esperanza
Que está tatuada en el alma

Dejan atrás el dolor
Que a veces cala muy hondo
Y reparten alegría
Repiqueteando este bombo

Por las calles embarradas
Reconstruyendo justicia
Donde ya no queda nada
Los Rebeldes de San Carlos
Se animan a la alegría
Mostrándole al barrio entero
Que acá se palpita vida

Suena y sueña bombo mío
Que el pueblo te trajo aquí
De la mano de los pibes
Y los que van a venir
Este canto es ilusión
Este canto es esperanza
Se mete en mi corazón
Y estalla aquí en mi garganta

Somos los chicos del pueblo
Que pocos quieren mirar
Hijos del cura Cajade
Y la Virgen de Luján
Venimos de todas partes
Venimos de los de abajo
Gritando con nuestro bombo
Por tierra, techo y trabajo

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