El valor y el potencial pedagógico de los archivos escolares y la importancia de que estén preservados, organizados y accesibles para la consulta. El ejemplo de un programa de educación sexual de los años ‘70 que tal vez nunca llegó a implementarse y el rol en la reparación de legajos de docentes, no docentes y estudiantes desaparecidos.
«La profesora de Anatomía -pero eso nos enteramos ahí- tenía que dar anatomía del cuerpo. Entonces daba el aparato circulatorio, el aparato respiratorio, el aparato nervioso, las venas, el corazón, todo, y siempre dejaba para lo último el aparato reproductor. Y nunca lo daba. Es decir que ella no daba …es como si fueran todos… la Pantera Rosa, qué sé yo, no tenían sexo”, recuerda entre risas Virginia Guerstein de Viguera, médica psiquiatra que integró el primer gabinete psicopedagógico del Liceo Víctor Mercante en los años ‘60. El colegio –uno de los secundarios de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), creado en 1907 como Liceo de señoritas y que pasó a ser mixto con la implementación del Plan 60–, intentó incorporar la educación sexual en los programas de las materias relacionadas con Biología en 1971, a partir de una propuesta que elevó el Gabinete. El registro de esta experiencia pudo ser recuperado gracias a que, en el año 2021, el documento que lo atestigua fue transferido al Archivo Histórico del Liceo cuando la entonces directora del colegio, Constanza Erbetta, lo encontró en uno de los muebles antiguos de la Dirección.
El Programa de Educación Sexual elaborado por el gabinete psicopedagógico es sólo uno de los cientos de documentos que el Liceo produce todos los días en el marco de sus misiones y funciones y como resultado de las actividades administrativas y pedagógicas que desarrolla. Algunos de esos documentos se desechan un tiempo después de haber cumplido el objetivo para el que fueron creados -las planillas de asistencia, por ejemplo- y otros son guardados en forma permanente por su valor evidencial, testimonial o histórico: garantizan derechos imprescriptibles, dan cuenta de la memoria de la institución que los produjo y sirven para el conocimiento del pasado. Para que esta triple función social de los archivos se cumpla, es indispensable que estén organizados y accesibles.
Todos los documentos producidos o recibidos en diferentes formatos y soportes a lo largo del tiempo constituyen el fondo documental del Liceo, y algunos de los que son guardados en forma permanente, conforman el Archivo Histórico Profesora Zulma Totis.
El Archivo Histórico del Liceo abarca de 1907 a 2007 y tiene un volumen aproximado de 20 metros lineales correspondientes a 170 libros, 91 cajas, 70 casetes VHS y más de mil fotografías papel
Un acervo de más de 100 años
El Archivo Histórico está ubicado en uno de los depósitos del subsuelo del edificio recuperado en 2006, emplazado en diagonal 77 entre 4 y 5 de La Plata. Acumulada en viejos muebles después de sucesivas mudanzas, la documentación considerada de valor permanente había comenzado a ser organizada en 1999 por la profesora de historia y archivista Zulma Totis cuando el Liceo funcionaba en el edificio ubicado entre el Rectorado y la Facultad de Ciencias Económicas, en pleno centro de la ciudad. La docente realizó un trabajo pionero y novedoso -todavía no existía el Programa Nacional de Archivos escolares históricos del Ministerio de Educación de Nación- que tuvo desde sus inicios el objetivo no sólo de preservar la documentación del colegio, sino también de que esa documentación estuviese organizada para la consulta de diferentes usuarios y para ser un espacio pedagógico de la propia comunidad del Liceo.
En 2018, a través de la Resolución 8 de Dirección, se le dio el nombre de Zulma Totis al Archivo -en homenaje y reconocimiento a su trabajo y a cuatro años de su muerte- y se creó un cargo de responsable de las tareas de “reunión, organización, conservación y difusión de los documentos de carácter histórico y/o testimonial producidos por el Liceo”, indispensables para garantizar el acceso público.
El Archivo Histórico posee documentación relacionada con tres grandes unidades de trabajo: el equipo de gestión, el área administrativa y el área académica. Las fechas extremas son 1907-2007; tiene un volumen aproximado de 20 metros lineales correspondientes a 170 libros, 91 cajas, 70 casetes VHS (en proceso de identificación y digitalización), y alrededor de 1.100 fotografías papel, gran parte ya digitalizadas para el acceso. Algunas de las series documentales disponibles para la consulta son libros de calificaciones, libros de registro, libros de exámenes, resoluciones, ordenanzas y decretos de la UNLP, cursos y actividades extraprogramáticas, memorias escolares anuales, actividades y actos escolares, programas de estudio, reformas a los planes de estudio, planificaciones anuales del Departamento de Lengua y Literatura, libros de resoluciones internas de dirección, reglamentos de los colegios, registro fotográfico de actividades escolares, recortes de prensa, entre muchas otras.
Estos documentos pueden servir como fuentes primarias para investigar la historia y las prácticas pedagógicas, reconstruir la memoria institucional y las trayectorias escolares y laborales de los integrantes de la comunidad educativa, conocer las identidades que fue construyendo el Colegio a lo largo de su historia. Pero para que esto sea posible, es imprescindible el tratamiento archivístico del material que permita acceder a los documentos en su contexto de producción, es decir, que no estén incorporados al archivo histórico como piezas de museo, aisladas, sino como parte de un entramado mayor, el fondo documental, que le da sentido.
El documento en contexto
Los documentos de archivo -a diferencia de cualquier documento entendido como información sobre un soporte- tienen la particularidad de ser orgánicos, exclusivos, de carácter seriado, fiables, íntegros y de estar interrelacionados con otros documentos. Respetar los principios archivísticos de procedencia (no mezclar los documentos de un productor con los de otro productor), orden original e integridad, es lo que permite comprenderlos más allá de la literalidad de su contenido, pensando no sólo en los usuarios del presente, sino fundamentalmente en las nuevas preguntas que puedan hacer los usuarios en el futuro.
El programa de Educación Sexual de 1971 al que la profesora Viguera hacía referencia, está dentro de una carpeta de cartulina rosa que tiene impreso el nombre de la Universidad Nacional de La Plata y del Liceo Víctor Mercante (productores), tiene un papel pegado en el que dice “Programa de educación sexual” escrito a máquina y en birome “para dirección”, y adentro contiene además de los programas, la nota dirigida a los docentes de ciencias biológicas y un escrito con los fundamentos del enfoque firmado por Virginia G. de Vigueras como parte del Gabinete psicopedagógico (autor del documento), y parte de la bibliografía sugerida para abordar los temas. “Ciclo menstrual, embarazo y parto, repercusión fisiológica de los cambios puberales, sexopatías, impotencia, frigidez, homosexualidad, amor y sexo”, eran algunos de los puntos a desarrollar en los tres primeros años.
Comprender el documento demanda conocer cuál es su contexto de producción, quién lo creó y para qué y con qué otros documentos está interrelacionado. Viguera recordó a la profesora de Anatomía: “Me acuerdo que ella no podía decir, ahí, con nosotros, no podía decir vagina, no podía decir pene, no podía decir las palabras. Andá a pedirle que dé… ¡era imposible! Y nos dimos cuenta de que eso no iba a andar, no iba a andar. Y no anduvo, no se pudo”.
La imposibilidad de implementar el proyecto también dejó su huella -por presencia o ausencia- en otros documentos del archivo. Una escueta referencia en el informe del Gabinete para las memorias anuales escolares de 1973 señala que se acordó con las nuevas autoridades la aplicación del programa para el año siguiente, por lo que se deduce que hasta entonces no había sido implementado. Tampoco es posible saber si se incorporó en 1974 ya que en las memorias de ese ciclo no hay ninguna mención. Aquel año marcó un quiebre en la historia de la Institución: el ciclo lectivo finalizó abruptamente en octubre, con la intervención de la Universidad, luego del secuestro y asesinato por parte de la CNU de los funcionarios de la UNLP Rodolfo Achem y Carlos Miguel.
La historia del Liceo, institución productora de los documentos, y la historia archivística que da cuenta de las pérdidas o cambios que puede haber sufrido el fondo documental a lo largo de su trayectoria, -como, por ejemplo, las cuatro mudanzas que tuvo el colegio- son dos herramientas fundamentales de la descripción archivística que ayudan a que investigadores internos o externos puedan consultar los documentos en contexto.
Gracias a la organización del material institucional se pudo completar la nómina de docentes y no docentes del colegio víctimas del terrorismo de estado y localizar sus legajos
El fondo documental
Una experiencia que sirve para ver la importancia de los archivos organizados -pensando todo el fondo documental en forma integral e integrada- es la reparación de legajos de docentes, no docentes, y estudiantes detenidos-desaparecidos y asesinados por el terrorismo de estado, llevada adelante por el Liceo en el marco de la política de reparación histórica de la UNLP (ver La Pulseada Nº 164), plasmada en las Resoluciones 259 y 260 del año 2015.
En 2018, las profesoras Inés Aprea y Ana Lacchini principalmente –en intercambio con la prosecretaría de Derechos Humanos de la UNLP– comenzaron el trabajo de investigación para la reparación de los legajos de los miembros de la comunidad educativa del Liceo. Partieron de un primer listado provisorio de víctimas que se había ido construyendo con el aporte de ex estudiantes y lo cotejaron con el Registro Único de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) y con la Nómina de Desaparecidos y Asesinados publicada por la UNLP a través del Programa “En Nuestra Memoria, Hoy y para Siempre”. Trabajaron primero con el fichero y los legajos de personal, documentos que guarda la Secretaría Administrativa, y luego con el Archivo Histórico. Las resoluciones y decretos, las memorias escolares anuales, los libros de registro, sirvieron para corroborar, completar o corregir algunos datos y cruzar con otras fuentes documentales. Así descubrieron nuevos nombres de docentes y no docentes que habían hecho pequeñas suplencias y que no figuraban en el listado provisorio de víctimas de la que habían partido y pudieron localizar sus legajos.
Los legajos contienen fotos, fechas de ingreso y egreso, cese o cambio de cargo en el caso de los trabajadores, pueden incluir certificados de matrimonio, discursos de actos escolares y notas, entre otros registros. Como documentos de archivo, estos legajos reflejan los actos administrativos de quienes trabajaron y fueron estudiantes en el Liceo. Desde una mirada histórica, son huellas de las biografías escolares y laborales, y permiten aproximarse a las trayectorias de quienes pasaron por la escuela antes o en el momento en que fueron secuestrados, desaparecidos o asesinados. En total, se repararon los legajos de 51 docentes, no docentes y estudiantes que fueron víctimas del terrorismo de Estado y que pasaron por las aulas y pasillos del Liceo.
Este trabajo de reparación fue posible porque los documentos del Liceo estaban preservados, organizados y accesibles para la consulta, para entender sus relaciones, para comprenderlos en contexto. Y sirve también como cabal ejemplo de la triple función social que cumplen los archivos. Los documentos guardados y organizados que produjo la institución durante el tiempo de la trayectoria escolar de esas personas permitieron conocer a la propia institución en esos años —no sólo por la normativa que emanaba, sino también por qué era lo que guardaba—, aportaron a la investigación y reconstrucción de la trayectoria de vida de esas personas y fueron también soporte y condición del derecho a la reparación.
La existencia de los archivos escolares motiva a que estudiantes y docentes se piensen a sí mismos como productores de documentos y por lo tanto productores de memorias
“Si las palabras libertad, justicia, soberanía nacional, no se cargan de contenido real, para nosotros es una farsa a la que no debemos prestarnos más. Estamos aquí para hablar de ellas. (…) nuestra tarea docente (…) debe tener como proyecto histórico el cambio”. Estas palabras pertenecen a un fragmento del discurso de la profesora de Historia Virginia Allende en el acto del 20 de junio de 1970, rescatado en la biografía para la reparación del legajo. Ella fue celadora y docente durante más de 10 años. Militante de PROA, fue secuestrada y desaparecida el 15 de junio de 1977. Una copia de su legajo reparado se entregó a familiares y amigos en el acto que se realizó el 31 de mayo de 2019.
Archivos habitados
Los archivos históricos se preservan y organizan para ser consultados. Los archivos escolares tienen, en ese sentido, una enorme potencialidad pedagógica y son una oportunidad para sensibilizar sobre la importancia de la preservación del patrimonio documental de la escuela. Pero también, para que estudiantes y docentes se piensen como productores de documentos y por lo tanto productores de memorias. En septiembre de 2020 —en el marco del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio— el Archivo Histórico del Liceo participó de una convocatoria abierta a la comunidad educativa para aportar documentos que recuperen historias de resistencia, organización, lucha y construcción de derechos de las y los estudiantes secundarios del colegio a lo largo de su historia. Se recibieron fotografías, volantes, poesías, comunicados, publicaciones del Centro de Estudiantes, carteles, recortes de prensa; más de cien documentos que conforman una colección documental digital que aún sigue abierta.
A partir de esta iniciativa, dos profesoras decidieron donar sus archivos personales que suman, completan y dialogan con lo que produjo la escuela. Este año, estudiantes de cuarto y quinto trabajarán con los documentos y las biografías reconstruidas en los legajos reparados, y realizarán entrevistas audiovisuales con familiares, amigos, compañeros de aulas y militancia de las víctimas del terrorismo de Estado que fueron parte del Liceo.
La preservación y organización de los documentos escolares, pero sobre todo hacerlos accesibles a la comunidad educativa y a toda la sociedad, es una contribución importante para la recuperación de la memoria institucional, para el conocimiento de la historia y la garantía de derechos. El desafío es convertir al archivo escolar en un lugar para ser habitado e interpelado con nuevas preguntas que indaguen sobre lo que quedó como huella y lo que está como ausencia, sobre lo dicho, lo guardado y lo silenciado. Un lugar para descubrir, crear y comunicar; un lugar de democratización y acceso a la información. Difundir que existen, es una forma de empezar a andar ese camino // LP