Epidemia económica: cuando bajan las persianas

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En medio de la pandemia las medidas del gobierno intentan revertir la curva de casos de coronavirus que en los últimos días ascendió a 301 infectados y 4 muertos. A la vez reconocen el impacto económico de la medida de aislamiento obligatorio y se anunció un bono de 10 mil pesos para trabajadores informales y monotributistas clase a y b para abril. Cómo enfrentan la cuarentena obligatoria quienes ven afectados sus lugares de trabajo. 

Por Abril Lugo

Foto: Gabriela Hernández

«Hacía pasar a mis clientas de a una a la vez sin que se crucen, mucha higiene con alcohol en gel y obviamente dejé de saludarlas con beso y de tomar mates. La verdad que me afecta bastante por que si no trabajo no cobro. Gracias a Dios no tengo empleadas ni pago alquiler sino estaría al horno», dice Yamila que tiene una peluquería en Berisso. La última vez que atendió fue el miércoles 18 de marzo: “Atiendo siempre por turnos y los del fin de semana pasado tuve que cancelarlos por la cuarententa obligatoria. La demanda bajó a partir de marzo. La primera semana funcionó bien pero la segunda muy tranquila”.  La epidemia y los primeros casos de coronavirus cambiaron su forma de trabajo.

Oscar abrió junto con su familia una sandwichería en Los Hornos, Las Tres Hermanas: “Nosotros hace como dos años que abrimos. La cosa ya venía mal, la tratamos de afrontar pero nunca salimos a flote. Ahora con esto tuvimos que cerrar y estamos más que complicados, porque de la mercadería no nos quedó nada, tiré el pan de miga, todo, porque no se puede guardar, no duran”. Oscar trabaja además en fiestas y eventos y la cuarentena obligatoria lo dejó sin ninguna posibilidad. “Y aparte alquilo un local, el dueño tiene consideración y me dijo que vamos a esperar a ver qué pasa, porque tenemos que reabrir, no tenemos otra cosa. Otros ingresos no me quedan, porque soy gastronómico y se cortaron todos los eventos, no tengo otra entrada y lo único para hacer es esperar”.

Las actividades deportivas y de recreación también se vieron afectadas. Nebaí y Manuel abrieron el 10 de febrero su  espacio de yoga Koshas. Nebaí relata: “Empezamos a dedicarnos a las clases de yoga en 2017 y este año buscamos lugar propio para darlas y encontramos uno que nos convenció por la ubicación y el precio, en 55 entre 16 y 17. Casi un mes después, el 16 de marzo, decidimos cerrarlo por prevención para cuidar a la gente y seguimos las clases a través de skype”. Nebaí explica a La Pulseada que “la gente se sumó y nosotros los podemos mirar y corregir verbalmente y no pierden la práctica y les resulta una gran herramienta para poder llevar un poco mejor este momento y no volverse tan ‘loquitos’. La verdad es que esto nos parte al medio porque recién comenzamos con este alquiler y todavía estamos pagando la comisión de la inmobiliaria y sostenemos un espacio que no usamos. El dueño hasta ahora tampoco se comunicó con nosotros para decirnos que nos daba facilidad para el alquiler del mes que viene, así que estamos remándola a full con las clases online para poder seguir con este espacio”. 

Es difícil pensar cómo voy a afrontar todo esto, tener las ventas paradas y no saber qué hacer. Pero lo que me repito todo el tiempo es que es realmente grave todo lo que está pasando, que hay que quedarse en casa y esperar

La conexión virtual también resultó una opción para Bárbara, que maneja su propia marca de lencería, Santa Bárbara, desde septiembre de 2018. Encontró un lugar propio para hacer showrooms en el centro de La Plata y todo fue prosperando: “Después llegó la cuarentena y acá estoy haciéndole frente. Ya desde un principio, antes de la cuarentena obligatoria, decidí no abrir porque el showroom puede ser un punto de contagio, no sólo por la gente si no porque todas tocan y prueban las prendas, sería imposible desinfectar todos los productos. Cuando por fin me di cuenta que por algunas semanas no iba a poder abrir el showroom, decidí abrir una tienda online. Hay que pagar para tenerla, sí, pero el desafío más grande para mí iba a ser hacerla”. En una hora la tienda superó las 200 visitas, pero el panorama resulta complejo también para Bárbara, que describe: “Es difícil pensar cómo voy a afrontar todo esto, tener el showroom parado, las ventas paradas y no saber qué hacer. Pero lo que me repito todo el tiempo es que es realmente grave todo lo que está pasando, que hay que quedarse en casa y esperar. Mientras tanto estoy cosiendo más prendas en casa, haciendo stock y la compras por tienda son apartadas para cuando vuelva todo a la normalidad. Por lo pronto queda tener paciencia y además intento todos los días llevar algún mensaje por el Instagram de la marca, recomiendo pelis, series, hoy les dejé una receta. Y charlo con muchas”.

La realidad se complejiza para aquellos que son empleados en comercios y locales que cerraron, como Paula y Jesús, que trabajan en un resto bar conocido de la ciudad. Paula cuenta a La Pulseada que “con el primer caso de coronavirus en Argentina bajó a menos del 50% las ventas del local, no por medidas del lugar, si no porque la gente dejó de venir. Eso hizo que el horario del personal se redujera, a cerca de 170 horas por mes, cuando por lo general para tener un sueldo lógico, necesitás 250”. Todo fue empeorando luego del anuncio del Presidente, que declaraba el distanciamiento social preventivo, desde el 16 de marzo: “Nos avisaron que en cocina se iban a tomar cuatro francos por semana y después pasaron a trabajar sólo los encargados y los empleados quedamos sin trabajo, más allá de que quisiéramos tomarnos o no la licencia sin goce de sueldo”, puntualiza Jesús y agrega: “El 16 fue mi último día de trabajo”.

A Paula le tocó ir el miércoles 18 y recuerda que “se estimaba que iba a ser el último día que se iba a trabajar, porque cada vez iba menos gente. La última vez que fui no fue nadie, éramos tres personas por local. Entré a las cinco de la tarde, eran las ocho, nueve de la noche, y empecé a guardar todo en las cámaras porque esperábamos que suspendiera todo. Ese día cerramos a las diez de la noche”. Respecto a la reacción de sus empleadores en medio de la pandemia, Paula remarca: “Tomaron las medidas siempre pidiendo disculpas y recalcando que no era intención de ellos, sino que se trataba de una situación global y que los excedía. Nos propusieron que nos llevemos comida, como una opción, se podía cocinar abundante y llevarse, sabiendo que era el último día. Seguimos con trabajo, hasta donde sabemos, nos dijeron que cuando se levante la cuarentena, íbamos a seguir trabajando. Estamos estimando que puede haber despidos y la cuarentena no es paga así que achicamos gastos, nos abastecimos de comida, como para sobrevivir estos 11 días. Y vamos a tratar de reabastecernos en unos días por si esto se alarga”. 

 

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