El país desde las casitas de Cajade

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Los emprendimientos sociales de la Obra que fundó el Cura tienen años de trabajo barrial en la región. Con la nitidez de una radiografía, observan el deterioro social producto de las políticas del nuevo gobierno. Reaparecen los pies descalzos y los chicos vuelven a necesitar comida.

 

Por Carlos Sahade

Fotos C.S.

 Volver a pelear

crisis-casitas-de-cajade-1“Tengo una negación de pensar. No quiero volver a esos tiempos. No quiero que nadie vuelva a esos tiempos. Todavía estoy encerrada en un cascarón de no querer mirar porque fueron muy angustiantes los tiempos anteriores y creo que el país no merece volver a esa situación. Nunca más”.

Desde hace 16 años Isabel Benítez Ozuna coordina la Casa de los Bebés de la Obra del padre Cajade ubicada en 4 entre 601 y 602 y conoce a cada una de las familias que viven en el barrio.

“Trato de pensar en las batallas ganadas porque gracias al Padre (Carlitos Cajade) y a los que pusimos el hombro junto con él, salvamos muchísimas vidas”. Ella tiene presente “los tiempos de la desnutrición” cuando “fabricábamos la leche maternizada” con “15 gotas de aceite en la mamadera y así se le metía más calorías a los chicos. Sólo con la leche maternizada que inventamos y el baño… Con qué poquito… Es que hace 12, 15 años atrás esto era desolación, tristeza, era la angustia de no tener dignidad… El padre durmiendo con cuatro chicos y con el colchón en el piso de tierra… Después la situación mejoró un montón, se recuperó la dignidad y se iba por más”.

–¿A qué lo atribuís?

A la mejora en la situación del país, a la gestión de Cristina, a la Asignación Universal por Hijo (AUH) por la que marchamos por todo el país en tiempos de Cajade… Hemos peleado. Por eso logramos la Asignación que es un derecho. Muchos hacen esos comentarios típicos de que es regalarles dinero a los pobres para que sigan siendo vagos y no es así. Cuando vos le das la oportunidad a la gente y le demostrás que hay un mundo mejor, se esfuerza, sale adelante, pelea y recupera la dignidad. Y vuelvo a la dignidad porque cuando vos perdiste todo y no tenés absolutamente nada, perdiste la dignidad. Ver cómo recuperan la dignidad y sentirse seres humanos… guuauuuu… ¡Sí se puede! La gente te demuestra que con lo poquito que recibió pudo salir adelante. Te das cuenta por la entereza, por la postura, por cómo se para una persona… Dignidad para seguir peleándole a la vida pero desde un lugar un poquito más fácil. Una vez fui a ver a una mamá que no estaba mandando a sus chicos a la Casa de los Bebés. La encontré al lado de una salamandra hirviendo una lata de mermelada de esas grandes con un par de huesos y verduritas… ¡Hermoso! Le pregunto por qué no estaba mandando a sus chicos y me dice: “porque mi marido está haciendo unas changuitas y podemos pucherear y comer todos juntos”. Era ella con el marido y dos bebés. A esta mujer, si vos le das la posibilidad de que pucheree, se queda en su casa disfrutando de sus chicos y los chicos disfrutando de sus padres.

–¿Cómo ves la situación actual?

Hay angustia por lo que pueda pasar. Es la angustia desde la desesperanza, de no saber qué viene. Para colmo este año la Casa de los Bebés está funcionando sólo tres veces por semana porque el dinero no alcanza: las trabajadoras están cobrando sólo 2.500 pesos más un plus de 500 pesos que se paga a veces según el dinero que entra a la Obra así que les damos la posibilidad de que dos veces por semana puedan tener otro trabajito.

–La dignidad es también la de tus compañeras.

Exactamente. Todas somos mamás y tenemos nuestros problemas, nuestros altibajos y debemos remarla. Buscamos enseñar a crecer, salir adelante, a tener hijos íntegros, dignos… Pero, desde la dignidad, con sueldos míseros, ¿qué estoy fomentando? El respeto por las mamás que vienen a dejar a sus hijos debe ser el mismo que se tiene con mis compañeras. Claro que hay un voluntariado pero el micro te sale caro, la carne, todo te sale caro… Es por eso que para poder abrir la Casita funcionamos tres veces por semana.

–Te debe haber costado mucho tomar la decisión de reducir los días de atención.

Sí, cuesta un montón por la angustia de los padres… Hablamos todo el tiempo de dignidad, pero también estoy amputando dos veces por semana esa dignidad no dándoles el lugar que les corresponde a los chicos. Esto no es un jardín. Es una casita de bebés porque ellos tienen acá lo que no tienen en su casa: la posibilidad de bañarse con agua calentita, de lavarse las manos con una pastillita de jabón, tomar la leche y almorzar, jugar con juguetes lindos porque todavía hay gente de buen corazón que dona cosas porque si nosotros tuviéramos que comprar todos lo que tenemos, no podríamos ni abrir tres veces por semana… Bueno, hay mucho para hablar, pero también tenemos derecho a salir a pelear para que no pase lo que pasaba años anteriores. No podemos permitir que se vuelva a vivir lo que vivimos. No es justo que vuelva a pasar. En un país tan rico, en un país de abundancia, no puede pasar. No hay derecho.

Los chicos otra vez en la calle

crisis-casitas-de-cajade-2Romina Penayo Valdes recibe a La Pulseada en la Casa de los Niños que coordina desde hace exactamente 20 años. Está rodeada de chicas, chicos y colaboradores. Hay aroma a mediodía. No hacen falta muchas preguntas y al reparo de la sala de computación, expresa lo que siente, describe lo que ve.

No salgo de mi admiración. Cómo se puede destruir tanto en sólo ocho meses. Porque en estos años se hicieron cosas por las que luchábamos con el Cura como la AUH que yo pensé que nunca iba a existir porque todos los gobiernos dicen que no les alcanza el dinero. Al anterior le alcanzó y encima acomodó el FINES, les dio computadoras a los nenes, los abuelitos tenían un sueldito, tenían préstamos…

–¿Cómo ves a la gente del barrio en estos meses?

Ya empezaron a pensar que más importante que mandar a los chicos a la escuela es mandarlos a cartonear. Mirá lo rápido con que se cambia la prioridad de los chicos. Antes era acompañarlos porque tenían que ir a la escuela para cobrar la Asignación. Ahora, como esa Asignación no les alcanza, el chico sale a cartonear. Entonces ya no viene a la Casita porque va a cartonear y si puede va a la escuela cada tanto para no perder la Asignación. Es increíble lo rápido que se destruyó todo. Yo estaba sintiendo que se podía lograr que los nenes tuvieran su tiempo para jugar, su tiempo para estudiar, su tiempo para estar en su casa y ahora otra vez el riesgo de la calle, el riesgo del cartoneo, el riesgo del trabajo infantil, el riesgo de las chicas que se van a la calle a buscar… Es como que me tiró abajo otra vez. Siempre se pensó que la Casa de los Niños podía ser usada para otra cosa, para un centro cultural, para que los chicos vengan a hacer algún taller, para que la gente del barrio se junte para organizarse para arreglar una calle… Esas cosas, pero dentro de poco creo que vamos a necesitar hasta abrir un comedor para adultos.

–¿Aumentó la cantidad de chicos que tenés ahora?

Es más preocupante que eso todavía. Es al revés: están faltando mucho porque van a cartonear o a pedir a los supermercados…Yo los veo dando vueltas por la calle. Los mandan a pedir. Están en riesgo en la calle. Los padres, cuando vienen por acá, te dicen que necesitan leche o lo que sea porque no les alcanza. Claro, porque las mamás que tenían un trabajo en casas de familia, casi ninguna lo tiene ahora. Y los padres que cortan el pasto o que hacen alguna changuita, ahora tienen que patear porque esos trabajitos pasaron a ser un lujo… Ese es el problema. Hay una señora en el barrio que empezó a hacer pan y el nenito lo sale a vender así que ya no tiene tiempo para venir a la Casita. También volvieron algunos nenitos pero las mamás no dicen que es porque tienen hambre. Dicen que es porque andan mal en la escuela y que necesitan apoyo escolar. Creo que no es así. Te das cuenta cuando el chico viene por otra cosa. Necesita ponerse al día con la comida. Y vienen mal de zapatillas… Eso había mejorado mucho. Cuando venían las bolsas de donaciones con zapatillas, no las aceptaban. Ahora todo lo que les das es poco. Y hasta parece que las mamás vienen con hambre. No me quiero contagiar de esa desesperanza porque acá tenés que estar en un ambiente lo más agradable posible para los chicos. No quiero ser una persona sin esperanza, pero estoy viendo que las cosas están mal. Cualquier proyecto político que empiece con estas medidas tan inhumanas es devastador para cualquier país. En un año la gente va a tener más hambre y se va a poner más jodido. Y otra vez van a empezar los chicos a estar en la calle, otra vez van a tener que salir a ganarse el pan hasta vendiendo porros en el barrio. Si eso le da plata para comer, ¿le va a decir que no al que le ofrezca vender porros? Ojalá me equivoque.

–Y la Casita está abriendo sólo tres veces por semana…

Es como que uno está en un callejón sin salida, en un laberinto, porque por un lado sabés que le estás fallando a los pibes por no abrir todos los días, pero a la vez a las chicas que trabajan en la Casita no les alcanza el dinero así que tenemos que darles la posibilidad de que tengan otro trabajito. Hay que sobrevivir. Ellas tienen derecho a ganar un poco más pero también los chicos tienen derecho a tener abierta la Casita toda la semana. Son cosas encontradas que me hacen sentir mal porque sé que les estoy fallando a los pibes, pero no les puedo pedir más a las chicas. No es justo que la Casita esté cerrada dos días, sobre todo en este momento porque una criatura necesita comer hoy, ahora, y si puede, dos o tres veces al día. Ahora. No puede esperar 15, 20 días o tres meses. Para un chico, eso es tarde.

–¿Qué están haciendo hoy de comer para los chicos?

Pastel de papas. A los chicos les gusta mucho el pastel, las milanesas, esas cosas… Les tenemos que dar lo mejor que se pueda y ahora que estamos tres veces por semana la comida tiene que ser mejor todavía. Antes comían un platito y estaba bien. Ahora comen dos platos y si pueden comer tres, también porque a lo mejor a la noche no hay cena… Otra vez empezamos con eso. No quiero ser pesimista, pero está muy mal la cosa.

Chispita sigue siendo la Argentina

“Hoy 14 de agosto Chispita cumple 18 años. Aquel día sellamos con Carlos Cajade una promesa: siempre habrá un niño que habite este lugar y se lo defenderá a cualquier costo y se luchará por sus derechos siempre. ¿Valió la pena? Sí!!! ¿Tiene sentido? Sí!!! ¿El niño ríe? Sí!!! ¿Se lo respeta? Sí!!! ¿Se llora con él? Si!!! ¿Se ríe con él? Si!!! Tarea cumplida, CARLOS CAJADE”.

Claudia Auge, psicóloga social y coordinadora de Chispita, despliega su expresividad ya sea hablando como en las redes sociales. Lo hizo cuando la Casita de Los Hornos cumplió años y horas después, usando la mayúscula tal vez como un pedido de auxilio: “SUEÑEN NIÑOS, SUEÑEN… RIAN NIÑOS, RIAN !!! QUE NADA NI NADIE APAGUE VUESTRA INOCENCIA Y NIÑEZ!!!”.

En La Pulseada 141 de junio último, Claudia denunciaba la falta de trabajo en el barrio, el regreso del hambre y otra vez los pies descalzos. “En dos meses a mí se me dio vuelta todo, del blanco al negro”, nos decía.

“Hay pequeños detalles –confirma ahora: el año pasado venían totalmente prolijos de la escuela, conversaban antes de la comida, venían con un corte moderno de cabello, no pidieron en todo el año hojas de carpeta ni cuadernos… No pedían nada. Tampoco manuales… Las mamás vacunaban a sus hijos y los llevaban al control médico, no te pedían colchones ni sábanas como te están reclamando ahora. Es más, cuando llegaba fin de año preparábamos una bolsa con alimentos y algunas mamás, con grandeza, no la aceptaban. Esto pasó en diciembre”.

Claudia asegura que a partir de mayo “cambió todo”. Advierte que “los chicos empezaron a venir alterados porque no habían dormido bien”, que “las mamás se quedaron sin trabajo y salían a las 5 de la mañana a ver si encontraban algo en la UOCRA”, que las cooperativas no les pagaron haberes adeudados y que reciben amenazas de barrabravas para que no recurran a un abogado.

Chispita empezó a recibir nuevamente a las madres que piden leche, viandas, chapas, sábanas, almohadas, azúcar… “No damos abasto”, advierte Claudia. Y describe una vida que no es vida: personas que son víctimas de prestamistas inescrupulosos que pasan día a día a cobrar la cuota diaria; las madres que empiezan a vender cochecitos, cunitas, lavarropas, todo lo que habían comprado con esfuerzo e ilusión… Las ferias americanas son ahora un paisaje cotidiano. Se vende todo para poder pagar. “Hasta los fines de semana las garrafas tienen otro precio, son más caras. Esto es pobres contra pobres”, describe.

Chispita dejó de tener este año el apoyo psicológico que brindaba como extensión la Facultad de Psicología… “y los chicos y las madres necesitan contención”. Para colmo, “ayer se suicidó un chiquito de 21 años por depresión y esto no sale en ningún lado. Los chicos están muy mal. Los adolescentes están muy mal. Hay depresión. Hay mucho silencio en chicos que antes eran pura alegría”, se desespera y agrega: “Lo que más me preocupa es que se está naturalizando todo: ‘Ah, qué lástima… Ah, no sé cómo voy a hacer’”.

“Chispita es la Argentina”, nos dice Claudia nuevamente como en La Pulseada 94 de octubre de 2011. “Lo que pasa en el país pasa en Chispita. Vos vas a Chispita y encontrás que eso que explica Navarro (Roberto) en C5N con su énfasis, está pasando”.

 

Señales que angustian

Por Ezequiel Castro (*)

Hasta el momento no advertimos un cambio brusco en el barrio, pero hay señales que alarman. No hay gente haciendo cola para venir a pedir comida ni para anotar a los chicos pero se ha deteriorado la calidad de vida tanto de las trabajadoras como de las familias con las que venimos trabajando desde hace años. Esto se debe a la inflación y a la falta de trabajo. La gran mayoría de las mamás son empleadas domésticas en casas de clase media y ahora trabajan menos días a la semana. Y los papás, que fundamentalmente se dedican a la construcción o a hacer changas, han sufrido una disminución en sus ingresos. La AUH todavía está vigente así que todavía hay cierto colchón o aire dentro de la precariedad de la que estamos hablando.

Desde 2009, con la Asignación Universal por Hijo, notamos un cambio radical. Hasta ese momento había familias que vivían con cero ingreso monetario. Al mediodía iban a un comedor, a la tarde a otro y los fines de semana a los comedores de las iglesias evangélicas… Así se las rebuscaban. Con la AUH empezaron a resolver por su cuenta y con esos recursos cuestiones cotidianas de alimentación y de vestimenta. Y en la Casita notamos que la motivación principal para existir dejó de ser la comida.

Hoy vemos retrocesos: nos vienen a pedir leche, cosa que el año pasado no ocurría porque las salitas dejaron de dar leche. Además, hasta el año pasado el Ministerio de Desarrollo Social de Nación nos entregaba un camión enorme por mes con alimentos no perecederos y eso lo distribuíamos a las familias que dejan sus nenes en la Casita, a otra gente del barrio. Se llevaba un promedio de 10 kilos de mercadería. En noviembre del año pasado llegó el último camión. Eso era algo que nos ayudaba muchísimo. También ayudaba a las trabajadoras de las casitas que tienen un sueldo paupérrimo.

* Sociólogo de la Casa de los Bebés y coordinador de los centros de día de la Obra de Cajade

 Alto bajón

Por Tomás Bover (*)

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Foto Gabriela Hernández

En Casa Joven nos gusta festejar. Prender la parrilla o calentar la olla son buenas excusas para encontrarnos con pibas y pibes de hoy, los que pasaron, sus familias y amigos. El 9 de julio nos reunimos para festejar el Bicentenario. Los/as compañeros/as del FINES se pusieron al frente del guiso. Mientras Nancy, Verónica y Diego comandaban el destino del almuerzo llegaban los/as invitados/as y con ellos/as sus relatos. La mamá de Agustín estudia en Casa Joven, él pasa a saludar de vez en cuando y cada tanto renueva sus ganas de tocar en Alta Banda, de seguir las clases de bajo con Marcelo y de decirle a los pibes nuevos “cómo son las cosas acá”. A principios de año se quedó sin laburo, junto a otros tres pibes que crecieron compartiendo sus días con nosotros. Agustín vio cómo después de una boleta de gas impagable, la panadería, su fuente de trabajo, la que nos proveía de facturas para algunas de nuestras meriendas, cerraba. Llevaban casi dos años trabajando ahí. Ahora se busca el mango y arma un curriculum para ver si afuera encuentra algo porque en el barrio no hay nada. ¿Y las cooperativas? “Yo quiero trabajar. No quiero deberle nada a nadie, ni que tenga que darle una parte de lo mío a nadie”, responde y luego recuerda que hay una cooperativa donde “dicen” que a los pibes los tienen bien, no les piden una parte y “hasta les dan algo de comer antes de salir a laburar”. Dicho así hasta parece mucho.

Desde el depósito de la Obra de Cajade nos llama Cecilia porque llegaron zapatillas nuevas y algunas camisetas de fútbol. El panorama ahí ya es otro: cada dos semanas uno de nuestros compañeros iba con el flete a buscar mercadería para las meriendas y para las familias y cuando podíamos armábamos un bolsón para cada una. Desarrollo Social ya no nos envía los camiones con alimentos. Nos cuentan que el depósito de esa dependencia cerró… Parece que alimentar no es prioridad. Los pibes se acercan: “Pregunta mi mamá si hay mercadería”, pero se encuentran con la respuesta que no queremos dar. El relato de uno de los laburantes de aquel depósito es sobre las primeras semanas de gestión de Vidal: los funcionarios llegaban a sacarse fotos con los camiones de leche y antes de retirarse se enteraban que esa carga alcanzaba para una semana, que la provincia es enorme, que no alcanza. Al mes el depósito cerraba y sus trabajadores eran reubicados. El nuestro se vaciaba y la posibilidad de auxiliar a las familias también.

La construcción no da trabajo a los padres y hermanos de los pibes… Ya no ven salir temprano a “los grandes” rumbo a las obras. Algunos trabajan en cooperativas y otros quedan a la espera. La AUH no alcanza para alimentar a las familias y eso se nota en la Casa: desde hace algunos años los jueves abrimos para pibes de menos de 13 años, la edad de ingreso a la mayoría de las actividades que brindamos. Este año tuvimos que comprar tablones y caballetes nuevos para estirar la mesa: las meriendas que se servían para 20 o 30 ahora es para 40 y para algunos es la primera comida de su día.

Laburando desde Casa Joven vemos con preocupación que las familias nuevamente caen en situaciones de exclusión que, anhelamos, no se instalen ni familiaricen, para no dejar de conmovernos y luchar por un país con infancia.

(*) Coordinador de Casa Joven

 

Las Casitas

Casa de los Niños “Madre del Pueblo”

6 y 602

Nació el 21 de septiembre de 1996

Lunes, miércoles y viernes de 8 a 15.30

Atiende 70 chicos de 6 a 12 años

Trabajan 7 personas

Sueldo: Entre 1.700 y 2.500 pesos

 

 

Casa de los Bebés

4 entre 601 y 602

Nació el 29 de octubre 1999

Lunes, miércoles y viernes de 8 a 14

Atiende 63 bebés de 0 a 5 años

Hay 20 bebés en lista de espera

Trabajan 12 personas

Sueldo: alrededor de 2.500 pesos

 

 

Chispita

151 entre 70 y 71

Nació el 14 de agosto de 1998

Lunes, miércoles y viernes de 8.30 a 16.00

Atiende 50 chicos de 4 a 13 años

Trabajan 10 personas

Sueldo: Entre 1.700 y 2.500 pesos

 

Casa Joven

97 entre 6 y 7

Nació el 25 de octubre de 2009

Lunes a viernes de 14.30 a 18

Martes y jueves hasta las 21 por el FINES 2

Asisten 50 adolescentes

Actividades: taller de música, textil, audiovisual, informática, recreación, juegos y manualidades, batucada, cocina

Trabajan 18 educadores (no asisten todos los días)

Sueldo: alrededor de mil pesos

 

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2 commentsOn El país desde las casitas de Cajade

  • Defender al menos peor? Cuando tenes hambre lo terminas haciendo, pero los periodistas de esta revista podrían tener un poco mas de dignidad y hablar con propiedad de la realidad actual y la pasada.

    • Con la dignidad y honestidad que hemos tenido siempre, publicamos todas las opiniones recibidas. Muchas gracias.

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