Teatro en Venezuela. Un arma cargada de futuro

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En Venezuela la mayoría sigue siendo socialista y Maduro gobernará hasta el 2019

El director teatral venezolano Carlos Arroyo pasó por La Plata en septiembre de 2007, presentó su obra “A tu memoria”, interpretada por Aníbal Grunn, y disertó sobre el papel del teatro en la revolución socialista bolivariana en ese momento en su país.

Por Lalo Painceira

Nota publicada en La Pulseada Nº 53 de septiembre de 2007

Venezuela vive el proceso de revolución bolivariana, el tránsito a un socialismo nacional con tintes populistas (desde Ernesto Laclau el populismo dejó de ser un término peyorativo) y con un perfil latinoamericanista, como reclamaron en otros tiempos revolucionarios y teóricos de la altura de Mariátegui. Aunque lo latinoamericano contiene también la sobriedad chilena-argentina-uruguaya, el proceso venezolano tiene el ritmo caribeño que impone la personalidad avasallante y contundente de su conductor, el teniente coronel (retirado) Hugo Chávez Frías. Pero como todo cambio y toda revolución a favor de los sectores más postergados, el tránsito no es sencillo, genera adhesiones, conflictos y oposiciones férreas, sobre todo cuando se lesionan intereses poderosos, aquellos que siempre se habían beneficiado con gobiernos serviles.

En esta Venezuela, dividida tajantemente en dos, a la capa social que conforman intelectuales y artistas le queda pasar a la oposición o comprometerse y adherir al proceso revolucionario. No cabe la neutralidad.

Como ha sucedido en las revoluciones de Cuba y en la del Chile de Salvador Allende, la cultura conforma un eje fundamental en el proceso venezolano, pero con una diferencia a su favor: cuenta con recursos, con muchos recursos. Buena parte de ellos fueron volcados en las áreas educativas y culturales, incluyendo la televisión. Porque para toda revolución, se trata de una inversión, a diferencia del neoliberalismo, que pretende extraer ganancia o sino, las privatiza, como si la educación y la cultura no fueran parte de las obligaciones del Estado.

Este es el marco que permite evaluar con mayor justeza lo que está sucediendo específicamente en el teatro venezolano, panorama que brindó con precisión el director Carlos Arroyo, integrante del movimiento escénico de ese país que visitó recientemente La Plata, convocado por el Instituto Cultural de la Provincia a través de la Comedia bonaerense, que dirige la platense María Ibarlín.

Antes quizás convenga agregarle a este prólogo dos vivencias. Una corresponde a Alejandro Malowicki, director de cine argentino (“Pymes” y filmes dedicados a los niños), que está entre quienes entienden el arte a la manera sartreana del compromiso. Hace pocos días visitó La Plata y venía militantemente esperanzado. “Vuelvo feliz de Venezuela –dijo exultante-, en donde se vive un proceso de cambio a favor de las clases populares y de crecimiento, realmente apasionante”. Y lo dice totalmente convencido. “Tienen plata y el Estado la vuelca en arte, televisión y en la formación de profesionales y técnicos vinculados a ambas expresiones, especialmente en un proceso educativo dirigido a los sectores más postergados, abriendo centros y canales de televisión en los barrios más carenciados”. Y no tiene que sorprender. La revolución socialista en el país de Bolívar, la primera en el mundo impulsada por un hombre de fe, por un cristiano, sostiene como ejes fundamentales de transformación de la realidad social, además de la salud, la vivienda digna y los servicios esenciales, la alfabetización y las expresiones culturales y artísticas. Y una de ellas, es el teatro.

La última vivencia: en tiempos de exilio a causa de la dictadura, muchos argentinos anclaron en Venezuela. Uno de ellos fue Juan Carlos Gené, maestro de la escena nacional, también profundamente cristiano, quien estuvo vinculado a La Plata y a la formación del teatro independiente de nuestra ciudad a partir de la Escuela de Teatro de la Universidad, que en aquél entonces, comienzos de los agitados años 60, funcionaba en la Escuela Superior de Bellas Artes, hoy Facultad. Gené, una de las piedras angulares del teatro argentino de la segunda mitad del siglo XX, empezó a escribir teatro durante su exilio en Venezuela, país en donde fundó el Grupo Actoral ’80. Antes había realizado una versión de “El Herrero y el Diablo”, nada más. “En Venezuela, en los dieciocho años que estuve, estrené una obra cada dos años, porque necesitaba alimentar la dramaturgia del grupo que había creado y porque tenía que escribir para esos actores”, manifestó en una entrevista. Una de esas obras es “Golpes a mi puerta”, que mostró en el viejo Teatro Ópera de La Plata, en julio de 1985, y en donde plantea, precisamente, el vínculo entre revolución y fe en la realidad latinoamericana, a través del compromiso radical del sector de la Iglesia Católica que encarnó la opción por los pobres.

Después de estos apuntes previos, la transcripción de los aspectos salientes de la charla de Carlos Arroyo.

Llevar el teatro a todos

“Hay que definir claramente que en Venezuela, a partir del año 1998, con la elección del presidente Hugo Chávez Frías, la vida política dio un viraje de 180 grados. La vida cultural también, lo que nos ha planteado una revisión profunda, con mucha discusión, con muchos acuerdos y también algunos desacuerdos. Esta nueva realidad que vivimos en Venezuela con la revolución bolivariana, nos hace estar en una discusión permanente, en el día a día, donde hay coincidencias, pero también reconocimiento de algunos pasos que se habían dados y que no eran los correctos. Por lo tanto, se retrocedió para volver a empezar nuevamente”. Así definió Carlos Arroyo el clima de cambios y el debate cultural abierto que vive su país.

Siro Colli, director artístico de la Comedia provincial, había presentado previamente a Arroyo informando que era el conductor de la Compañía de Teatro Estable de Portuguesa y el director del Festival de Teatro de Occidente, que todos los años se lleva a cabo en Venezuela. Explicó que con su presencia se aspiraba a establecer e instalar a la Comedia bonaerense como un ámbito que posibilite el intercambio con el teatro latinoamericano. Señaló que, además de presentar una obra en nuestra ciudad y en Tandil, la Comedia lo había invitado para que reflexionara sobre el momento que está viviendo el teatro venezolano “en esta etapa muy particular desde el punto de vista político y económico de Venezuela y que, seguramente, debe tener su impacto y sus transformaciones también en el ámbito teatral”.

Arroyo remarcó la complicación que conlleva la adaptación de las producciones teatrales a la nueva realidad. “Tenemos una complejidad muy particular desde el 98 en adelante. En el área de cultura, la línea maestra actual del gobierno nacional es la masificación del acceso a los bienes culturales. En términos generales, esa es la línea maestra aunque hay experiencias puntuales en teatro, danza o música en las que este objetivo no se cumpliría totalmente. La propuesta es que la mayoría del pueblo tenga acceso a los bienes culturales y para ello se ha implementado una serie de mecanismos”.

Luego aclaró que “este proceso, que lleva algo más de 8 años, se ha ido dando paulatinamente. Entramos directamente a esa realidad con el ministro Alejandro Armas, quien encarnó una especie de gestión de transición y revisión entre lo que fue el proceso del sistema imperante anteriormente y esta Quinta República. La segunda gestión estuvo a cargo de un artista plástico, un pintor muy reconocido en Venezuela, en donde se agudiza la presencia estatal en la actividad cultural. Empiezan, de alguna manera, a democratizarse las estructuras culturales que, si bien eran financiadas absolutamente por el Estado, y muy bien financiadas, eran conservadas como propias. El caso más sonado fue el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, que posee obras muy destacadas y que había sido manejado siempre de manera particular. El gobierno decidió establecerse directamente: si la infraestructura era de él, si los recursos económicos con los que se compraban las obras eran de él, ¿por qué razón no tomar posesión directamente de esos mecanismos? Estoy hablando de los picos, de las cosas más altas que sucedieron en ese proceso”.

“Ahora tenemos al ministro Francisco Sexto, quien ha acentuado la línea de la masificación. Él dice que los 24 millones de venezolanos tienen que tener acceso a los bienes culturales, ésa es la frase que más repite. Creó una estructura muy particular: dividió el ministerio en ocho sectores que de alguna manera ya estaban establecidos; se crearon nuevas direcciones, entre ellas de teatro, de danza, de museos y una de música filarmónica. Pero todos dependían del presidente del CONAC (Consejo Nacional de la Cultura) o del Ministro. Estas plataformas ahora son autónomas, o sea, el ministerio distribuye los recursos a cada una de estas plataformas, pero cada uno de ellos tiene administración y ejecución propias dentro de los márgenes trazados por la política nacional. En el caso del teatro, se transformó en el Instituto de Artes Escénicas y Musicales (IAEM). Este organismo se encarga de todo lo que tiene que ver con la música, la danza y el teatro. Lo dirige la Licenciada Silvia Díaz Alvarado. El IAEM reúne lo que eran las direcciones generales sectoriales de danza, música y teatro que pasaron a ser secretarías y se agregó la de circo y cumplen más o menos funciones parecidas a las que ya tenían. Pero la independencia con respecto a los presupuestos, los planes de ejecución, a los proyectos anuales es más fácil, porque ya no se debe pasar por la estructura burocrática de aprobación del ministro y toda esa estructura que es propia de los aparatos burocráticos. Eso ha sido un gran hallazgo”.

Explica el director venezolano que “lo central pasó fundamentalmente por el diseño y la implementación de una serie de eventos nacionales e internacionales que tienen la intención de lograr el objetivo que el ministro plantea sobre la base de la masificación del acceso a los bienes culturales. Por ejemplo, a través de festivales de las canciones del bolero o del Festival de la Canción Comprometida. También desde el Festival Internacional del Muñeco, el Encuentro de Filósofos y otras celebraciones que suman un total de cuarenta y dos. Todas se realizan anualmente y a nivel nacional. Todos los años, desde hace tres, la idea es que estos festivales y encuentros nacionales e internacionales se desarrollen en municipios desasistidos, para obligar de alguna manera a la revisión de la infraestructura, al acceso de otras comunidades que no tienen igualdad con las capitales. Así como Caracas centraliza todo lo que tiene que ver con el país, en las regiones, como en el caso de Portuguesa, la capital del estado centraliza todo lo que tiene que ver con la región. Se ha priorizado, con muchos inconvenientes, la posibilidad de que la cita no vaya donde la infraestructura ya exista o está medianamente consolidada, sino que se pueda trasladar a una ciudad como Guaranisto, localidad que puede tener 30 o 40 mil habitantes. El hecho de forzar esa realidad en ese lugar, va a generar el desarrollo de la infraestructura y de otras actividades y el impacto en un público al que no le es cotidiana la posibilidad de ir al teatro”.

“Es una experiencia muy particular; no quiero decir que funciona a las mil maravillas, ni que sea el único camino. Son sólo experiencias que hemos ido practicando, haciendo y deshaciendo, en medio de ese panorama político tan particular que estamos viviendo en Venezuela, en función de la construcción de la propia realidad, de un filón político particular que pueda permitirnos ese sueño romántico que algunos hermanos tienen de que haya menos pobreza, que haya más educación, mejor salud y que vivamos en un lugar en donde se pueda amar y trabajar en paz”.

Nuevos espacios

Arroyo cuenta algo que genera sana envidia: “ahora hay un plan, el de las salas concertadas, con el que se está instrumentando la posibilidad de que en cada estado haya entre cinco y diez espacios posibles para el desarrollo teatral; algunos son teatros, otros son galpones y otros semi-conchas acústicas. También suele haber pequeños escenarios que no tienen ni siquiera pared -el piso de cemento, directamente-, que se transforman en salas concertadas, donde se pueden desarrollar no sólo los festivales mencionados, sino también establecer circuitos para el teatro venezolano, para que pueda salir de su región, de su lugar de costumbre. Porque uno se acostumbra a su lugar, a sus luces, a sus espacios, a cómo entrar y salir, cómo resolver estos espacios. Cuando se entra directamente en giras, uno va encontrando distintos inconvenientes con los espacios. Crear este nuevo circuito es un proyecto que se efectúa mediante un convenio con España y que se enmarca en ese concepto de masificación. Así están los festivales, como es el del Oriente y Occidente, que son dos de los encuentros más importantes del interior venezolano; hay otros festivales importantes también: el Encantado, el de Puesto Ayacucho, el de Barcelona, que tienen 30 y 25 años. Transformarlos en una línea estratégica fue una misión para el país. Al Festival de Oriente le corresponde manejar dos estados del oriente del país. Eso, por supuesto, es forzar la realidad para que suceda. Y más o menos en eso andamos en esas posibilidades de masificar el espacio, que no sean las capitales de esos estados en donde se desarrolle el festival, sino en un proceso de municipalización que tiene la intención de que llegue a ser de parroquias”.

«A tu memoria» Interpeteación: Aníbal Grunn Vestuario y sastrería: «Extra Moda» Arreglos y efectos de sonido: José Graterol Pintura de telón: Mauro Soto Escenografía: Williams Ocanto Iluminación: Kelinson Barrios Musicalización: Yanmar Rojas Diseño de escenografía y vestuario: Manuel Manzanilla Asistente de dirección: Yanmar Rojas Producción: Julián Ramos Dirección General: Carlos Arroyo

Este trabajo de extensión y creación de nuevos espacios, se abre a escenarios no tradicionales con la intención de formar público nuevo. “Es una obligación ir a los colegios y empezar a manejar la posibilidad de captación de público a través de la formación, con herramientas como el teatro. Para eso hay que ver cuáles son las formas más convenientes o posibles para poder captarlos como publico y qué es lo que les interesa para ir a una sala. Es una especie de diagnóstico que se hace a nivel nacional, a través de la utilización de los grupos de teatro, de danza y de música. Éstas son más o menos las líneas que el país está siguiendo desde el año ‘98, aunque a partir del 2004 ya las está persiguiendo con mayor firmeza y claridad respecto de cuál puede ser la importancia del teatro en lo que nuestro Presidente ha denominado la construcción de la revolución y del socialismo del siglo XXI”.

Carlos Arroyo habló de un arte comprometido, como siempre lo está, aunque quienes se comprometan con la burguesía se evadan escondiéndose detrás de la palabra “libertad”. Pero como asegura Sartre, la libertad es siempre compromiso, coincidiendo con el concepto cristiano de la libertad.

La obra de arte siempre es hija de su tiempo, se quiera o no, y el artista también. Hay un poema muy bello y contundente de Gabriel Celaya al que Paco Ibáñez hizo canción. Se llama La poesía es un arma cargada de futuro y dice así:

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto adentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

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