Santiago Leguizamón, un periodista en la frontera

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118-LeguizamonDenunciaba corrupción, contrabando y narcotráfico entre Paraguay y Brasil. El 26 de abril de 1991, justo el Día del Periodista en ese país vecino, sicarios lo acribillaron en la localidad de Pedro Juan Caballero. A 23 años del crimen, su hijo Dante denuncia ante La Pulseada que la impunidad del caso y los hechos que investigaba están vigentes.

Por María Laura D’ Amico

El 26 de abril de 1845 se editó por primera vez, en una imprenta llevada desde Río de Janeiro, El Paraguayo Independiente. Fue el primer periódico que hubo en tierra guaraní y por eso el 26 de abril se celebra en ese país el Día del Periodista. En 1991, 146 años después, la fecha se cargó de un nuevo contenido cuando Santiago Leguizamón murió al recibir más de 20 balazos. “Es el primer caso de un periodista asesinado post dictadura y podría hacerse un paralelismo con (José Luis) Cabezas —compara en diálogo con La Pulseada su hijo Dante— aunque es diferente porque Paraguay es una sociedad mucho más chica”.

Santiago nació en 1950, estudió Comunicación en la Universidad Católica de Asunción, se dedicaba al periodismo e integraba el elenco de Teatro Laboratorio. En 1974 se casó con Ana María Morra y al año siguiente junto a sus hijos, Raquel, Dante, Sebastián y Fernando, huyendo de la dictadura stronista —que duró hasta febrero de 1989— se instaló en Pedro Juan Caballero, una localidad pequeña en el departamento de Amambay, que limita con la brasileña Ponta Porã. Pedro Juan —como le dicen los lugareños— era por entonces tranquila y de difícil acceso; de la capital está a unos 550 kilómetros y a entre 18 y 20 horas por tierra. La población es sobre todo campesina o indígena, y fue allí donde Santiago instaló la emisora Mburucuyá, copiando la experiencia de las radios comunitarias que hasta entonces sólo existían en Asunción. Desde esa frontera caliente investigaba hechos de narcotráfico, corrupción y contrabando que implicaban a las más altas esferas del poder político.

“Tenía la radio y tenía un programa en particular, que se llamaba Puertas abiertas, donde estaba abierto el micrófono para cualquier persona —cuenta Dante—.  Él lleva de Asunción una experiencia de radio que antes no se hacía, con mucha presencia en la calle y en las comunidades, que ahora es muy común pero en esa zona y en ese momento no”. Santiago era corresponsal del ya desaparecido periódico Noticias, colaboraba con la radio Ñanduty, de su amigo Humberto Rubín, hacía informes televisivos en canal 13 y escribía con seudónimos en Última hora y ABC Color, donde denunciaba por ejemplo las ingratas condiciones de vida de los campesinos y de los indígenas, la falta de distribución de la tierra y de la riqueza, entre otros problemas hoy vigentes.

En una nota publicada en Noticias el 23 de septiembre de 1990, Santiago escribió: “Debe cambiar radicalmente la forma de encarar soluciones para los campesinos sin tierra del Paraguay (…). La poderosísima presión que fueron recibiendo de terratenientes y autoridades corruptas durante muchos años de protección a los capitalistas y sinvergüenzas especuladores, los arrojó a  esa situación que urge un sistema totalmente diferente y agresivo para la solución de los distintos conflictos. Todos saben de las tierras malhabidas, y todos saben las causales de la situación reinante, y nadie asume definitivamente la posición que ineludiblemente debe esgrimirse. Deben recuperar las tierras los que son sujetos de la reforma agraria, deben ser despojados los que ocupan tierras que fueron  fiscales y nunca debieron ser puestas a su nombre”.

Otro artículo, en octubre de ese mismo año, denunciaba el contrabando de madera y expresaba su preocupación por el medio ambiente, otro tema que lo inquietaba: “En realidad debe haber detrás fuerzas muy poderosas para que la devastación no llame la atención de los que están en el Gobierno”. Más tarde, comenzó a enfocarse en casos de narcotráfico y contrabando que involucraban al entonces presidente de la República, Andrés Rodríguez Pedotti. “Rodríguez era compadre de Alfredo Stroessner y pasa a ser el cabecilla importante del narcotráfico y el contrabando después de la muerte del general Patricio Colmán —afirma Dante, que es abogado, se dedica a derechos humanos y busca junto a su familia difundir esta historia—. Rodríguez era compadre de Fahd Yamil, en ese momento el capo mafioso del norte. Mi papá, Santiago, lo que hacía era denunciar contrabando y narcotráfico, sobre todo a Fahd Yamil”.

El periodista molestoso y las muertes

Al tiempo que intensificaba sus denuncias, Santiago comenzó a ser advertido por una persona cercana a Yamil que le filtraba información: el poder político lo buscaba para matarlo. Él desestimaba las advertencias y tomaba precauciones mínimas con relación al enemigo que enfrentaba. “Yo era chico, llegaba a casa y había un ropero frente a la ventana y un tipo armado afuera. De pronto yo decía: ‘¿Por qué está el ropero ahí?’. Y él decía: ‘Porque entra mucho fresco a la mañana’. Yo tenía 10 o 12 años y no conocía muy fuertemente el trabajo que él hacía. Ni yo ni mis hermanos”, recuerda ahora Dante.

A mediados de abril de 1991 Santiago recibió otra amenaza de muerte. El 26 de abril, luego de su columna en Ñanduty, Humberto Rubín y Santiago se quedaron conversando. Allí Humberto le pide por favor que se cuide; han dicho que lo van a matar. Santiago se ríe y le pregunta: “¿Todavía querés que me cuide? ¿Vos escuchaste algún dato importante por ahí?”. “Sí, sí”, responde Rubín.

En la grabación se oye que Santiago se vuelve a reír y que Rubín está seriamente preocupado y se molesta porque no es tomado en serio. Ahí es cuando Santiago pronuncia la famosa frase que lo trasciende: “Hay dos clases de muerte, Humberto. Una es la muerte material, la muerte física. Y otra es la muerte cuando uno abandonó la ética y la voluntad de trabajo”. Y se despiden.

Ese mediodía Santiago se iba a quedar en la radio pero un amigo que tenía una churrasquería en el lado brasileño lo invitó a almorzar por el Día del Periodista. Santiago salió en su auto por la avenida principal, Rodríguez de Francia, con su secretario, Baldomero Cabral. Al llegar a la intersección con Brasil, un auto los encerró, un hombre bajó y empezó a disparar. “El primer tiro de escopeta que le disparan le aciertan en el ojo. Ahí es cuando Cabral trata de sacar la pistola de la guantera y mi papa en guaraní le dice: ‘No, no, corré que a mí ya me agarraron’”, reconstruye Dante. “Carapé —así lo apodaban a Cabral— corre dos cuadras y se mete en una casa. Ahí salen tres sicarios y le disparan 22 o 24 balazos a Santiago”, narra Dante, como si relatara una muerte lejana.

“Esas cuatro personas fueron en su momento detenidas. En cárcel brasileña por otros motivos, dijeron: ‘A nosotros nos pagaron el hijo y los sobrinos de Yamil’. Había una versión de que Yamil no sabía y que los sobrinos le querían hacer un regalo matándole al periodista ‘molestoso’. Yo no creo eso. Creo que Yamil claramente sabía lo que estaba haciendo –analiza Dante—. Querían mostrar algo contundente pero les salió el tiro por la culata porque con el tiempo Santiago se convirtió en algo muy fuerte”.

La causa y la foto

Tras la muerte de Santiago hubo una investigación judicial que no logró esclarecer qué pasó ni dar con los responsables. En 2007 la Sociedad Interamericana de Prensa hizo una presentación ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso Leguizamón. En la web de la SIP se lee: “El proceso judicial estuvo caracterizado por la lentitud, las irregularidades y la ineficacia. En 2002 fue archivado el caso, nadie fue condenado. El crimen permanece impune”.

“El proceso penal fue una mentira gigante”, señala Dante y cuenta que tras el asesinato, él y su familia fueron a buscar las pertenencias de su padre a la radio: “Nosotros sabíamos que había cosas delicadas. Papá estuvo un par de veces en Estados Unidos, supuestamente tenía un contacto en la DEA (la Administración para el Control de Drogas). Le daba algunos datos y como que estaban colaborando con algún tipo de investigación con él”, apunta. Agrega: “Lo complejo fue que después de nosotros llegaron los militares a la radio y le empezaron a pedir una documentación a mamá. No me acuerdo de qué documentación era exactamente, pero mi mamá le dice ‘bueno, yo no sé dónde está, tendría que buscarlo’. Y ellos le dicen ‘en el segundo cajón tenés una copia’. O sea, habían dado vuelta la radio y habían sacado lo que tenían que sacar”.

Cuando se cumplieron 20 años de la muerte de Santiago, el periodista Vicente Brunetti, compañero en la carrera de Comunicación y unido a él por una amistad de años, escribió un artículo para el periódico E’a titulado “Asesinato de Santiago Leguizamón, infiltración del narcotráfico en el Gobierno y la herencia inescrupulosa de la dictadura”. Ahí cuenta que hacia noviembre de 1990 Santiago tenía una fotografía donde se veía a Fahd Yamil y Andrés Rodríguez junto al jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, y a una persona de la DEA que no se sabe quién era, si estaba infiltrada o aportaba información.

“Mirá, vos que siempre andás escudriñando cabos sueltos…, acá tenés un General para tu banco de datos”, dice Brunetti que le dijo Santiago. Ana María Morra, la esposa de Santiago, confirmó la existencia de la foto en una entrevista realizada por el periodista argentino Jorge Elías para la investigación de la SIP, y señaló que “iba a revelarla a la vuelta de un viaje a Europa” que finalmente no se concretó. “Teóricamente ésa es la foto por la cual a él lo matan. Esa foto se la llevaron los militares y no la pudimos recuperar”, señala Dante a La Pulseada.

Al hijo de Santiago le preocupa que la red que vincula narcotráfico y poder político parece no haberse modificado demasiado. “Cuando lo matan, el actual presidente de la República, Horacio Cartes, estaba destinado a Pedro Juan Caballero como prestanombre del presidente y compadre de Fahd Yamil”, asevera. Con su familia, Dante exige al Estado el fin de la impunidad como una obligación para con la sociedad: “Nosotros asumimos ese compromiso no porque a nosotros nos devuelvan algo, sino porque estaría bueno poder decir que los responsables del asesinato de Santiago tienen que ver con Yamil, Andrés Rodríguez, y eso toca al actual presidente. Estaría re bueno que un poder del Estado diga eso —concluye—: La reparación real es poder decir quién fue y poder sacarte las restricciones de decir efectivamente cómo fue. Después de 23 años vemos la necesidad de rescatar sus valores, la memoria, lo que él hizo, lo que escribió y su lucha, porque sigue vigente como nunca, en Paraguay sobre todo”.

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