“Nuestra problemática es feminizada y eso explica el uso del lenguaje”

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En abril pasado, Graciela Collantes, dirigente de AMADH, participó en el Primer Congreso de Lenguaje Inclusivo y esa fue la excusa para contar su experiencia en territorio con las mujeres pobres y en situación de prostitución. En diálogo con La Pulseada, explica la postura abolicionista frente al trabajo sexual.

Por Mónica Cofré
Fotos Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires

“Celebramos que en este contexto socio político adverso las nuevas generaciones estén instalando y priorizando el debate en torno al lenguaje inclusivo”

“Somos una organización social con una historia particular que explica nuestro nombre y no cambiarlo no significa negar el lenguaje ni las diversidades. Nosotras creemos que a las organizaciones sociales que trabajamos en territorio todavía nos falta poder ampliar el debate. No podemos negar que un lenguaje inclusivo que nos represente a todas/es y el respeto por la diversidad es fundamental pero tenemos otros tiempos y otras prioridades. Por ejemplo, todavía luchamos para que autoridades nacionales e internacionales se dejen de referir a ‘los travestis’ en masculino”, expone Graciela Collantes, representante de la Asociación de Mujeres por los Derechos Humanos (AMADH) en el debate del Primer Congreso de Lenguaje Inclusivo organizado por la Defensoría de la Provincia de Buenos Aires y la UNLP con el lema “Desde la @ interviniendo la escritura al todes como forma de organizarnos”.

Por estos debates, que se dan en el ámbito académico, entre los alumnxs o asistentes a congresos, seminarios, jornadas, se suelen ver rostros atentos, inquietos, pensativos, no convencidos, convencidos y hasta acalorados. Es que se ponen sobre la mesa temas que involucran diferentes formas de ver las sociedades, puntos de vista extremadamente diferentes y, a veces, no tanto. Pero pocas veces, se ven rostros emocionados hasta las lágrimas. Cuando entre el público de un aula de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, además de la voz de la panelista, se escucha que alguien solloza, está pasando algo diferente.

“Nuestra prioridad no es el lenguaje sino la búsqueda y exigencia al Estado de políticas públicas para las niñas, mujeres, trans y travestis y el reconocimiento de la emergencia de género”

Graciela fue una de las invitadas a la mesa “Territorios y luchas sociales” del Primer Congreso de Lenguaje Inclusivo y compartió el panel con otros militantes de organizaciones sociales. Eso la hizo sentirse más cómoda, sin embargo ella siguió sintiendo que este ámbito no era su territorio, ni su tema y lo aclaró cuando tomó la palabra como ya lo había hecho desde que recibió la invitación a participar. Una de sus compañeras, una mujer sobreviviente –como ella– de la prostitución, fue la que la acompañó a la charla, se sentó entre el público y cuando la escuchó, se emocionó.

“Celebramos que en este contexto socio político adverso las nuevas generaciones estén instalando y priorizando el debate en torno al lenguaje inclusivo. En AMADH trabajamos con una población que es un 90% mujeres y niñas, que han sido víctimas de redes de trata para la prostitución. Nuestra problemática es feminizada y eso explica nuestro uso del lenguaje en el genérico femenino”, presentó su postura Graciela ante un público que escuchó atentamente mientras otra de sus compañeras repartía un tríptico con la información acerca del trabajo que llevan adelante desde la organización de Derechos Humanos. AMADH: mujeres con voz atiende en su sede de Bartolomé Mitre 2815, (4 piso, oficina 40 en el barrio de Once) en Buenos Aires, desde 2008. Cinco años antes habían decidido desvincularse de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR Capital) porque consideraban que la prostitución no es un trabajo. Por lo tanto, dicen, las personas en esa situación necesitan políticas públicas de promoción de derechos y oportunidades laborales que les permitan el acceso a una vida libre de violencia.

La lucha frente a la persecución policial a las que se somete a las mujeres a partir de la aplicación de códigos contravencionales y normativas vigentes en Argentina que penalizan a las personas que ejercen la prostitución la había unido a un grupo de mujeres que se organizaron en el marco de la CTA. Sin embargo, la divergencia irreconciliable en cuanto a la postura abolicionista frente a la prostitución por considerar que no se trata de un trabajo sexual ni ellas son meretrices contra la postura regulacionista o reglamentarista (ver recuadro), las llevó a conformarse en una asociación independiente.

Graciela estudió Periodismo en la Asociación Madres de Plaza de Mayo y es miembro de la Red Par de periodistas en red por una comunicación no sexista. En 2013 AMADH, la organización que preside recibió el premio “Raquel Liberman” con el que el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires reconoce a las ONG´s que trabajan contra la violencia de género. Por su activa militancia es invitada a participar en diversos paneles y jornadas. En febrero pasado viajó a Madrid a las Jornadas “Avances y retos de futuro en la lucha contra la explotación sexual”, organizadas por la Coalición contra el Tráfico de Mujeres (CATW por sus siglas en inglés) y la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres.

Su experiencia personal como sobreviviente de las redes de trata de personas hace que su convicción de enfrentarse a un sistema prostituyente plagado de prejuicios, complicidades y negacionista sea inquebrantable. “Ahora remo con tres”, dice desde Tucumán, su tierra natal. Nació su segunda nieta, ahora además de su hija y su nieta de 10 años, su familia creció con una nueva integrante.

–¿Qué mitos son los más aferrados en la sociedad argentina acerca de la prostitución? –preguntó La Pulseada.
–Los mitos los podemos ver en estas remanidas frases: “Les gusta la plata fácil”, “lo hacen porque les gusta”, “el oficio más viejo del mundo”, “si no existiera la prostitución habría más violaciones”, “la prostitución es una elección libre”, se trata de “mujeres de vida alegre”.

“No existe una prostitución buena, otra mala. Muchas mujeres, travestis o trans sobreviven dela prostitución y en su mayoría sienten que no tuvieron otras oportunidades”

–El debate en el Congreso Nacional acerca de la Interrupción Voluntaria del Embarazo puso en el tapete la reflexión en la sociedad sobre la libertad de las mujeres de decidir sobre el propio cuerpo. ¿Creés que este momento histórico también pone en discusión ciertas ideas acerca de los roles de género?
–Nuestra sociedad está fuertemente influida por las creencias religiosas, por el sistema patriarcal y este sistema también está presente en la salud sexual y reproductiva y muy especialmente en temas como el aborto. Los impedimentos legales nunca han hecho que las mujeres dejen de interrumpir embarazos no deseados, simplemente lo que hace la penalización es una visión clasista ya que las que mueren son las mujeres pobres. Las mujeres más acomodadas o más formadas nunca han dejado de abortar simplemente está instalado en el orden de lo moral, lo han hecho en clínicas donde por dinero su vida es cuidada con procedimientos adecuados. Abortar en un hospital equipararía esta desigualdad, respetando el derecho de toda mujer a decidir sobre su maternidad. En cuanto a los roles de género es cierto que serían interpelados por la interrupción legal del embarazo pero cambiar lo cultural debe ser iniciado por la Educación Sexual Integral (ESI) para que la niñez pueda conocer los cuerpos, su funcionamiento, su cuidado para prevenir abusos y embarazos no deseados. Y apuntar a sociedades que respeten los derechos humanos de las humanas.

–Por tu trabajo en territorio ¿cuáles son los sectores más resistentes al cambio en cuanto a la concientización social acerca de la explotación sexual que significa la prostitución?
–Creo que todavía falta desarmar la cultura machista que es el primer opositor, mostrando una gran resistencia y se esconde detrás de los argumentos discriminatorios hacia las mujeres. Hay que tomar conciencia que el sistema de la prostitución es muy violento. No existe una prostitución buena, otra mala. Muchas mujeres, travestis o trans sobreviven de la prostitución y en su mayoría sienten que no tuvieron otras oportunidades. Hace falta diseñar políticas públicas específicas de prevención y de inclusión en el trabajo formal, salud y educación para este colectivo.

“En AMADH trabajamos con una población que es un 90% mujeres y niñas, que han sido víctimas de redes de trata para la prostitución”

–¿Qué te sostiene para seguir adelante?
–Nuestra prioridad es la búsqueda y exigencia al Estado de políticas públicas para las niñas, mujeres, trans y travestis y el reconocimiento de la emergencia de género por el alarmante número de femicidios y travesticidios. Las mujeres con las que trabajamos son pobres, sin escolarizar y nuestra lucha es para lograr que ellas accedan a los derechos que les han sido vulnerados: la educación, la vivienda y el trabajo.


Las tres posturas

Existen tres posturas o criterios normativos radicalmente diferentes acerca de la prostitución: el reglamentarismo, el regulacionismo y el abolicionismo. En Argentina el reglamentarismo se implementó en prácticas estatales de control policial-sanitario sobre las mujeres que ejercían el trabajo sexual especialmente sobre las más pobres y vulnerables. Fue un modelo discriminatorio y misógino porque ponía el foco en las mujeres como agentes propagadores de enfermedades venérea y no en los varones prostituyentes. Además, alimentó el estigma que pesaba sobre estas mujeres, todo en elmarco de una política de control de la sexualidad.

El regulacionismo, por otro lado, entiende a la prostitución como un trabajo y por ello exige la intervención del Estado para el reconocimiento de derechos laborales y de seguridad social de quienes ejercen el trabajo sexual. El abolicionismo, en tanto, ve a la prostitución como una de las formas de la subordinación patriarcal. Desde el feminismo que defiende el abolicionismo hay una postura de solidaridad con las mujeres prostituidas como víctimas de una sociedad patriarcal en la que los varones se ubican culturalmente en una posición hegemónica por encima de las mujeres en los diversos ámbitos de la sociedad.

Desde el abolicionismo se busca visibilizar la responsabilidad de los varones prostituyentes, ya que se entiende que esta forma de desarrollar su sexualidad no sólo afecta a las personas prostituidas sino a ellos mismos y al conjunto de la sociedad dada la reproducción de un imaginario social que legitima el dominio, la explotación de unos sobre otros.

En 1957 Argentina adoptó el sistema abolicionista en consonancia con los Convenios de la ONU y comprometió al Estado a no perseguir a las personas en situación de prostitución ni registrarlas por esa condición ni exigirles ningún tipo de examen médico. El Estado debe, en cambio, perseguir a proxenetas y tratantes que se benefician de la explotación sexual. Aunque parezca mentira aún están vigentes estos compromisos. Sin embargo, la prostitución y los casos de trata de personas aumentan en el país y no se persigue a los explotadores.

“Nosotras como sobrevivientes pensamos que hay que deconstruir toda cultura machista en la que a las mujeres se nos ha puesto en determinados roles y si sos mujer pobre y vulnerable una de las opciones que se te presentan, ulturalmente, es la prostitución. Dentro del abolicionismo también se cuestiona al prostituyente pero no a nosotras, las sobrevivientes, porque para muchas mujeres en situación de prostitución sería cuestionar la única fuente de ingresos que tienen”, firma Graciela Collantes, marcando una difrencia también al interior de la postura abolicionista a la que adhiere. “Como AMADH centramos nuestro trabajo en los sectores más empobrecidos de la sociedad. El regulacionismo siempre intentó separar la prostitución de la trata y no se puede porque el 90% de las mujeres a partir de la prostitución son captadas para ser trasladadas a Europa que es donde se recauda más dinero. La crisis económica de la Argentina hoy lleva a que haya más mujeres explotadas por el sistema prostituyente”, asegura.

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