Los fantasmas de la ópera

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Cansados de cantar para pocos, para los mismos, para los “habitués”, un numeroso grupo de integrantes del coro del Teatro Argentino de La Plata decidió salir a otros ámbitos a mostrar lo que hace, derribar prejuicios y lograr que la ópera pueda ser disfrutada por todos.

Por Carlos Sahade

El primer paso lo dieron en diciembre pasado en la Parroquia Sagrado Corazón de 149 y 65, como parte de la fiesta de fin de año que organizó Chispita, la casa de día de la Obra de Cajade que funciona en Los Hornos. Unos 40 integrantes del coro estable del Teatro Argentino de La Plata realizaron allí un concierto de arias, coros, dúos, tríos, cuartetos al piano, con explicaciones.

La voz cantante del grupo la lleva Fernando Alvar Núñez, un barítono que estudió teatro, medicina, comedia musical y, por supuesto, canto. Apasionado por lo que hace, atrapa con su decir, disfruta relatando historias y lo hace como un docente que se anticipa a las preguntas de sus alumnos, las formula y las responde.

Asegura que la ópera no nació elitista y lo demuestra con dos ejemplos: “En el imaginario de la gente está el tomatazo que le tiran a una soprano que canta mal un agudo. Eso existió. ¿La gente se compraba tomates para llevar al teatro por si acaso la soprano cante mal? No, la gente tenía tomates. ¿Y por qué tenía tomates si iba a ver una ópera? ¿No iba de smoking? No, las operas duraban muchas horas y la gente se llevaba una canasta con comida. La platea no era el lugar más caro sino el más barato… Era lo que sería ‘césped’. No había asientos y la gente se sentaba en el piso, sacaba la canasta y comía. Entonces, alguno se hartó de la soprano que estaba cantando mal y le tiró un tomatazo. Esa es la escena. En la época de Shakespeare era así”.

Enseguida, la otra historia para reforzar: “La canción más famosa de la ópera Rigoletto, que es La Donna e Mobile, Verdi (Giuseppe, 1813-1901) se la enseñó al tenor recién el día antes del estreno. ¿Por qué? Porque en el título anterior la gente entraba al teatro a ver los ensayos y un día antes del estreno, Verdi escucha en la calle a un barrendero que tarareaba el aria principal de su ópera que todavía no se había estrenado. Se enojó y decidió que el golpe de efecto de la ópera no lo escuche nadie hasta el estreno”.

“¡Mentira! ¡La ópera no nació elitista!”, enfatiza Fernando y reitera que “lo que nosotros queremos es atraer a gente que no sabe que existimos. Un compañero nuestro –relata- fue en taxi hasta el Teatro y el taxista le dijo: ‘Ah, ¿esto está abierto todavía?’. Y somos como 2000 personas las que trabajamos ahí todos los días y hay temporada todo el año y un taxista que debe pasar siempre por la puerta le pregunta si está abierto todavía”.

Aunque aclara jocosamente que “ningún laburo es tan bueno como para que no sea un laburo”, destaca que “es una maravilla poder trabajar de lo que originalmente fue un sueño”. Reivindica su condición de empleado público, pero lamenta tener que cantar sólo para algunos cuando “la Provincia nos paga gracias a los impuestos de todos”. Por eso surge la idea de trasponer las paredes del edificio. No lo hacen en nombre del Teatro Argentino y tampoco como señal de protesta. Al contrario, lo consideran una contribución que tiene “una excelente intención”, y que realizan por gusto y convicción.

La iniciativa abarca a la mayoría del coro estable, pero “nos gustaría que se sume la gente de la orquesta, del ballet, los técnicos… Todos los que trabajan en el Teatro”.

Fernando tiene claro que hay muchos motivos por los cuales el Teatro y la ópera aparecen como inaccesibles para la mayoría. Pero para cada prejuicio hay una explicación:

Porque no me gusta. “Si vos no viste una ópera no sabés si te gusta porque una ópera por televisión no es ni parecido a una ópera en vivo. Es otro espectáculo. Decir ‘no me gusta la ópera’ es casi casi como decir ‘no me gusta el cine’. Hay ópera moderna, ópera clásica, romántica, barroca, nacionalista… Hay argumentos históricos, hay historia novelada, hay ópera comunista, ópera de terror, ópera con violaciones y violencia física, con torturas… Hay óperas recontra sórdidas, hay ópera infantil, ópera bufa, cómica… Comedias sutiles, comedias más burdas… Hay algo que se llama ‘verismo’ (realismo llevado al extremo) en italiano, que sería ‘verdaderismo’, que son historias sacadas de los policiales de los diarios; hay historias románticas de todo tipo… Algo de todo eso te tiene que gustar”.

Porque es muy caro. “Ir al fútbol es más caro y cualquier obra de teatro comercial es más cara. En el Teatro Argentino, una platea puede costar 200 pesos o un poco más, pero hay entradas de 10 pesos y en todo el Teatro se escucha y se ve bien. Además, hay descuentos maravillosos para menores de 25 años: por el 10% del valor de la entrada se pueden ver espectáculos de jerarquía internacional, porque la mayoría de los platenses no tiene idea las cosas que se hacen en el Teatro Argentino. Las que te gustan, son maravillosas y emocionantes. Y con las que no te gustan decís: ‘No me gustó, pero qué impresionaaante’, porque son producciones sorprendentes”.

Porque hay que ir muy bien vestido. “No es para ir de ojotas y shortcitos, pero ¿viste cómo va la gente al cine? Así. Es más: ocurre que cada tanto cae alguno que se ‘comió’ la idea de que hay que ir con vestido largo o muy producido y queda ridículo en la platea porque nadie va con vestido largo y smoking. No existe más eso”.

Porque no voy a entender. “Hay subtítulos como en las películas. En realidad no es ‘sub’ porque abajo está la orquesta y la luz de los atriles hace que no haya buen contraste de iluminación y entonces los títulos los ponen arriba y se llama ‘sobretitulado’. No hay forma de no entender: lo leés en tu idioma”.

Los códigos y la difusión

Para Fernando, la ópera es “algo maravilloso” y lamenta que haya personas que no disfruten de este espectáculo por falta de difusión. Se indigna porque mientras las obras de teatro comerciales se publicitan por todos lados, el Teatro Colón no da a conocer su programación. “La ópera está gorda, tirada… ‘vení a verme si querés; yo te espero, estoy acá, pero vos tenés que investigar cuándo estoy, cómo estoy, cuánto sale y todo…’. Esto lo hace elitista”.

Subraya que “no hay nada que te impida ir a ver una ópera pero hay mucha gente que cree que la ópera es para personas especiales, para personas o más sensibles o más cultas o más finas o más elegantes… ¡Mentira!”.

“La ópera –agrega- es como una obra de teatro cantada” con códigos propios que “pueden chocar” al principio. “Algo común: le pegan un tiro y después canta un aria de 5 minutos. ‘No, si le pegaron un tiro no puede cantar una aria de 5 minutos’. Bueno, no es un documental, es una ópera. Y son códigos. Al principio estas cosas te pueden chocar y terminas preguntando “¿Cómo se va a morir de tuberculosis si pesa 120 kilos?”.

El canapé

Fernando Alvar Núñez asegura que lo vivido en diciembre en la fiesta de Chispita, “fue maravilloso. Todos nos miramos y dijimos: ‘Esto es. Queremos hacer esto’. ¿Hasta dónde podemos llegar? Qué sé yo, capaz que terminamos poniendo una ópera completa con orquesta y vestuario. ¿Por qué no? Si nuestro siguiente paso es hacer este mismo concierto pero con más público y que se sume un grupo de la orquesta, podríamos hacer lo que en inglés se llama ‘highlights’, que serían los pedacitos fundamentales de una ópera. Entonces hacer La Traviata, Rigoletto, La Bohème, El barbero de Sevilla, los títulos más taquilleros, los que sabemos que siempre funcionan, con un narrador para que, por ejemplo, sepas el argumento de La Traviata y hayas probado un poquito de cada acto. Al público que venga a vernos le queremos decir en la cara: ‘vengan que no es caro, vengan que no hay que ir vestido de largo, vengan que les va a gustar, vengan que hay subtítulos’… Llevarles el menú degustación y que prueben. Como en el supermercado que te dan un canapé de paté para que compres la latita. Bueno, seríamos el canapé… Un canapé de ópera: te la doy a probar… Capaz que te gusta. ¿Te gusta? ¡Vení, vení…!”. Y lo hacen gratis, “totalmente gratis”, recalca.

 

Ópera mobile

Para que este grupo de cantantes del Teatro Argentino pueda brindar su espectáculo, se necesita un lugar cerrado con “cierta acústica porque por definición en la ópera no se usan micrófonos”. En cuanto a las dimensiones, Fernando aclara que “somos entre 40 y 70”, por lo que “no vale la pena que haya sólo 30 personas escuchando. Debe ser un lugar que tenga capacidad para que haya 100, 200 personas”. Los espectáculos son gratuitos y no se hacen para recaudar fondos.

Contacto: fernandoalvarnunez@yahoo.com.ar
En Facebook: Fernando Alvar Núñez

La bohemia de La Plata

¿La ciudad de La Plata, tal como la conocemos hoy, podría ser escenario de una ópera? Para Fernando no hay dudas de que sí y cuenta la historia de La Bohème escrita por Giacomo Puccini (1858–1924). “Es protagonizada por cuatro estudiantes que viven en una pensión de París. Uno es poeta y trabaja como periodista en un diario menor que se llama El Castor; otro es pintor de cuadros que trabaja haciendo un mural en un burdel; hay un músico, el más buscavidas; y un estudiante de Filosofía. Son dos historias de amor: el poeta que se enamora de Mimí, una chica que vive en el piso de arriba de la pensión, y el pintor que está en pareja con Musetta, una chica frívola que se debate entre el amor y el dinero que le da un viejo rico que la mantiene. Termina trágicamente con la muerte de Mimí, enferma de tuberculosis, pero la ópera tiene un montón de humor porque habla de cómo se puede vivir la pobreza con alegría. En el primer acto, por ejemplo, están muertos de frío en la guardilla y no saben cómo calentarse. ‘¡Quememos la silla!’. ‘¡No!’. ‘Ya sé: mi obra de teatro’, dice el poeta que tiene tres volúmenes de la obra que escribió y que es tan mala que no le importa quemarla. La echan al fuego, se calientan y hacen chistes sobre las escenas de la obra que están quemando. Acá en La Plata debe haber 70 La Bohème vivas porque está lleno de pensiones con estudiantes que no tienen un mango. Un amigo me contaba que cuando estudiaba en La Plata la heladera la tenía medio descompuesta y hacía tanto pero tanto frío que cuando llegó a la pensión su compañero le dice: ‘Alejandro, no me vas a creer pero abrí la heladera y salió calor’. ¡Ese es un chiste de La Bohème! No conozco nadie que vea La Bohème y que no se le mueva un pelo. Está muy bien escrita. Puccini es un animal”.

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