Linchados por la sociedad

In Opinión y análisis -
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Desde el asesinato de David Moreyra en Rosario, la agenda de los medios ha estado atravesada por los llamados “linchamientos”. En esta columna de opinión, el docente e investigador Esteban Rodríguez, miembro del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica, piensa las responsabilidades que están detrás del aval social a esas ejecuciones. “Cuando el gatillo fácil no alcanza, se mata a través de los linchamientos”, escribe.

Por Esteban Rodríguez Alzueta

Los linchamientos no son nuevos, lo que es nuevo es el tratamiento amplificado que le dieron en los medios, sobre todo en la televisión, esa gran máquina de triturar y banalizar todo lo que nombra, esa gran industria del linchamiento serial que llamamos periodismo televisivo.

Los linchamientos no son nuevos y muchos, directa o indirectamente, pusieron su granito de arena. Cuando los funcionarios hablan de “la puerta giratoria de la justicia” están aplaudiendo el sentido común sobre el que se apoya el punitivismo más duro y grosero. Cuando la oposición descalifica el debate en torno al nuevo Código Penal y se indigna ante la supresión de la figura de la reincidencia, están aportando su grano de arena. Cuando la clase dirigente reclama el endurecimiento de las penas, darle más facultades discrecionales a las policías, “porque si no tienen las manos atadas”, están aportando su grano de arena también. Cuando los presentadores de noticias repiten que “los chorros entran por una puerta y salen por la otra”, y alguna vedette dice que “el que mata tiene que morir”, aportan granos de arena. Cuando los periodistas festejan a los justicieros, aportan su grano de arena. Cuando los productores repiten una y cien veces las mismas imágenes de linchamiento, están sumando otro grano de arena. Cuando el notero le pone el micrófono a las víctimas que, en estado de emoción violenta, reclaman desaforadamente “justicia” advirtiendo que si esta no llega rápida pasarán a la “venganza”, están aportando su granito de arena también. Cuando el Secretario de Seguridad, Sergio Berni, da la dirección de la casa de una persona sospechada de haber violado a mujeres y los vecinos van y la prenden fuego (una persona que después, dicho sea de paso, se comprobó que era totalmente inocente a los hechos que les había imputado públicamente Berni), aporta también unos cuantos volquetes de arena. Cuando la policía libera las zonas para que las bandas narcos secuestren a personas (recordemos que los secuestros son una de las formas que tienen las bandas transas en el conurbano de resolver sus conflictos o dirimir las disputas territoriales), aportan su grano de arena. Cuando agarran a un punguista en la cancha que no arreglo con la hinchada y lo muelen a palos delante de los policías que se sonríen, aportan su grano de arena. Cuando la policía omite deliberadamente estar presente en los barrios ante las insistentes denuncias de los vecinos, que son amenazados por los mismos transas del barrio amparados por la policía, están aportando su grano de arena. Cuando la policía gatilla a los jóvenes, los maltrata sistemáticamente, aporta su grano de arena. Y cuando los vecinos o los medios se ponen a defender a los policías que ejecutaron a esos jóvenes, aportan su grano de arena. Se sabe: cuando el gatillo fácil no alcanza, se mata a través de los linchamientos. Cuando la policía y los fiscales negocian con los criminales cambiar una carátula que lo llevará después al juez a tener que otorgar la excarcelación (porque eso es lo que corresponde según la ley), aportan su grano de arena. Cuando los penitenciarios liberan los pabellones en manos de los “limpieza” que se cargan unos cuantos presos, aportan su grano de arena.

Los linchamientos son más o menos anónimos, porque se trata siempre de la multitud que se amontona para esconderse cuando mata al prójimo. Pero hay otros autores que, directa o indirectamente, fueron firmando esa sentencia de muerte que la turba se encargará se ejecutar. El goce del que practica la muerte al lado de otro que está matando también, es la forma que asume el consenso abyecto que se fue montando sobre prácticas bestiales como estas.

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