Las invenciones de La Plata

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136-UnpasadoparaLaPlataLa editorial EME acaba de publicar Un pasado para La Plata, el tercer libro del periodista de La Pulseada Daniel Badenes. Se trata de un ensayo que analiza y discute la forma en que fue escrita la historia de nuestra ciudad. Además incluye un “catálogo comentado” de medio centenar de publicaciones realizadas en torno a 1982, cuando la dictadura celebró el centenario platense. Aquí, un adelanto del primer capítulo y un fragmento del prólogo, escrito por la historiadora Laura Lenci.

Por Daniel Badenes

“Aglaura, donde cada habitante está convencido de que vive en un lugar
poblado de virtudes y defectos que ya no existen.
No hay nada cierto en lo que los habitantes dicen de Aglaura,
pero de tanto repetirlo han terminado forjando una ciudad sólida
y compacta que sólo tiene consistencia en sus cabezas”
(Italo Calvino, Las ciudades invisibles)

La historia local es un género muy particular. No es común encontrar investigaciones rigurosas sobre el pasado de una ciudad. Por lo general, es desestimada como objeto de estudio por los historiadores profesionales, lo que coloca a ese tipo de historia en la condición de un género menor que la academia delega en literatos y aficionados. La consecuencia es que la mayor parte de las producciones son panegíricos inspirados por fechas redondas. Las celebraciones jalonan los tiempos de producción y circulación de este tipo de relatos.

En eso, La Plata tuvo muy mala suerte: fundada el 19 de noviembre de 1882, todos sus aniversarios redondos coinciden con tiempos poco proclives para peinar su historia a contrapelo. Le tocó cumplir 50 en plena década infame, llegó a los 75º cuando el peronismo (entonces, la historia más reciente) era innombrable y celebró su centenario durante la última dictadura cívico-militar.

La abrumadora mayoría de los textos escritos y publicados sobre la ciudad datan de ese período. Y son los más accesibles: vale hacer la prueba, en pleno siglo XXI, de acercarse a cualquier biblioteca pública o popular y pedir algún material sobre la historia local. Seguro aparecerá el libro de mayor tirada, 100 años de vida platense, editado por miles desde el diario más tradicional; La Plata, ciudad milagro, una megaobra de la Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP) en complicidad con el gobierno bonaerense; o, con un poco más de suerte, La Plata, una obra de arte, un contradictorio volumen dirigido por el historiador Benito Díaz que la Facultad de Humanidades produjo con financiamiento municipal del gobierno de facto.

En otras palabras: las historias sobre la ciudad que tenemos a mano están en libros concebidos, proyectados y realizados en los años del autoproclamado “Proceso de Reorganización Nacional”, que sin dudas tuvo un proyecto cultural y una lectura sobre el pasado. O para decirlo en términos actuales: tuvo políticas de memoria que produjeron y reprodujeron relatos muy efectivos. Esos que leerá cualquier estudiante de primaria que, convocado a indagar sobre los orígenes de su aldea, visite la biblioteca de la escuela o del barrio.

Este libro, ensayo documentado y catálogo comentado, confronta deliberadamente con aquellos relatos. En ese sentido, además de discutir la propia ciudad, contribuye a pensar la cuestión editorial en dictadura, un tema que suele investigarse con el foco puesto en la censura y la persecución sistemática más que en la producción específica de aquellos años. Es hora de desarmar el lugar común que opone dictadura a cultura, para comprender la época ya no sólo por lo que reprimió, sino también por lo que imprimió.

Un pasado para La Plata está basado en una investigación en la que analicé 54 libros, cuadernos o revistas especiales editados alrededor de 1982. La celebración centenaria motivó la edición de más de 6000 páginas sobre el pasado de La Plata, si contamos sólo un ejemplar por cada una de esas publicaciones. Son varios millones de páginas si contabilizamos las tiradas y multiplicamos. (….)

Seis entrevistas con autores o colaboradores permitieron conocer más sobre las condiciones de producción de esos libros e indagar sobre ciertas decisiones editoriales. También plantearon aspectos significativos sobre la circulación que, sin ser el foco de análisis, completan el panorama y habilitan nuevas reflexiones. Así, por ejemplo, una participante del equipo que preparó La Plata. Ciudad nueva, ciudad antigua, libro coeditado por la UNLP y el Instituto de Estudios de Administración Local de Madrid que salió a la luz poco antes del regreso de la democracia, recordó que ese volumen tenía un prefacio firmado por el rector de la dictadura, y que esa página fue recortada en cada ejemplar, uno por uno, antes de la visita de los colegas españoles. Advertido de esa situación pude comprobar que los tres ejemplares del libro catalogados en la sala especializada de la Biblioteca Central de la Universidad tienen ese corte sutil que elimina las páginas 5 y 6. Un dato anecdótico pero ilustrativo de cómo los contextos –que son cambiantes- condicionan la producción y circulación de las publicaciones.

Una historia de la historia local

La meta del libro no es hacer una historia de La Plata, ciertamente necesaria. Algún día alguien asumirá el desafío de escribirla más allá de las celebraciones, del anecdotario urbano y los grandes hombres. Es, por ahora, una historia de la historia de La Plata: de su escritura, sus usos, reciclajes, invenciones y reinvenciones  (…)

Con el foco puesto en la producción editorial, se analizan una serie de construcciones sobre el pasado de la ciudad fundada en 1882 para ser capital de la provincia más grande del país, tras la federalización de la ciudad de Buenos Aires a la que se arribó después de cruentos conflictos político-armados. Por sus características físicas, La Plata ha sido llamada ciudad de las diagonales, ciudad geométrica, ciudad de calles paralelas, ciudad del bosque o ciudad de los tilos, pero también recibió los apotegmas de ciudad de los poetas, ciudad universitaria y capital intelectual, ciudad de la conciliación o ciudad de la unión nacional. Ha sido, en distintas lecturas y en diferentes escrituras, la Salamanca de Iberoamérica, la Boston o la Filadelfia del continente del Sur, el templo de Minerva, la nueva Tebas, la Oxford o la Atenas argentina; la ciudad perfecta. Las voces detractoras, en tanto, plantearon otros términos: ciudad oficial, ciudad política, ciudad decretada… O como escribió Ignacio Anzoátegui: “La Plata no es una ciudad, es un decreto”. Y su gestación acelerada produjo las “designaciones de ´ciudad nueva´, ´ciudad flamante´, ´ciudad sin historia´, ´sin pátina´, ´ciudad más joven que sus habitantes´, ´ciudad que no tuvo infancia´” (Barcia, 1982). Se afirmó y se afirma que La Plata nació de cero, planificada de antemano. Como se escribió en El Día el 4 de noviembre de 1982: “(…) Nació de una vez para siempre, en plena adultez, sin pasado propio. Tuvo pues un destino extraño y en cierto modo inverso al de todas las ciudades; no nació históricamente para alcanzar sólo muy tarde la plenitud de la razón: nació de la razón misma, al margen de la historia”.

La cita es ilustrativa de uno de los sentidos construidos más fuertes que identifican a la ciudad y atraviesan los relatos publicados. Sin embargo, no existen las ciudades al margen de la historia: como apuntó una vez Claudia Bernazza en el mismo diario, “si no nos precede, nos toca inventarla” (…)

Aunque no se puede hablar de un discurso único y homogéneo, hay definiciones y referencias institucionales que se reiteran y adquieren gran relevancia en el “coro” de 1982. En distintos capítulos del libro analizamos algunos topos o lugares comunes que se construyeron en torno a la ciudad. Podríamos resumirlos en tres grandes mitos: el trazado perfecto, la capital de la cultura y la ciudad de la conciliación. Virtudes de las que los habitantes de La Plata, como los de Aglaura, estamos convencidos, aunque esa ciudad sólo exista en nuestras cabezas.

Una consecuencia de esa mitificación es la pérdida del sentido de región y un olvido sobre el proyecto original de la nueva capital, cuya mayor inversión fue para desarrollar un gran puerto. Sólo dos publicaciones sostienen un enfoque más regional. En el resto, la mirada centrada en el casco urbano de la ciudad deja afuera a los barrios periféricos y a los partidos autonomizados de Berisso y Ensenada, y facilita la construcción del imaginario más fuerte: el que identifica a La Plata como una ciudad universitaria, capital cultural, sitio privilegiado de las ciencias y las artes.

Esto opera en detrimento de la posibilidad de reconocer otras actividades o actores urbanos, que aparecen sólo en algunos textos y tienden a adquirir el carácter de anécdotas o curiosidades. La significación de la ciudad universitaria aplasta a la producción industrial o frutihortícola, al movimiento obrero de la región e incluso a la función administrativa de la capital provincial. La Plata aparece, sobre todo, como un foco de cultura, y esa definición es la que filtra la atención sobre instituciones y personalidades. Las figuras destacadas son cuidadosamente seleccionadas: una y otra vez, Francisco Moreno y Joaquín González, Alejandro Korn y el poeta Almafuerte.

Porque la ciudad cultural no es la capital de cualquier cultura. Ciertos escritos e imágenes pregnan al relato de la historia platense con ideas tradicionalistas, católicas y en algunos casos ancladas en una reivindicación de la cultura hispánica. No es tampoco cualquier ciudad universitaria, sino una que entiende el conocimiento como signo de distinción y promueve una institución académica incapaz de convivir y crecer con las expresiones de la ciudad obrera. La ciudad higiénica e ilustrada que se proclama heredera de la generación del 80 –al fin y al cabo, de una élite minoritaria que organizó el país sobre una matriz liberal-conservadora- se reserva el derecho de admisión. En esa clave se entenderán los silencios y las ausencias de los relatos predominantes.

 

Batallas por la memoria

En los últimos tiempos los estudios acerca de los usos del pasado han adquirido una nueva relevancia, ese fenómeno que se denominó la explosión de la memoria. En general, en el caso argentino, las memorias que se suelen analizar son las de las víctimas de la dictadura, pero en el caso del libro Un pasado para La Plata. Una historia de la historia local, las operaciones que ocupan un lugar central son las de distintas instituciones del Estado o, al menos, las vinculadas a cierto establishment local. A partir de la producción acerca de la ciudad, el libro se centra en los libros publicados alrededor del centenario de la fundación de La Plata, en 1982. Como si se tratara de un personaje de Homero, la ciudad fue recibiendo diferentes epítetos, y estos sirven para desarmar los pasados deseados y los orígenes imaginados de una trama urbana que se celebra y se esconde. Una ciudad que elude la historia en la autocelebración mítica.

Este libro se propone, entonces, desarmar tanto “la memorización forzada” como “las conmemoraciones convenidas” de las que habla Paul Ricœur a partir del análisis novedoso de un proceso efectivo pero invisibilizado por la producción bibliográfica acerca de la última dictadura: los intentos de construcción hegemónica, aún después de la derrota de Malvinas, las estrategias de legitimación de un régimen cuando ya parecía que todo estaba dicho, cuando parecía que todas las cartas estaban echadas. Y al mismo tiempo el libro muestra las excepciones, esas formas que adquiere la resistencia, a veces planificada y racional, y a veces como tropelía o como exabrupto

(…) La ciudad sigue esperando una nueva y más completa historia. Una historia que explique por qué su último epíteto fue Capital de la Represión; una historia que afine las cifras de desaparecidos y asesinados; una historia que cuente acerca de los teatros independientes, de los grupos de rock, de las fábricas de la periferia, o de tantas experiencias innovadoras y soterradas que la conforman; una historia que reúna lo que la revolución libertadora separó, es decir a la región que integraba con Berisso y Ensenada. La ciudad sigue esperando esa historia, o tal vez deba decir esas historias, pero un primer paso es la publicación de este libro que nos cuenta “una historia de la historia local”, de ese relato mítico que reforzó una identidad en desmedro de otras allá por el centenario.

Laura Lenci

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