María, qué nombre significativo para un cura. La Negri, qué niña significativa para Carlos Cajade: María, la Negri, llegó al Hogar de Carlitos cuando era muy pequeña. Su salud no la acompañaba. La Negri peleó por su vida, le ganó a la muerte y se volvió símbolo de aquella niñez que podía, a pesar de las consecuencias de políticas neoliberales, de los corazones vacíos del desamparo.
La sonrisa de la Negri fue la que ilustró aquella otra pulseada, nuestra revista, en su número 1 allá por 2002, y a pedido de Carlitos. Sonreía, vestía una remera celeste y blanca, iluminaba la tapa. La sonrisa de María ilustró la invitación a su fiesta de 15 años, 10 años después.
El viernes 7 de octubre será difícil de olvidar: la mujercita despedía la niña dando paso al pulso del tiempo. Aquella mujercita acompañada por quienes ama, por sus hermanos Alejandro y Ariel “Caracol”, que bajó de un coche antiguo vestida de blanco, elegante y de antifaz, tuvo el mejor regalo… Desde Aristóbulo del Valle, Misiones, había viajado Rosa, la hermana mayor, desconocida, largamente buscada, para regalarse su presencia. El encuentro en el salón de UPCN, donde se realizó la fiesta, fue producto de los rezos por encontrarse y de quienes desde el Hogar pudieron dar con su paradero después de una insistente búsqueda.
Juntas bailaron reggaeton y cumbia, entre globos y velitas, entre los tíos Cajade y Olguita, cuyo corazón no cabía en su traje elegante y negro, los hermanos del Hogar y las entrevistas de Mariano, el cronista que promete.
Ese 7 de octubre llovió como si fuese la última vez. Carlitos estaba presente, lavando almas. Y, quizás, llorando un poco de alegría -por qué no- por esa niña que se había fortalecido como la pulseada que, con su risa, seguimos ganando.