La pista sanitaria del desastre

In Inundación, Justicia -
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Cuatro historias hablan de más víctimas fatales en el hospital Español y corroboran la trágica paradoja de barrio Norte: muertes por corte de luz y muertes por electricidad no cortada. Qué pasó puertas adentro de un centro médico sumido en el caos, cómo fue el traslado de pacientes, y algunos nombres.

Tras el diluvio del 2 de abril, directivos del Español, uno de los hospitales privados de referencia de la capital bonaerense, ubicado en el corazón de barrio Norte (9 entre 35 y 36), y funcionarios del gobierno de Daniel Scioli negaron que allí se hubiera cortado la luz y la posibilidad de muertes derivadas de ello. Incluso una semana después, el 8 de abril, en la conferencia de prensa con que el Gobernador dio por cerrado el comité de crisis y construyó un “cambio de etapa”, sostuvo, tajante, una generalización falsa: “Y no se cortó la luz en los hospitales, aclarémoslo”.

Se había cortado la luz y no sólo en el Español. Había por lo menos 37 muertos en hospitales. Sus nombres se conocerían después. Varios tienen relación con la catástrofe.

Ni el ministerio de Salud, ni la distribuidora de energía Edelap ni el ente regulador Oceba respondieron los pedidos de información que esta revista realizó inmediatamente para contar con precisiones sobre el apagón a partir del temporal. Pero, igual que aquella cifra “definitiva” de 51 víctimas, la afirmación sobre el suministro eléctrico se fue hundiendo a fuerza de pruebas. Además de funcionarios, varios trabajadores de la salud, pacientes y familiares de víctimas fatales o de pacientes internados sabían que el Gobernador no estaba en lo cierto, al menos en el Italiano y en el Español. Sin ahondar en el Niños.

Varios testigos han retratado en diálogo con esta revista, y algunos ante la Justicia, un caos de ascensores que no andaban, escaleras en penumbras, asistencias respiratorias manuales y traslados de enfermos entre nosocomios por un apagón que impedía asistir y monitorear en buenas condiciones a pacientes. Todo mientras la planta baja del Español se colmaba de vecinos que habían huido de sus casas anegadas y en el subsuelo, donde están los generadores, el agua irrumpía como en un naufragio.

La hija de una internada en el Español que no murió por la inundación contó que “no había luz de emergencia” y que a su mamá “la alumbraban con un celular para ver si respiraba”. El impactante video de las cámaras de seguridad de ese centro médico difundido en internet se sumó a corroborar el desmadre primero negado (“no se cortó la luz”) y después conceptualizado como “uno de los hospitales más afectados” en la evaluación del Gobernador y la Presidenta.

Guillermo y Nicolás 

En la zona del Español se dio una paradoja trágica: a cuatro cuadras, en calles con luz, murió electrocutado Nicolás Guerrero, mientras en el hospital complicado por la oscuridad pacientes fallecieron (Mabel Telleria y  Guillermo Piombino, entre otros) o debieron ser trasladados (como Alicia Shimizu y Analía Peña).

En la calle había luz y lo sabe Nacho Guerrero, que llevó el peso casi muerto de su gemelo de 30 años bajo la tormenta, con el agua a las rodillas, por las calles iluminadas, y aún no lo puede creer. Al hospital Nico llegó muerto, le dijeron los médicos, que lo trataron muy bien y lo contuvieron. Afuera llovía a baldes y había luz. Edelap adujo después que no había cortado el suministro en la cuadra de Nico y Nacho (11 y 38) porque no conocía que la zona estaba inundada. En la catástrofe también murió electrocutado Josué Gonzalo Suárez Salazar, de sólo 23 años, en una obra en construcción.

Guillermo Piombino, cuyo caso ha contado esta revista, estaba internado por una afección pulmonar hacía 27 días en terapia intensiva del Español. Estaba conectado a un respirador y murió por una insuficiencia respiratoria no traumática el miércoles 3 a las 8 de la mañana, según le informaron los médicos a su esposa, Elaine Girardelli Pacheco. El parte médico de la víspera había sido el más esperanzador y el familiar de otro paciente que declaró ante el fiscal Jorge Martín Paolini describió que “estaba lúcido y pendiente de las visitas de su mujer”.

Elaine abrió un expediente para reclamar que se lo reconozca oficialmente a como una de las víctimas asociadas a la inundación. Las circunstancias descriptas por la mujer se suman a oscurecer el “aclarémoslo” de Scioli: refirió un pasillo en penumbras a la medianoche y dijo haber tenido que subir cuatro pisos por escalera. Su denuncia tramita en la fiscalía de Delitos Complejos y es una de las tantas causas que instruye Paolini.

Lo novedoso es que a partir de ella declararon el sobrino de una potencial víctima, dos agentes sanitarios y la hija de una paciente internada en la terapia junto a Piombino.

Alicia, Analía y «un hospital de campaña»

20130410-HospitalEspanolA principios de este mes, Paolini, que concentra la investigación sobre responsabilidades penales (es decir, sobre las causas de la inundación), comenzó a transitar la pista sanitaria y con bastante acento en la delicada cuestión de los cortes de luz. El 10 de junio declaró en su fiscalía un sobrino de Alicia Shimizu, que murió el 3 de abril en el hospital Italiano, adonde llegó derivada del Español. La Pulseada se comunicó con el testigo, que prefirió no hacer comentarios a los medios porque “todo lo que tenía para decir está en la declaración” judicial. “Las declaraciones hay que hacerlas en la Justicia”, subrayó.

Alicia fue internada el sábado 30 de marzo al mediodía. Una neumonía que se complicó. Esa misma noche la pasaron a terapia intensiva y, debido a la gravedad de su cuadro, le colocaron un respirador artificial en la mañana siguiente, según se desprende del expediente judicial al que accedió esta revista.

Como le pasó a Piombino, Alicia habría comenzado a mejorar el 1º de abril y la infección parecía ceder pese a que su estado era grave cuando la internaron. La inundación modificó el escenario. Su sobrino recién pudo ingresar a verla el 3 y le dijeron que debían trasladarla. No la podían monitorear bien. Ante el inmanejable caos de agua y falta de electricidad se resolvieron derivaciones. Alicia partió hacia el Italiano minutos antes de las tres de la tarde de ese día, en ambulancia —debió bajar por la escalera de emergencia— con un respirador manual y su médico de cabecera. Murió tres días después con daño cerebral —falta de oxígeno durante su internación o el propio traslado podrían ser las causas—. Fue cremada. En el Español estaba lúcida y podía moverse, sostiene el testimonio de su sobrino, que además refiere el traslado de otra mujer, que habría muerto en el Italiano dos o tres días antes que Alicia.

Los relatos de dos agentes sanitarios siguen corroborando que en el Español se cortó la luz, que tardó mucho en volver y que pacientes conectados a respiradores —como Alicia— debieron ser trasladados.

El 2 de abril el agua le llegaba hasta la cintura a uno de estos trabajadores de la salud cuando salió, a las seis de la tarde, del hospital de 9 y 36. Su descripción del día siguiente, cuando regresó, es la de “un hospital de campaña”. Una postal amarga de “todo apagado, a oscuras”. Si bien no sabe cuándo se cortó la luz (ya se había retirado), compañeros le comentaron que había ocurrido alrededor de las 9 de la noche. De hecho, cuando Nacho Guerrero entró congelado y con su hermano en andas dentro de una frazada, cerca de las 11 de la noche, seguía todo oscuro.

Coincide con esto el otro testimonio de un trabajador de la salud que compareció ante Paolini: a las 9 de la noche se cortó la luz y sonaron las alarmas del hospital. En los más de 20 años que lleva trabajando allí nunca vio algo así este trabajador. Había entrado al mediodía el 2 de abril, cuando el cielo estaba algo nublado pero nada presagiaba el desastre. Su salida era a las 6 de la tarde, pero por la copiosa lluvia los compañeros que lo relevarían en la guardia no podían llegar. Su propia casa se llenaba de agua mientras.

Al momento de la catástrofe había siete internados en terapia, se desprende de estos relatos: cuatro en la sala 1 y tres en la 2. Uno era Piombino, que estaba recostado en la cama 7, y otra, Analía Peña, en la 12. Los pacientes estaban conectados a respiradores Neumovent Graph y Neumovent. los primeros son de alta tecnología, computarizados, adaptables a la necesidad de cada paciente y con batería para eventuales cortes de luz (con una una autonomía de entre 45 minutos y 2 horas, aproximadamente). Los segundos brindan menos información sobre el estado del paciente y son más antiguos, andan con un fuelle, pero cumplen la misma función. 

Cuando se cortó la luz los eléctricos siguieron funcionando a batería. Pero cuando la luz no volvía y las baterías se agotaban hubo que apelar a los respiradores viejos de distintos sectores del hospital. Según la versión de estos trabajadores, se consiguieron cinco de estos respiradores no eléctricos y con ellos lograron asistir a los pacientes como si hubiera luz.

El 3 de abril seguía el problema con la luz, aunque habría habido suministro en el primer piso. En general, ante apagones se encienden los generadores, pero como éstos están en el subsuelo se inundaron. Uno de los trabajadores sanitarios cuenta que ese día, al volver al trabajo, supo por compañeros que habían muerto dos pacientes —aunque considera que la causa no puede haber sido el cambio de respiradores— y que se estaban haciendo traslados: al Italiano, a Ensenada y al Instituto Médico Platense. Analía Peña fue trasladada al Italiano, donde habría muerto diez días después.

El director del Español, Pedro Belloni, afirmó en abril: “Hubo muertos. Ingresó un electrocutado y luego fallecieron cuatro enfermos que estaban ingresados en el hospital. Pero eran enfermos terminales: cáncer de pulmón, cáncer hepático, insuficiencia respiratoria severa, etc.”. Las declaraciones se dieron durante una recorrida por el hospital junto a Pablo Bruera, Daniel Scioli y el ministro Alejandro Collia donde se agregó que el Español fue “el hospital más dañado”. Fue también el más subsidiado, junto al Italiano, cuando los hospitales públicos se vienen abajo hace rato. Belloni remató: “Acá no se murió nadie más de los que se deberían morir por ser enfermos terminales”.

“Si la luz se cortó o no por el temporal no parece intrascendente para nadie, pero menos para un paciente de estas características, conectado quizá a un respirador”, decíamos a principios de mayo. La luz se cortó y tuvo muchas consecuencias. Datos de Edelap han de ser cruciales para la Justicia que sigue la pata sanitaria de la catástrofe.

Los traslados, el cementerio y las cifras

Los pedidos de información que hizo esta revista el 11 abril sobre cortes de energía en hospitales (cuándo, dónde, de qué duración, avisado por qué vía) nunca fueron respondidos. El ministerio de Salud llegó a contestar a nuestra Redacción otra solicitud que se le hizo —fuera de plazos legales y sin datos— pero no ésta. Eso pese a que probablemente conocía la situación. La dirección del hospital avisó, ni bien se cortó la luz, que el suministro no iba a volver y que había que evacuar el nosocomio: estaban sin cocina, con las cloacas desbordadas y desbordados para asistir a los pacientes. Esto lo contó un trabajador. Los traslados comenzaron el 3 a la mañana con los bebés de Neonatología.

Ana María Mesón tenía a su madre internada en la sala A de terapia del Español desde el 21 marzo, por un accidente cerebrovascular. María Valentina Duffou, “Chicha” (92 ) murió el 2 de abril a las siete de la mañana; es decir,  antes de la inundación. Chicha compartía la sala con Piombino, que murió el 3, por eso Ana María declaró ante los investigadores.

Su aporte confirma la evolución positiva que venía teniendo Piombino (“estaba lúcido”, en apariencia repuntando, con signos de mejoría) y cuenta que el 3 de abril, en la casa velatoria Ruiz e Hijos, de barrio Norte, le comunicaron que la partida hacia el cementerio para inhumar a Chicha sería puntual porque había muchos muertos por la inundación. Demasiados coches fúnebres ingresando al predio de diagonal 74 al fondo y saliendo de él, por lo que había que “respetar a rajatabla los tiempos”. Esa hiperactividad había sido descripta a esta revista desde varias casas velatorias, por esos días con muchísimos más servicios que de costumbre.

En su exposición ante los senadores de la comisión de Derechos Humanos el 15 de mayo, el fiscal Paolini había dejado abierta la puerta para citar como testigos a médicos que firmaron certificados de defunción. De las nuevas historias surgen también nombres de médicos que trabajaron durante esos días y noches en estos hospitales privados y conocen el panorama puertas adentro.

La rama médico-forense en toda investigación criminal tiene la función de determinar por qué murió alguien, sin importar el marco en el que ocurrió. Esos certificados —que ahora puntualmente analiza el juez en lo contencioso administrativo Luis Federico Arias, al frente de la investigación por irregularidades en el registro de las muertes— son documentos públicos en los que el Estado establece de qué murió alguien. Y esa arista de la trama por la inundación sigue en el ojo de la tormenta. Uno de los reclamos ciudadanos más fuertes —que integra los 6 puntos del petitorio de las asambleas barriales— es saber cuántas son a ciencia cierta las víctimas fatales, sin importar el escenario. Según fuentes judiciales la lista asciende a 78 casos “prácticamente confirmados”, todos de adultos, y se estudian otros, de relación aún incierta con el anegamiento. Pero a la luz de estas historias  parece haber aún mucho por esclarecer.

 

 

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2 commentsOn La pista sanitaria del desastre

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