Emisoras comunitarias de origen católico: en la sintonía de Cajade

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Surgieron de parroquias o iglesias urbanas o rurales, pero no son radios religiosas sino comunitarias en sentido amplio. Su historia está ligada a la corriente postconciliar de la iglesia católica latinoamericana, la de los curas tercermundistas, la teología de la liberación, los programas de alfabetización y la opción por los pobres. Junto a otras organizaciones y movimientos, trabajan en red y cruzan a diario el istmo entre lo religioso y lo social. Del Conurbano a Neuquén, con una escala en el corazón campesino de Santiago, detenemos el dial en tres radios de inspiración cristiana.

Por Pablo Antonini y Josefina López Mac Kenzie

CAMINO AL SUR

Nombre: Radio Comunidad Enrique Angelelli, FM 105.7

Localidad: Neuquén

Inauguración: 1987

Magín Páez habla bajito, quizá para confirmar que sigue tan esquivo a los medios como hace 30 años, cuando en el obispado de Neuquén lo eligieron para relevar al sacerdote que se ocupaba “de los medios” relatando experiencias misioneras por la única radio de la ciudad, en mapuche. Magín no quería saber nada. Recién ordenado y sin formación en medios, trabajaba en un barrio periférico. Pero “Don Jaime” y su amigo Rubén Capitanio lo convencieron y convirtieron en un todo terreno de la radio que aún dirige. Una emisora pionera alumbrada por el obispo Jaime De Nevares, como parte de un proyecto comunicacional ambicioso, temprano y plural.

La Fundación Serpac (Servicio Pastoral de Comunicación y Capacitación) nació en 1979 “para que hubiera alguna onda de progresismo en el tema medios”. También para dinamizar el desarrollo de grupos vecinales de trabajo y sectores sin organización, como empleadas domésticas, aborígenes y trabajadores rurales, en la clave de la izquierda católica postconciliar. “Con Jaime hicimos una fundación previendo que viniera algún muchacho del Opus Dei −bromea Magín, su presidente−. Jaime era abierto y mediático. Su predicación dominical la escuchaban toda la provincia y aledaños. Y los diarios tomaban los temas que él solía tocar”.

Primero armaron la revista Comunidad, que salió 12 años, llegó a todas las diócesis del país y hasta se vendió en kioscos. En 1983, desde una sala de grabación montada con ayuda extranjera, comenzaron a producir micros radiales para distribuir en emisoras del interior. Pero necesitaban una radio propia, para enlazar la actualidad en su inmediatez. La idea cuajó después del levantamiento de Aldo Rico en la Semana Santa de 1987. “Había habido decenas de miles de personas en la calle, movilizadas por dos o tres periodistas que hicieron guardia en radio LU5 cuando todos se fueron. Entendimos el gran error de los milicos: no haber tomado, como siempre habían hecho, los medios. Y que para la próxima había que tener radio propia, para convocar y movilizar. Se decía que una FM era algo fácil, barato, chiquito. Pedimos un transmisor casero que el secretario del obispo usaba un solo domingo al año, para la peregrinación Neuquén-Centenario. Y nació la radio”.

Fue en el momento exacto. Los caminos del señor son así”, analiza Magín. Es que por entonces germinaban las primeras FM comunitarias (ver La Pulseada Nº 83) y “FM Angelelli” compartía su enfoque. La bautizaron con el nombre del padre asesinado por la dictadura en 1976 y empezaron a transmitir un par de horas. Pero nunca como un medio “demasiado clerical” sino como “una buena radio, con información pura. Libre, participativa, ecuménica. Programas religiosos hay uno o dos. El resto, es una radio”. Eso sí, aún mantienen un dogma: toda la música, en castellano.

De entrada, las dificultades políticas se tradujeron en pilas de amenazas anónimas y las económicas, en el ninguneo de los sectores de poder: “Nos odiaban. Jaime tuvo todo el apoyo de la gente sencilla, pobre y popular”, compara Magín, que en el Seminario de La Plata había conocido a Carlitos Cajade y hoy recuerda con La Pulseada su “maravillosa obra y su santa vida”.

El menemismo, para variar, fue una etapa corrosiva, signada por maniobras turbias, decomisos y cierres por decreto de las FM del país. “Pero nosotros fuimos la primera radio que obtuvo un recurso de amparo federal aprobado. Las radios somos las únicas que le doblamos el brazo a Menem: el único decreto que se tuvo que guardar” −celebra Magín−. Después en el ‘91, cuando ya se caía a pedazos, dio licencias a las radios de la Iglesia. Por principios, no aceptamos aislarnos por el privilegio de un tipo que nos había querido cerrar y ahora quería quedar bien con la Iglesia. Queríamos apostar a conseguir una ley para todas las radios, como habíamos impulsado desde los comienzos”.

Hoy, consolidados en esta radio emblemática, postar aaguir en e Santiago, integran con orgullo y militancia redes locales, regionales y mundiales como la Asociación Norpatagónica de Radios Populares, Farco, Aler ((Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica, que nuclea cientos de radios comunitarias y escuelas radiofónicas de Latinoamérica, desde 1972) y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias. Magín dice que empezó sin saber nada y terminó haciendo de todo: “informativo, locución, operación…”. Y que hoy trabaja “para que la radio se mantenga” pero, en lo posible, lejos del micrófono y cerca de un barrio popular donde la Fundación Jaime De Nevares brinda formación laboral a jóvenes.

 

LA RADIO DEL PADRE LUIS

Nombre: Compartiendo, FM 89.7

En internet: www.fundafar.org.ar

Localidad: Quilmes -Buenos Aires

Inauguración: 1994

El medio que acompaña la obra social de la Asociación Farinello es “abierto, ecuménico y bien comunitario”, define Miguel Vidal, su director. Surgió como una estrategia de inserción en la comunidad mediante educación, evangelización, comunicación y estímulo a la participación. Fue una iniciativa de un grupo de laicos que trabajaban con Luis Farinello en la iglesia quilmeña “del caracol”, donde el sacerdote estuvo hasta que lo trasladaron a la capilla Jesucristo Liberador del barrio Luján Sur, en Florencio Varela. Empezaron a transmitir con la frecuencia 104.5, hasta que en 2001 el obispado de Quilmes decidió entregarle a la fundación Farinello una de sus frecuencias. Es la 89.7, hoy al aire con casi 700.000 habitantes en condiciones de escucharla.

Compartiendo está en una zona de clase trabajadora con acceso a viviendas dignas, aunque a pocas cuadras de la Villa Luján, donde se afinca el grueso del trabajo social de la asociación Farinello: comedor, guardería, centros de salud y apoyo escolar. El caudal de oyentes potenciales es heterogéneo. “Desde las villas de Quilmes, cuya problemática particular tiene que ver con el río y con las zonas bajas, hasta los barrios más lujosos de Quilmes”, ilustra Vidal. La programación es variada; contempla espacios para inmigrantes latinoamericanos y pueblos originarios, retransmisiones de La Colifata (radio de los internos del hospital Borda) y del informativo en Red de Farco.

Vidal llegó en 2004, cuando la radio hacía equilibrio en una gran crisis, al borde del cierre. “Llegamos con un proyecto para relanzarla y estamos transmitiendo desde esa época, todos los días, las 24 horas”, resume. Y profundiza en ese quiebre, que implicó también pasar a ser la FM “no tan religiosa” que son: “Nos parecía que nos quedábamos sólo con una parte de la realidad si tomábamos sólo lo religioso. Acá se habla del aborto, de los problemas de la población para la que transmitimos y por la que somos lo que somos. No hacemos apología de nada pero tampoco prohibimos el tratamiento de temas que para la Iglesia suelen ser problemáticos. No buscamos una radio católica. Intentamos que tengan un lugar todas las expresiones sociales, políticas y culturales que en otro lado no podrían estar porque no podrían pagar. Nosotros no cobramos los espacios radiales”.

El obispado de Quilmes es dueño de las autorizaciones de la radio, pero la relación entre ambos es “casi nula”, dice Vidal. Eso complica la cuestión legal pero les permite manejarse con libertad:Ésta es la radio del padre Luis. No es otra. Lo vas a escuchar hablando de la necesidad del matrimonio igualitario y de que los curas tengan pareja o se casen. O hacer celebraciones barriales con evangelistas o pentecostales, porque él entiende lo ecuménico, y que la religión no sea una forma más de exclusión. Está dentro de la Iglesia pero tiene otra mirada de su entorno, obviamente condicionada por su trabajo social. No podés ser el mismo cura cuando empezás a caminar las villas. E intentamos reflejar eso en nuestra radio”.

Vidal viene de una tradición no religiosa ligada a lo comunicacional barrial. Hace cuatro años integra la comisión directiva de Farco, una militancia que lo enriqueció y configuró: “La experiencia de Farco ha formateado nuestra mirada de la comunicación comunitaria. Nos ayudó a cambiar algunos vicios que traíamos de haber trabajado en radios de baja potencia pero comerciales. En ese sector te encontrás con muchos que no son Clarín porque no pueden, no porque no quieren. Y uno viene con esa idea. Seguramente no somos la radio comunitaria que podríamos ser pero estamos en la búsqueda”.

Hay que tratar de no propiciar la atomización de las radios comunitarias −concluye Vidal, y revaloriza el trabajo en red−. Si toda asociación civil va a poner una, todas son inviables. Si siete centros quieren poner una radio cada uno, que se posicionen como siete centros que ponen una radio juntos. Y que otros produzcan contenidos. La ley es un piso, y hay que ser vivos para usarla. Si no, en unos años van a desaparecer todas las radios creadas ahora, y reproducimos la lógica capitalista en que cada cual dice tener razón y pone su radio. Hay que fortalecer a las que están, y que se dejen fortalecer; en ese camino estamos”.

 

CON ACENTO CAMPESINO

Nombre: Comunitaria San Pedro, FM 95.5

Localidad: Guasayán – Santiago del Estero

Inauguración: 1997

Mariano Ledesma es sacerdote, valiente, locuaz y peregrino. Se formó en Buenos Aires, trabaja en las entrañas de Santiago del Estero y dialogó con La Pulseada en Asunción del Paraguay, durante un encuentro de redes comunitarias. La radio que dirige encarna a una iglesia abierta y transgresora, en “opción por los campesinos”. El 65% de sus oyentes potenciales lo son y todo el proyecto comunicacional y evangelizador se hunde en una lucha terrenal, territorial y sanguínea por el acceso a la tierra, encolumnada en el sendero peleador del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase).

La usina de la radio es la parroquia “San Pedro Apóstol”, del departamento Guasayán, que se ramifica en 39 Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) rurales y 18 urbanas, y tiene jurisdicción sobre más de 7.000 Km². En esa superficie viven más de 25.000 personas, en seis municipios. La idea original, en 1995, era montar la radio en el campo. Pero como allí no había luz eléctrica se hizo en Guasayán, un pueblo de “calles polvorientas”, según la chacarera que lo invoca, situado “a tres cuadras” de la frontera con Catamarca y a 5km del límite con Tucumán. Aunque Ledesma relativiza esos límites porque, dice, todos conviven “como parte de una misma realidad”. Desde allí hablan al campo. Al campo pobre, desairado por el clima y el Estado. Es la única FM que llega al monte “para fortalecerlo” ante el avance de las fronteras agropecuarias. Una arremetida empresarial que surca en topadoras la aridez donde sobreviven pequeños productores de ganado de monte.

La radio la idearon 15 jóvenes, dos religiosas y un cura. En 1999 casi cierra, pero reverdeció tras algunas inyecciones de recursos del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. La llaman “FM San Pedro de Guasayán para distinguirla entre todos los San Pedros de la provincia: “¡S. Pedro de Choya, S. Pedro de Capital, S. Pedro de Copo…!”, enumera entre risas Ledesma, que llegó con alguna experiencia en comunicación juvenil y la dirige desde 2001. Hoy transmiten las 24 hs. y son más escuchados en el campo que en el pueblo, quizá por sus objetivos. “La radio fue tomando otro rol, el de dar a conocer el tema de la posesión ancestral de la tierra. Los jóvenes de la radio venían de familias del campo y fueron incorporando la problemática de sus parientes –contextualiza-. Los entonces jóvenes, que ya no lo son tanto, han vuelto por este impulso para tomar los problemas del lugar”.

Pero la propuesta es diversa, con “programas que formen, eduquen y generen consciencia de cambio. Tenemos uno de quechua; trabajamos género, para abrir la mente; y otras organizaciones tienen un espacio sobre violencia contra la mujer”, ejemplifica el sacerdote, y cuenta que antes no pasaban canciones que hablaran de sexo o moral pero dijeron ‘basta’, “porque lo que escuchan los chicos, sea cumbia villera, folclore o reguetón, habla del amor. Y no todos son católicos, tenemos que aprenderlo y articular en las pequeñeces en las que puede haber comunión”.

Unir lo religioso y lo “social no religioso” costó, admite Ledesma, que viene “parido por la Acción Católica, donde el cura o el dirigente es el que decide”. Hoy caminan junto al Instituto de Cultura Popular y otras ONG, crearon la Red Diocesana de Comunicación y el Consejo Parroquial de Comunicación (con otras FM y equipos parroquiales) e integran Farco y Aler. Eligen “la metodología” del Mocase y de las CEBs, “donde todos son importantes y la organización decide incluso qué días hay misa, o pasamos una producción sobre temáticas campesinas, de intercambio de semillas o de género. Cuando invité al obispo auxiliar de Santiago, que está hace 2 años, no entendía eso de ‘no, hoy no tenemos misa porque hay que hablar de la organización de la tierra”, cuenta. Y agrega: “En mi parroquia el 90% son mujeres, y no es que están esperando que el cura decida. Y yo puedo estar aquí (en Paraguay) por eso. No hace falta que esté yo para que las cosas sucedan”.

Construyamos una Iglesia liberadora para defender nuestros derechos” es el lema que los rige. Y, está claro, no puede caer bien en las jerarquías eclesiásticas conservadoras. Sobre todo en el interior, donde abundan sagas eternas como los Juárez de Santiago, y dejan huellas culturales como la “persecución al que piensa distinto -resume Ledesma-: con las radios de la Iglesia no se meten tanto, pero sí con las radios campesinas. Aunque nuestro obispo, que es del Opus Dei no se mete tanto y deja hacer, lo cual da muchas ventajas. Los obispos no tienen que venir a cambiar la organización campesina si es el modo de la gente. Obispos y curas estamos de paso y somos personas; es la organización quien debe decidir”, sostiene. Y cierra con una anécdota de cuando trabajaron con el gobierno de Venezuela en la “Operación Milagro”, para que la gente del campo pudiera operarse los ojos: “Pasábamos un programa llamado Sonidos al Alba. El obispo nos preguntaba qué significaba eso, y le decíamos: ‘Es Al Alba porque al alba se reza el rosario’… ¡pero en realidad salía Chávez hablando y en una partecita explicaba la operación!”.

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