Legar la historia

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Desde 2015, la Universidad Nacional de La Plata lleva adelante la reparación de legajos de los miembros de su comunidad educativa víctimas del terrorismo de Estado. Un trabajo que deja constancia de que las detenciones ilegales, desapariciones o asesinatos fueron los verdaderos motivos de la interrupción de trayectorias laborales y estudiantiles.

Por Martina Dominella
Fotos: Gabriela Hernández

En Arquitectura el acto de reparación se realizó en septiembre con un centenar de casos.

Emilce Moler se mudó a Mar del Plata con su familia apenas obtuvo la libertad vigilada, en 1978. El Bachillerato de Bellas Artes de La Plata, donde cursaba la especialidad en Dibujo Artístico, dispuso que había perdido su regularidad por reiteradas faltas y en su legajo, el Nº 16.787, dejó constancia del «abandono de sus estudios». Con el esfuerzo de sus padres consiguió los papeles necesarios para rendir quinto año libre. Tuvieron que decir que había tenido hepatitis.

En septiembre de 2015, la institución llevó a cabo la reparación de su legajo expresando que la verdadera razón de la pérdida de su condición de regular había sido la privación ilegal de libertad sufrida durante la dictadura, puntualmente en el marco de la denominada “Noche de los lápices”. Este resarcimiento, junto a otros 335, se encuadra en la resolución 259/15 de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), que dispone la inscripción de la condición de detenido-desaparecido o asesinado en los legajos de los docentes, no docentes, graduados y estudiantes de la universidad víctimas del terrorismo de Estado. Esto significa dejar constancia “de los reales motivos que determinaron la interrupción del desempeño laboral o estudiantil de todos aquellos que fueron víctimas de la última dictadura militar”.

La tarea está a cargo de una comisión conformada por la Prosecretaría de Derechos Humanos de la UNLP, el Archivo Histórico de la Universidad, la Federación Universitaria de La Plata, el gremio docente ADULP y el gremio no docente ATULP y que articula con equipos interdisciplinarios de cada facultad o escuela. También son parte clave del recorrido las familias, los organismos de Derechos Humanos y las personas particulares que orientan la búsqueda de información y aportan datos.

“Cada reparación debe ser un motivo de alegría, más allá de la profunda tristeza que siempre nos invade ante la ausencia de estos compañeros y estas compañeras. En estos encuentros volvemos a marcar su presencia y a recordarlos en un ejercicio de memoria y, además, se procura saldar una deuda con ellos y ellas y con sus familiares”, expresa Verónica Cruz, prosecretaria de Derechos Humanos de la UNLP.

Memoria en construcción

Arquitectura fue una de las unidades académicas más golpeadas por el terrorismo de Estado en referencia a la cantidad de miembros de su comunidad educativa detenidos-desaparecidos y/o asesinados. En septiembre se hizo el acto en la facultad por entrega de legajos reparados, al que asistieron más de 300 personas. Fue una jornada emotiva y extensa donde se leyeron las biografías de las víctimas; se celebró con aplausos el trabajo realizado en cada uno de los cien casos; hubo escucha para los familiares, compañeros y compañeras que decidieron tomar la palabra.

Lola tiene 21 años y es sobrina de Jorge Eduardo Bogliano Cendagorta. “La entrega de este legajo nos llama a la reflexión. Hoy nos juntamos dos generaciones entre mates a charlar y traer a la memoria, a pedirle que nos visite. Es invaluable esto de llamar a las cosas por su nombre, sanar en nombre del Estado, de la institución. De alguna manera, darnos una pequeña pieza de un rompecabezas muy grande para todos nosotros. Esto nos sana, nos invita a rearmar la historia de quién fue, de quién quiso ser, nuestro tío», leyó con voz segura cuando pasó al estrado, con su pañuelo verde atado bien fuerte a la muñeca. Subió al escenario con su tío Pampa, otro de los protagonistas de ese diálogo intergeneracional.

Arquitectura fue una de las unidades académicas más golpeadas por el terrorismo de Estado por la cantidad de detenidos-desaparecidos y/o asesinados

Jorge estaba inscripto en la carrera de Arquitectura cuando ésta funcionaba en el marco de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas y militaba en Montoneros. Era el tercer hijo de 7 hermanos. Fue secuestrado en marzo de 1977, a los 32 años, y aún continúa desaparecido. Las biografías devuelven el reflejo de vidas muchas veces breves pero intensas. Escucharlas en conjunto permite hilvanarlas, armar la historia de manera polifónica y las ubica ya no como relatos aislados sino dentro de una trama de vínculos, amistades, amores, militancias.

En la Facultad de Periodismo, se entregaron legajos de 40 docentes y no docentes desaparecidos

En este punto radica una de las fortalezas de que la entrega de esta documentación se haga de manera pública y colectiva en la misma unidad académica donde las víctimas realizaron su recorrido laboral y/o estudiantil. “El acto tiene la potencia del encuentro que –imagino– tuvieron las primeras instancias de homenaje del `94 y `95 (en referencia a los actos conmemorativos realizados en Arquitectura y Humanidades). En las devoluciones que he presenciado es muy fuerte que la institución se haga cargo de su historia y, como dice la resolución, de que fue víctima y victimaria, sobre todo por las purgas, las cesantías, las sanciones. Creo que eso tiene un carácter de reparación simbólica muy fuerte”, cuenta Lucía Abbattista, prosecretaria de Derechos Humanos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

La sucesión de actos y los diálogos con familiares permiten ampliar las funciones de la tarea reparatoria. En el último tiempo, por ejemplo, se resolvió que en el caso de mujeres que estaban embarazadas al momento de su desaparición, una copia de sus legajos vaya a Abuelas de Plaza de Mayo como parte del material que se da a nietos y nietas en cada restitución de identidad.

“Estas entregas también impulsan la posibilidad de pensar otras agendas hoy. He visto que, acto tras acto, se crea una comunidad en torno a la Universidad desde las organizaciones de derechos humanos y familiares que acerca luego nuevas ideas, nuevos desafíos, nuevas demandas en función del presente. Otro saldo positivo es cómo piensan estos temas las nuevas generaciones, por ejemplo, con la posibilidad de que las comisiones de estudiantes reconstruyan las historias de sus propias carreras”, agrega Abbattista.

Recuperar para el futuro

El contenido documental de cada legajo varía: una foto carnet, la calificación de una materia, actas, fichas de inscripción, documentos completados de puño y letra, exámenes. En su mayoría son meros trámites administrativos o información académica pero que, al corresponderse a historias atravesadas por el terrorismo de Estado, toman otra relevancia y permiten poner nombres, rostros, sueños, proyectos de vida y datos allí donde la maquinaria genocida buscó imponer silencio, desaparición y clausura. “Los hijos de desaparecidos siempre seremos detectives sin pausa, hurgando en las ruinas del pasado la materia de la que estamos hechos (…) Tengo con frecuencia un miedo muy fuerte, temo que si dejo de nombrarlos, esa será su desaparición definitiva, recordar con este miedo tiene un peso a veces insoportable, una soledad abrumadora como un océano que sólo encuentra calma en procesos colectivos como el de HIJOS y en políticas de Estado reparadoras fuertemente simbólicas como este acto”, escribió Juan Aiub, hijo y sobrino de desaparecidos, luego de la reparación del legajo de su tío Ricardo “Riki” Aiub, graduado de Periodismo.

Las mismas reparaciones están sujetas a un proceso de actualización tanto por la labor permanente de la comisión como por el accionar de la Justicia. Por ejemplo, en la resolución de Psicología, de marzo de este año, al referirse a Raúl Ramón “Tito” Maschio Lafitte se decía que “continúa desaparecido”. Sin embargo, en abril, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos, que habían sido hallados en 2009 en el cementerio de La Plata. Esta información se incorporó al legajo que, finalmente, fue entregado a su familia durante el encuentro de la Red Interuniversitaria de Derechos Humanos que se realizó en Paraná.

“Estas entregas impulsan la posibilidad de pensar otras agendas. Acto tras acto, se crea una comunidad en torno a la universidad desde las organizaciones de derechos humanos y familiares”

En el caso de Guillermo Díaz Martínez Nieto, este trabajo de archivo derivó en conectar múltiples aristas de su biografía. Fue uno de los fundadores del Frente de Agrupaciones Eva Perón (FAEP), donde ejerció la conducción política y militar de un grupo de jóvenes, entre los que estaba Laura Carlotto. “Era de Catamarca, había estudiado en La Plata en los años 60 en Derecho y Humanidades. Todavía no encontramos su legajo, pero cruzamos datos con la nómina de ATULP y a él lo reivindican como trabajador no docente referente, como Rodolfo Achem y Carlos Miguel (ver recuadro). Él fue asesinado en Tucumán, ni bien empieza el Operativo Independencia, porque se va apenas empieza la intervención en la UNLP. Todavía su legajo estudiantil no lo tenemos, pero sabemos que podemos dar a su familia el legajo de no docente. Uno de sus sobrinos es abogado de la causa Angelelli por crímenes de lesa humanidad. Las tramas son infinitas”, explica Abbattista.

Una trama tejida en el tiempo

Desde 2015 a la fecha se repararon legajos de los colegios pre universitarios y de las facultades de Arquitectura, Trabajo Social, Ciencias Astronómicas, Psicología, Ingeniería, Periodismo y Comunicación Social y de la Escuela Universitaria de Recursos Humanos del Equipo de Salud (EURHES).

Para noviembre está previsto el acto en Humanidades. Allí, el trabajo de reparación se inició a fin de 2016 y contempla un centenar de casos. La primera etapa estuvo dedicada al relevamiento y supuso revisar distintas fuentes institucionales. Esto implicó descubrir que había material perdido a causa de diferentes criterios de conservación a lo largo del tiempo, mudanzas o la necesidad de “hacer espacio” en las dependencias. También requirió idear un especial trabajo de digitalización que aún está en proceso, ya que muchos legajos están en soporte fílmico (una suerte de rollos de negativos, muy utilizados en esa época) y hubo que encontrar una computadora adaptada que permitiera pasarlos a un formato digital. En paralelo, el Archivo Histórico de la UNLP realiza tareas de preservación de aquellas fichas o actas que están en papel.

“Esto es parte de una lucha por los sentidos y significa realizar operaciones contrarias a lo que el genocidio nos impuso, que fue un modo de relacionarnos que tiene que ver con la desconfianza, el aislamiento, la creación de un enemigo, la figura del subversivo. Nosotros, en la construcción por la memoria, tenemos que juntarnos, hablar, volver a nombrar. Algo vuelve a través de estos objetos, el reconocimiento que esa institución hace de la persona. Esta legitimación nos dice: este era su nombre, tuvo un compromiso en tal lugar, se regía por tales valores y dejó de asistir a causa del terrorismo de Estado. Y esto implica consensos y reflexiones grupales”, explica Andrea Suárez Córica, hija de Luisa Marta Córica, que era estudiante de Filosofía, militante peronista y poeta. Luisa, además, fue empleada del Hipódromo y de la Legislatura provincial, donde el Estado también realizó una reparación de los legajos de sus trabajadores en 2014.

“Los hijos de desaparecidos siempre seremos detectives sin pausa, hurgando en las ruinas del pasado la materia de la que estamos hechos”, escribió Juan Aiub, luego de la reparación del legajo de su tío Ricardo “Riki” Aiub

Actualmente, Andrea forma parte de la comisión que trabaja en el proceso de reparación en Humanidades. “Así como las madres preguntaban dónde estaban sus hijos, los hijos vinimos a preguntar quiénes habían sido nuestros padres. Los documentos actúan como una polea de transmisión que enlazan los tiempos, trae el pasado y se instala en el presente para crear un futuro más digno, más humanizado”, reflexiona.

En este camino, las preguntas y la perseverancia en el rastreo de información es el motor de la búsqueda. En algunos casos, el entrecruzamiento de datos necesario para la reparación permite reconstruir las trayectorias vitales y conocer “nuevas” facetas de las víctimas. Así fue para Maine y Lucía García Itzigsohn quienes, en el marco de la reparación de legajos, descubrieron que su mamá, Matilde Itzigsohn, trabajadora y representante sindical en el Astillero Río Santiago, estaba inscripta en la carrera de Filosofía. “A mí ese dato me confirmó una inclinación que siempre vi en las cosas que ella dejó escritas, que era esta cosa de pensar en términos muy existenciales el mundo. Siempre, a ella y a mi papá (Gustavo García Cappannini, que continúa desaparecido), los reconstruí en una dimensión muy renacentista, con intereses múltiples muy amplios y que lo que eligieron o estudiaron un tiempo era una parte de lo que les preocupaba. Por eso fueron militantes políticos en una dimensión tan amplia, en ese interés por el mundo», contó Lucía a La Pulseada en la víspera de la recuperación del legajo de su mamá.

Las tramas de la memoria se tejen en una doble temporalidad: con la urgencia que conlleva la búsqueda, la imperiosa necesidad del rescate de identidades, el tiempo biológico de madres y abuelas y con la tarea paciente y detallada de avanzar siguiendo indicios, pequeñas pistas para construir la historia.  


Contar una institución, contar un país

 

El contenido de cada legajo varía: una foto carnet, la calificación de una materia, actas, fichas de inscripción, documentos completados de puño y letra, exámenes

El terrorismo de Estado en la UNLP inició el 8 de octubre de 1974 con los homicidios de Carlos Miguel y Rodolfo Achem a manos de grupos paraestatales. En los años siguientes, y más fuertemente luego del golpe de 1976, tuvo diversas expresiones en la esfera de la institución: el despojo a los trabajadores no docentes de su escalafón específico por considerarlo “un privilegio e instrumento de infiltración subversiva”; cierre de carreras y del comedor universitario; recorte y censura de contenidos; obligatoriedad de cursos de ingreso por examen y orden de mérito; persecución ideológica; disminución de la matrícula estudiantil de 13.000 en 1975 a 4.800 en 1983; amenazas, secuestro, desaparición y el asesinato de trabajadores y estudiantes de su comunidad educativa. Además, se interrumpió y desarticuló el proceso de conformación de las asociaciones gremiales, por ejemplo, con la intervención del gremio ATULP.

Se designaron sucesivos interventores para la UNLP y se aplicaron varias resoluciones de la “Misión Ivanissevich”, como se conoció al plan aplicado por el Ministro de Cultura y Educación Oscar Ianissevich y que incluyó la clausura de medios de comunicación universitarios, prohibición de actividad de centros de estudiantes, ajuste económico y una condena a medidas de fuerzas docentes caracterizándolas como “actividades disolventes”, desmanteló tareas de investigación, entre otros aspectos.

Según la CONADEP, el 21% de las desapariciones a nivel nacional corresponde a estudiantes y jóvenes. En La Plata ese porcentaje es aún mayor. A través de múltiples fuentes, se contabilizan más de 700 víctimas directas del terrorismo de Estado en el ámbito de la UNLP. Sus nombre están en una nómina que está en construcción permanente y se puede consultar en el sitio web www.unlp.edu.ar.

“Es una pequeña pieza de un rompecabezas. Nos sana, nos invita a rearmar la historia de quién fue, de quién quiso ser, nuestro tío», leyó Lola, sobrina de Jorge Eduardo Bogliano Cendagorta

“La actuación del Estado genocida provocó un verdadero vaciamiento material y simbólico del proyecto de universidad que se disputaba en aquellos años, que pensaba la educación pública como herramienta de transformación social. Un proyecto que estableció el ingreso irrestricto tanto en la Universidad como en los colegios preuniversitarios, que amplió los servicios del comedor universitario y de becas, para favorecer el acceso de los hijos de trabajadores, entre otras acciones”, explica Guadalupe Godoy, directora de Programas de Memoria y Reparación Histórica de la Prosecretaría de Derechos Humanos de la UNLP.

La información de los legajos articula con otros procesos más amplios de memoria, verdad y justicia. Por ejemplo, antes de la resolución de 2015, fue insumo en los Juicios por la Verdad y, en los juicios conocidos como “Circuito Camps” y “La Cacha”, parte de este material sirvió como pruebas para elaborar testimonios de contexto y así dar cuenta de que la mitad de las víctimas allí contempladas eran estudiantes de la UNLP. En otras situaciones, la Universidad fue querellante en los juicios, como en la causa “Fuerza de Tareas 5” o “FUERTAR 5”, que por primera vez investigó los crímenes cometidos por la Armada en la región.


La reparación en los colegios secundarios

Emilce Moler recibe su legajo reconstruido

El primer acto de reparación tuvo lugar en septiembre de 2015 en el Bachillerato de Bellas Artes, y fue “a demanda” de la institución. Estuvo enfocado en los legajos de militantes políticos y estudiantiles que resultaron víctimas de la denominada “Noche de los lápices”, en referencia a la serie de secuestros de estudiantes secundarios con militancia política y estudiantil efectuados en La Plata en septiembre de 1976 y que no sólo pertenecían a esta institución.

La lectura y el análisis de los legajos permite observar que en los casos de María Claudia Falcone y Francisco López Muntaner, quienes al momento de su secuestro cursaban el 3er año en el Bachillerato con especialización en Dibujo Artístico, consta la inscripción Deserción como motivo de la interrupción de su trayectoria estudiantil.

En el de Gustavo Atilio Calotti, uno de los sobrevivientes que al momento de su secuestro cursaba el quinto año del Colegio Nacional, está la inscripción “Libre” y que en 1994 rindió las equivalencias para obtener su título.

En el caso de Cristian Krause, en su expediente del Colegio Nacional figuraba la “irregularidad de la circunstancia vivida por el alumno” en el mes de septiembre de 1976, la reparación dispuso aclarar que se trató de una “privación ilegal de libertad sufrida durante la última dictadura militar”.

En el documento de reparación se expresa que “a casi 40 años de recuperada la democracia, es un imperativo ético para la Universidad Pública continuar desandando el camino de horror e impunidad y fortalecer acciones que permitan a los familiares de aquellos que fueron asesinados o desaparecidos y a los sobrevivientes la reparación del daño sufrido”.

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