Las clases a marzo

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La pandemia del coronavirus, los problemas edilicios, la falta de personal, docentes mal pagos y los conflictos para garantizar un proceso pedagógico acorde a las necesidades de niños y niñas se combinan en un combo que tensiona al sistema público de enseñanza, pero aún más, a la escuela como institución social. De regreso a las aulas, padres y docentes relatan a La Pulseada cuáles son las opciones para afrontar un ciclo lectivo ceñido a los protocolos para evitar contagios durante las clases.

Por Abril Lugo
Fotos: Gabriela Hernández

Inicio diferido

En la tarde calurosa de un viernes de inicios de marzo Damián Derbes, un empleado del Registro de las Personas de La Plata, espera a su hija, María, en la vereda del Colegio Nuestra Señora de Luján, en 59 entre 3 y 4. Parado justo en medio de la cola de padres a un metro de distancia cada uno, con un tapabocas negro y el casco de una moto entre las manos, espera a la niña, que empezó cuarto grado el lunes, junto a la mitad de sus compañeros debido a los protocolos de prevención de contagios de COVID-19.

Damián y María en el arranque de clases en el Colegio Nuestra Señora de Luján

La fila de adultos avanzaba despacio hacia la puerta y el ruido de los autos se entremezcla con la voz de una maestra que atiende al siguiente padre:

—¿Derbes?— dice la mujer y se voltea para llamar a la niña que sale con su delantal blanco y una mochila minúscula, donde apenas cabe un cuaderno y una cartuchera. María se despide de la maestra con la mano, a lo lejos, mientras Damián le pregunta sobre su quinto día de clases. La semana siguiente las actividades escolares serán virtuales, por classroom.

“Los recreos son espantosos, porque los nenes se la pasan sentados, no pueden correr ni jugar”, describe Damián sobre la primera semana de su hija María en la escuela

Damián y María se están ajustando al nuevo modelo de clases en pandemia, como la gran mayoría de familias que durante marzo iniciaron el regreso a las aulas entre protocolos. Para él, esa primera semana de actividad de su hija, a la que le tocó la “burbuja A” de su comisión, fue un “horror”. “Los recreos son espantosos, porque los nenes se la pasan sentados, no pueden correr ni jugar”, describe.

Es el primer año de María en un colegio nuevo, sus padres decidieron cambiarla de otra institución privada porque durante la cuarentena “tuvo una sola clase de zoom y fue recreativa”, comenta el papá. La virtualidad desmigajó la presencia de la maestra en la vida de María. Si había alguna duda en las tareas, Damián mandaba mails con preguntas para poder explicarle a su hija, pero, según contó, “si me contestó dos mensajes en el año, fue un montón”.

Para Gisela Romero el regreso a clases recién ocurrió la segunda semana de marzo. Es mamá de Karen, que ingresó a cuarto grado, y de Melisa, que este año terminará el secundario. Cuando todavía mediaba febrero, Gisela se acercó al colegio de sus hijas, la Primaria Nº4 y la Escuela Técnica Nº2 de Ensenada, para consultar cómo sería el regreso a clases. En la primaria, le avisaron que Karen iniciaría el 8 de marzo. “El colegio le exige barbijo y alcohol en gel propio”, destaca Gisela, habrá “toma de temperatura y alcohol al ingresar”, agrega, pero pidieron sí o sí uno personal. A Karen le tocó la burbuja “B” y, como asiste a clases a la mañana, su horario será desde las 8 hasta las 11,15. “Lo único que tiene que llevar es la carpeta y la cartuchera, sin mochila ni bolsa ni nada”, cuenta Gisela.

Gisela Romero y su hija Karen, que empezó el cuarto grado en la Primaria 4 de Ensenada

Para Melisa su último primer día está todavía un poco lejos. Le restan las prácticas educativas para recibirse como técnica en química, pero aún no tuvo noticias concretas desde la institución. Cuando su mamá fue en febrero a la Técnica Nº2, una de las profesoras la atendió en la puerta:

—El preceptor les va a avisar cuando empiezan por Whatsapp, pero recién será a fines de marzo—le respondieron a Gisela. “Así que todavía estamos esperando”, dice.

El grupo de Whatsapp se organizó en marzo pasado, cuando inició la cuarentena, pero la hija de Gisela estuvo un mes sin tareas y fuera de las actividades, porque “el preceptor la había pasado por alto porque era nueva. Fue todo un caos, tuve que escribirle a la directora del secundario para que la integren”, recuerda la madre.

Aunque Gisela aún no sabe exactamente qué esperar del comienzo de clases, cuenta con la ventaja de vivir a una cuadra del colegio de sus hijas. “Quiero suponer, por lo que llegué a ver, que los papás hacemos una fila, y de a poco hacen entrar a los nenes”, aventuró sin errar. A pesar de la incertidumbre celebra como “una buena noticia” el regreso paulatino de sus hijas a las aulas, porque  “a ambas les gusta estar, participar, y no es lo mismo aprender virtualmente”.

“Planificar la presencialidad”

La vuelta a las aulas era una opción casi obligada para este año después de las complicaciones que mostró la enseñanza virtual como única alternativa en la cerrazón social que inició el 20 de marzo de 2020. Desde Suteba, la subsecretaria general, Silvia Almazán puntualiza que los docentes “siempre pensamos en la desigualdad de acceso a la educación, que la pandemia está profundizando”. Para la dirigente lo fundamental de este ciclo lectivo radica en “el desafío para sostener el vínculo pedagógico entre los chicos, la escuela y las familias, para seguir entrelazados de alguna manera en un contexto de pandemia”.

La realidad es que, a pesar de esfuerzos como el plan de asistencia alimentario escolar que alcanzó a 1,8 millones de alumnos en toda la provincia, no existen datos actualizados para evaluar cómo fue la relación de las y los alumnos con la escuela durante las medidas de aislamiento en pandemia. Todas las estadísticas son de 2018 o anteriores.

Para Silvia Almazán, de Suteba, lo fundamental de este ciclo lectivo radica en “el desafío de sostener el vínculo pedagógico entre los chicos, la escuela y las familias, para seguir entrelazados de alguna manera en un contexto de pandemia”.

El proyecto que decantó en el Plan Jurisdiccional que impulsó el Gobierno provincial para el regreso a clases tiene algunas fisuras por resolver, entre ellas, el rol laboral de los maestros. “Yo estuve recorriendo escuelas y las compañeras nos planteaban que el plan jurisdiccional hay que ponerlo en acción, por ejemplo en relación al trabajo docente, desde los tiempos de enseñanza, los tiempos de ingresos”, relata Almazán.

Otro de los conflictos se da en torno a la incertidumbre que genera la pandemia. Desde Padres Organizados La Plata, Luciana Bártoli evaluó que, si bien el regreso a la presencialidad es un aliciente, “notamos que la manera en que se implementó, potencia la desigualdad, como caíste quedaste”.

“Mientras las escuelas privadas pueden garantizar protocolos y logística, las públicas no”, sentencia Bártoli, mamá de una niña de 9 y otra de 13, que dice que “las públicas, con un esfuerzo enorme llegan a cubrir algunas jornadas”.

Así, el retorno escolar en el sistema público tomaría todo marzo. De hecho, a mediados de febrero, la Unidad Educativa de Gestión Distrital (UEGD) que dispuso que el regreso se diera con semanas escalonadas y horarios especiales, con turnos de cuatro horas, confirmó que solo 11 establecimientos de La Plata podían abrir sus puertas. Los principales obstáculos fueron las fallas edilicias, que están en proceso de arreglarse, y la sustitución del personal docente y auxiliar que por ser grupo de riesgo no puede asistir a las escuelas.

Los chicos en la escuela

Con todos los cambios que afronta el sistema educativo por la pandemia, la apuesta este año está en garantizar la mayor relación posible de los alumnos con la escuela. En un balance respecto a la experiencia en 2020, el vínculo parece haberse tensado, como mínimo.

“Yo no soy profesor y a veces tampoco los adultos de casa tuvimos la paciencia para explicar las tareas”, rememoró Damián Derbes sobre el paso de María por tercer grado. En esa línea, Gisela recordó que Karen “tuvo 15 días de clase en marzo pasado y después se cortó todo”. La búsqueda de la familia fue colectiva. “Nosotros insistimos mucho con el tema de la educación”, señala Gisela, que con su esposo buscaron modos para que Karen se sintiera cómoda aprendiendo, “como hacer los ejercicios de Educación Física juntos”.

Los principales obstáculos en el regreso fueron las fallas edilicias, que están en proceso de arreglarse, y la sustitución del personal docente y auxiliar que por ser grupo de riesgo no puede asistir a las escuelas.

Por otro lado, está el proceso de adaptación a una rutina nueva. Gisela confía en que tanto Karen como Melisa están acostumbradas a mantenerse distantes y sospecha que el “poco contacto” con sus compañeros no será un gran problema. En cambio, Damián insiste en que a María “lo primero que le molestó fue no poder hablar con nadie”, aunque celebra que desde el colegio se tomen el tiempo para que “los chicos se adapten a hacer deberes otra vez”, y den espacio a los vínculos.

Con este panorama y siempre sujeto a los cambios que pueda producir el aumento de contagios en la región, Bártoli considera que resulta oportuna “una evaluación permanente de protocolos y resultados desde la primera semana” y también que, “si hay un cierre total por una cuarentena de 15 días, que lo primero en abrir sean las escuelas”. Almazán es categórica: “Queremos que la salud siga siendo prioritaria, pero a la par tiene que seguir existiendo la inversión en educación y la conectividad para los pibes y pibas de nuestras escuelas”//LP

 

 

 

 

 

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