La mujer maravilla

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AdelinaLa venía peleando hace tiempo. Acompañaba cada causa justa que había en esta ciudad. Hace unas horas se conoció el fallecimiento de Adelina de Alaye, una madre de Plaza de Mayo emblemática de La Plata. Se había sobrepuesto al dolor causado por la desaparición de su hijo de 21 años. Fotografió escenas prohibidas para la dictadura, recolectó documentos, presentó escritos… Guardaba todo en su garaje, hoy patrimonio de la Humanidad. Lo hizo porque pensó que “había que registrar” lo que estaba ocurriendo y tal vez también para no contradecir a su hijo Carlos Esteban Alaye, que creía que era “la mujer maravilla que todo lo puede”. Como despedida a esa gran mujer, republicamos esta nota de La Pulseada de 2007.

Por Laura Serra y Carlos Sahade

“Bienvenidos. Mi casa es su casa”, dice el colorido cartel que está en la puerta de entrada. Y no es una formalidad. Su casa es la casa del visitante y también lo es su archivo, ese que comenzó a tejer desde que desapareció su hijo, un 5 de mayo de 1977, para “tener todo registrado”, quizá porque fue la forma de estar cerca de Carlos y de abrigar la esperanza del reencuentro. Y en ese afán por documentar todo, llevó su Kodak escondida entre sus ropas. Logró fotos clandestinas, “desde acá” y se señala la cintura, “porque si me veían la cámara me la sacaban y la verdad es que me daba miedo, mucho miedo”, dice hoy Adelina Dematti de Alaye a pocos días de que la UNESCO decida si su patrimonio documental es incorporado al “Registro de Memoria del Mundo”. Allí atesora imágenes que nadie tiene: las primeras marchas en Plaza de Mayo, cuando las Madres todavía no usaban el pañuelo que ahora las identifica en el mundo entero; la cola de personas que esperaba para denunciar los horrores de la dictadura ante la Comisión de Derechos Humanos de la OEA; el primer “cartelito” aparecido el 28 de diciembre del 78 que era “de lo más tímido e improvisado y que decía algo así como ‘que nos digan dónde están’”… 1500 fotos, documentos, cartas, telegramas, pedidos, habeas hábeas, volantes, folletos, recortes, publicaciones, manuscritos, listas de desaparecidos, actas de defunción…

Todo está guardado en la memoria y también en este garaje pequeño, sencillo, acogedor. Las paredes están tapizadas de estantes de madera conglomerada que albergan cajas prolijamente etiquetadas. Pero ni así alcanza y hasta la mesita de lo que fue la máquina de coser a pedal se ha convertido en un lugar para apoyar cosas. A la derecha, la computadora, el escáner y una pila de planchas de cartón listas para ser convertidas en más cajas… Porque hay mucho por hacer. Si uno le pregunta por un documento, inmediatamente lo referencia a tal caja y allí está. “Esto se va a digitalizar y entonces será más fácil buscar las cosas, pero para mí no hay como el documento en la mano”, dice y se mueve como un pez en el agua en ese mar de papeles. Su búsqueda, que en un primer momento fue personal, se enriqueció con el aporte de otros familiares y organismos de Derechos Humanos. Adelina integra, desde su constitución, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora. Por eso, su archivo es también reflejo de esta historia de pérdidas, sufrimientos, lucha, tenacidad y amor.

Carlos Esteban

1955 fue un año de enfrentamientos y muerte. Naufragaba una esperanza a manos de la “Libertadora”. Adelina vivía en Carhué y estaba embarazada. Justo el 16 de septiembre su madre iba a ir a cuidarla, pero no pudo viajar. “Los aviones pasaban rasando por el boulevard y mi familia estaba enloquecida porque radio Colonia decía que estaban bombardeando en Carhué”. Al matrimonio Alaye le habían recomendado que se fueran a otro lugar, pero “¿a dónde nos íbamos a ir? Nos quedamos en la casita esperando”. El 5 de diciembre nace Carlos Esteban Alaye. No fue fácil: “No había caso. La partera dice: nadie puede hacer nada. Si no nace en segundos… Tiene pulsaciones muy débiles”. Adelina se lleva la mano a la cadenita que tiene en el cuello y continúa el relato: “Entonces me agarré de la imagen que tenía, hubo otra contracción y salió. Mamá dice que el chiquito estaba violeta. Habían preparado agua caliente y fría; le hacen lo clásico de mojarlo y pegarle y lloró, lloró. Era un bebé chiquito, pero tenía dos vueltas de cordón”.

-Siempre flacuchingo. Yo me pasaba haciendo ensayos de comida. La licuadora era mi auxiliar. Un día el médico me dijo: “Mire señora, si usted le sigue triturando la comida, no va a aprender nunca a comer”.

-¿Eras sobreprotectora?
-Asquerosamente sobreprotectora. Y lo sigo siendo. Yo era maestra jardinera y mi marido trabajaba en el Banco Nación. Pedimos el traslado porque yo tenía que comprar el agua para darle al bebé porque la casa que alquilaba no tenía aljibe… El agua de Carhué era imposible. Inmunda. Nos fuimos a Azul donde estuvimos 9 años y después me quise ir porque pensé que para el futuro de los chicos iba a ser mejor estar más cerca de la universidad. Yo decidí esas cosas y todavía no hice el mea culpa.

-¿Tendrías que haber hecho otra cosa?
-Si me hubiera quedado allá a lo mejor las cosas se hubieran resuelto diferentes. No creo, pero… Nos fuimos a Brandsen. Al poco tiempo, mi marido muere en un accidente y Carlos, que tenía 12 años, hizo un problema de rechazo en la escuela. Lo puse en tratamiento y lo superó, pero el psicólogo que lo atendió me dijo que me cuidara porque mi hijo creía que yo era la mujer maravilla que solucionaba todo: “llorá, pataleá, gritá, mostrate como te sentís. No hagas que crea que podés resolver todo”.

-¿Vos te sentías la mujer maravilla?
-No, me moría del susto.

-Así que tu hijo nació bajo el signo del antiperonismo.
-Sí, tan antiperonismo que en el 72 cuando gana las elecciones, estábamos en la calle y por la esquina de mi casa de Brandsen pasa un camión lleno de gente gritando. Mi hija María del Carmen sale corriendo y se va adentro. Voy a verla y estaba llorando a los gritos: “¡Tengo miedo mamá! ¡Ahora los peronistas! ¡Qué van a hacer!”. Creo que hubiera querido desaparecer y volver… “Sí, porque vos me contabas que…”. Sí, yo le contaba cosas que eran reales, que a mí me marcaron muchísimo… Bueno, 5 años después, era peronista. Para esa época, Carlos estaba buscando… Es distinto.

-¿Dónde militaba tu hijo?
-En la JUP Montoneros. Estudiaba Psicología y trabajaba en una tornería de Berisso. En marzo del 76, coincidente con el golpe, se va a hacer el servicio militar. Antes lo habían nombran delegado en la UES de Bellas Artes y es uno de los cinco delegados que a fines del 74 se empiezan a movilizar por el boleto escolar; en el 75 dieron la batalla todo el año y en septiembre del 75 se firma el boleto escolar, aunque María Seoane diga, así como al pasar, otra cosa, como si en plena dictadura se hubiera podido pedir el boleto escolar.

Florencia

“Estando en el servicio militar es que Carlos e Inés deciden casarse. Él me escribía y en un par de ocasiones me dijo que no me preocupara porque a lo mejor iba a empezar a no recibir cartas suyas porque ‘en cualquier momento me toca a mí ir a defender a la Patria’. Mi hija me explicó que lo que me estaba queriendo decir era que iba a desertar porque él no iba a aceptar ir a reprimir a sus compañeros. El 1 de mayo de 1976 viene de Bahía Blanca y arregla con su novia hacer todos los trámites para casarse. Le dieron fecha para el 26 de julio, se casaron, pidió la baja y se la dieron en septiembre. Un par de meses después, compramos con los padres de ella la casita de Ensenada y se instalaron ahí. Para fines del 76 me viene a anunciar que Inés estaba embarazada. Yo estaba parada al lado de la heladera y le digo: ‘Ay Carlos, ¿no te da miedo?’. ‘Mamá, ¡¿miedo?!, ¡¿miedo?! Si vos sabés lo que estamos haciendo y lo que queremos. ¿Cómo no vamos a traer un hijo para que viva de otra manera, como uno quiere?’. No pudo ir el día que Inés tenía turno con la doctora y que sintió los latidos de Florencia. Ese día no la pudo acompañar y después no hubo otra consulta para él”.

Las fotos y las cámaras

-¿No te daba miedo mandar a revelar las fotos?
-Las primeras las revelaba en Foto Kent que el dueño era hermano de una compañera. Ahí nos hicieron las fotos de los chicos que usamos en las marchas; reproducciones del documento… Todo legal era (ironiza). Después yo vivía en 48 y 8 y sobre 8 estaba la Farmacia Real… Y en esas fotos no había pañuelos ni pancartas; era gente caminando.

-¿Todavía tenés la máquina con la que sacabas fotos?
-No, la cambié como cinco veces. No las cuido nada. Una vez un fotógrafo del Museo de Ciencias Naturales, Xavier Kriskausky, un divino, me dice: “Adelina, yo tengo una que no uso nunca, una profesional…”. No, no, una vez hice el intento y no, dejame de embromar con la profesional. De todas formas, me la regaló; es una muy buena que era de su papá.

Obligaciones

Adelina Dematti de Alaye logró que vinieran a declarar ante la justicia de La Plata toda la primera junta militar y varios represores: Jorge Videla, Orlando Agosti, Emilio Massera, Albano Harguindeguy, Ramón Camps, Eduardo Viola y a Juan Carlos Herzberg que operaba en el área naval de La Plata al frente de la fuerza de tareas Nº 5 que habría secuestrado a Carlos Esteban Alaye. Algunos declararon ante la justicia civil pero en ámbitos castrenses por decisión del gobierno de Alfonsín, mientras las Madres los aguardaban en tribunales. Carlos Guillermo Suarez Mason también debía presentarse, y como se fugó se pidió su captura internacional. Esta es la causa en la que el juez Héctor Gustavo de la Serna, ex mayor del Ejercito y famoso por quemar libros, aplicó, aún en democracia, la ley de autoamnistía de la dictadura. Adelina apeló y ganó. Todo está guardado en su garaje. Su archivo es fiel reflejo de lo que es su vida. Vaya como ejemplo su declaración ante la Cámara Federal de La Plata, en ocasión del Juicio por la Verdad. Cuando concluyó su testimonio se generó espontáneamente un enorme aplauso en la sala. Ella dijo entonces: “Cuando asumí un compromiso de vida no busqué, ni quiero, ni acepto, el estímulo del aplauso o de lo que fuera. Creo que todos los que hemos trabajado y luchado en este vía crucis que ha tenido, tiene y tenemos como pueblo, tenemos la obligación de testimoniarlo, de buscar la verdad, de ayudar al esclarecimiento, de seguir siendo solidarios y de volver a reconstituir relaciones”.

 

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