“La gente del semáforo son mis patrocinadores”

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Andrés González es colombiano. Llegó al semáforo con su espectáculo de fútbol freestyle como una forma de sobrevivir a la falta de trabajo y se convirtió en el referente del estilo libre en La Plata.

Por Lucrecia Gallo
Fotos Gabriela Hernández

«La base está en la disciplina». asegura Andrés que practicaba siete horas diarias.

“La tiene atada”, grita uno de la primera fila mientras está en plena acción. Cabeza, hombro, cabeza, nuca, pie, rodilla, cabeza, vertical y giro al mundo con los pies, son algunos de los pases que hace para calentar. “¡Te felicito! Sos un ídolo”, le dice el conductor de una camioneta mientras le entrega 10 pesos y estrecha su mano. “Te llevaría a mi equipo pero no tengo nadie que te la pase bien”, agrega el acompañante.

Son las 11 de la mañana y Andrés González, 29 años, recién llegó a su “oficina”. Sin más sonidos que el de la propia calle, la diagonal 80 esquina 5 se llena de gente cada vez que el semáforo los detiene. Ahí anda Andrés, con la 10 de Messi, dos o tres veces por semana, levantando su mano al público antes de arrancar su espectáculo de fútbol freestyle. Podría estar en un teatro o una cancha. Pero no, está en el semáforo.

Llegó desde Colombia en 2013, guiado por una amiga que estudiaba en Buenos Aires. Nunca antes había salido de su Bogotá natal hasta que se arriesgó: unos ocho meses en Medellín le bastaron para seguir viaje. “Cuando le dije a mi familia que me venía, a mi papá no le gustó, tenía sus miedos”, cuenta.

Con la idea de estudiar el profesorado en Educación Física empezó a recorrer la Capital haciendo lo que antes no se animaba a mostrar. “En los semáforos de Palermo conocí unos muchachos que hacían lo mismo y me recomendaron esta ciudad, me consiguieron una pensión y, sin pensarlo mucho, me vine”, rememora.

Todavía se acuerda el día en que llegó a La Plata. No le gustó. Aunque la adaptación fue rápida. Tanto que convirtió su hobby en algo profesional y hasta conoció a la muchacha que hasta estos días es su pareja. “Acá no tenía casa propia ni trabajo y encontré con esto la manera de sobrevivir”, explica.

Su otra relación, la que tiene con la pelota, comenzó mucho antes. Hincha del Atlético Nacional de Colombia, simpatiza con Boca y Estudiantes en Argentina. “Jugando uno conoce el dominio del balón, la base de esta disciplina”, asegura y aclara que al “estilo libre” o arte de hacer piruetas con la pelota, llegó a los 20 años. Desde cero, practicaba siete horas diarias. En las plazas más escondidas de su barrio en Bogotá y con la vergüenza del que recién comienza. No imaginaba que esto -que muchos llaman jueguitos o malabares- se convertiría en su trabajo, su forma de vida. Mucho menos que lo haría en un semáforo.

“Fue mucha suerte”, dice Andrés cuando cuenta como zafó del servicio militar al terminar la secundaria. Sin la libreta que le posibilita a los colombianos la búsqueda de trabajo en blanco y a la espera de los exámenes para entrar a la fuerza, estaba destinado a ser parte de la guardia del Presidente. Pero la vida dio un giro como esos que ahora hace con su propio cuerpo, en un roll, mientras suspende la pelota en el aire.

–¿Alguien tiene un problema de salud? –preguntó el hombre, dueño de un alto cargo en el ejército
–Tengo hipoglucemia –dijo Andrés sin pensarlo.
–¿Usted no quiere estar acá? –retrucó el militar, advirtiendo sus rodeos.
–La verdad que no.–contestó Andrés, sincero.
–¡Váyase! ¡Váyase!, antes de que me arrepienta.–le ordenó el hombre.

Andrés todavía no se explica cómo, sin más que la firmeza de sus palabras, la excusa funcionó.

De ahí en más, la hoja de vida de este colombiano no dejó de sumar buenas experiencias. Trabajó en varietés, en clubes infantiles de futbol, organizó eventos a beneficio y participó de distintos campeonatos. En el 2013 compitió en el Red Bull Nacional y quedó tercero en la Copa Bridgestone Libertadores durante el 2014. Fue campeón nacional del Torneo Regional en Buenos Aires en el 2016 y subcampeón del mismo torneo cuando le tocó defender el título, el año pasado, sumando la oportunidad de viajar a Brasil a un torneo latinoamericano.

Solitario, como el mismo se define, lleva cuatro temporadas trabajando en Mar del Plata. Sin conseguir que le aprueben los proyectos que cada año le propone al Municipio, tampoco logra obtener el permiso para mostrarse en la peatonal. Entonces, siempre vuelve al semáforo. Escenario de anécdotas, aún recuerda cuando un verano tuvo de espectadores a Walter Queijeiro, Caruso Lombardi y Silvia Süller.

Andrés –70 kg y 1,75 de altura–, suelta una risa, cuando dice: “A los semáforos en los que hice mi show llegué caminando”. En cinco años que lleva viviendo en la ciudad de las diagonales asegura haber pasado por más de 20 lugares. La primera esquina en la que se animó a parar fue la de 122 y 50. Cerca de la facultad y de la pensión en la que vivía, le quedaba cómodo. Pasó por Plaza Moreno, Centenario y 511 y, el clásico 7 y 50, hasta llegar –hace más de un año– a la diagonal 80 esquina 5. “Aprovecho el semáforo para trabajar y entrenar a la vez”, remarca.

Andrés sueña con salir del semáforo y poder presentarse con un show de animación

Pero no todo es deporte y sudor antes de que el semáforo se ponga en verde. También recibe dinero y mucho afecto. Andrés lo expresa en números: “El 99 por ciento de las palabras de la gente son positivas. Siempre me gritan: decile al técnico de la selección que te llame”.

Sin una rutina armada, puede arrancar por los pies o la cabeza, aumentar los trucos y la resistencia pero nunca hace lo mismo. Experto en llevar el tiempo mental e intuitivamente, aclara: “Por suerte lo que hago se cobra solo, soy malísimo para pedir”. Hay quienes pasan en autos lujosos y le dan 50 centavos como también están los que no dudan en darle cien pesos. “A esos le digo: ¡No, por favor!, queriendo devolvérselo pero no me lo aceptan”, dice, agradecido, Andrés y asegura: “La gente del semáforo son mis patrocinadores”.

“Aprendí a transmitir que no soy un malabarista más sino un deportista que ofrece un show diferente”, comenta, al tiempo que remarca: “A veces ser extranjero es un plus porque llamás la atención. Pero a veces pesa, porque si hay una discusión o te ves en una situación de conflicto la gente siempre se va inclinar por el de acá”.

El deportista participó en distintos campeonatos. Este año quiere hacerlo en Mendoza, Bolivia y México

Consciente de que el cuerpo tiene un límite, planea su futuro. Por estos días empezó un curso de administración de microempresas con el fin de fusionar su actividad con la venta de portabalones, un producto moderno e innovador que fabrican unos jóvenes que hacen freestyle en Japón y Europa. Este año quiere competir en Mendoza, Bolivia y México. Actualiza su página de Facebook Exhibición Futbolera Argentina y cuenta con el apoyo incondicional de su compañera, que le recuerda todo el tiempo lo bueno que es en lo que hace.

Sueña con salir del semáforo, presentarse en las plazas con un show más acabado, donde haya intercambio con los espectadores y animación. Tener un trabajo de medio tiempo para poder costear su entrenamiento y conocer a Riquelme, Verón y Ronaldinho, ídolo de todos los profesionales y aficionados del estilo libre.

Andrés levanta la pelota del cemento con un toque. La baja de pecho y la vuelve a dormir con el pie. Los autos tocan bocina a modo de aplauso y hasta una señora le hace reverencias. Cuarenta segundos de luz roja le alcanzan para impresionar con su destreza. Saluda a su público desde la plazoleta mientras recupera el aire y confía. Sabe que cada vez que vuelva a arrancar, los sponsors que necesita para concretar sus proyectos, pueden estar en la primera fila del semáforo de la esquina.

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