Esta pregunta que un Maestro de la ley le hizo a Jesús de Nazaret y que derivó en el relato de la parábola del Buen Samaritano, es la cuestión de fondo en este momento de nuestra historia. La cuestión del otro y de la otra, de lo humano como una relación que nos constituye y nos proyecta hacia la realización personal y colectiva, es, según mi mirada, el centro de la crisis civilizatoria que estamos viviendo y que amenaza con destruirnos como humanidad.
Vivimos un tiempo que construye subjetividades individualistas, egoístas y exitistas al extremo, donde el otro es un enemigo que hay que destruir, donde cada uno debe resolver su vida individual aún a costa de pisotear al que está al lado. Son cabezas sin corazón, en donde lo único que importa es mi situación, sin comprender que la felicidad personal está íntimamente ligada a la realización comunitaria, colectiva. “Ningún individuo se realiza en una comunidad que no se realiza”.
Creo que la Nochebuena, más precisamente el pesebre de Belén, nos da una respuesta y nos marca un camino, porque en medio del desprecio y la exclusión que sufren María y José, el Dios de los pobres construye una alternativa distinta.
El pesebre es una casa abierta que recibe, desde los pobres, a todos. Es cobijo y lugar de encuentro. No es un lugar neutral, porque el Dios de Jesús de Nazareth se para en la vereda de las y los descartados de la sociedad. Si Jesús hubiera sido neutral, habría muerto de muerte natural y no asesinado por los poderes de su tiempo.
El pesebre nos muestra que en el encuentro con las y los otros nos mejoramos mutuamente, construimos comunidad y desde ahí, transformamos la historia y forjamos la liberación de nuestro pueblo. No hay posibilidad de transformación personal y colectiva si no hacemos de nuestras vidas y de nuestra Patria un pesebre que reciba, que cobije y que nos haga militantes de la vida, de la justicia y de la igualdad.
Hoy la Nochebuena es una invitación a la lucha, a la organización y a la militancia. Nos invita a “derribar del trono a los poderosos y enaltecer a los humildes. A colmar de bienes a los hambrientos y despedir a los ricos con las manos vacías”, como canta María en el Magnificat. Decir hoy Feliz Navidad no solamente es un saludo o una expresión de deseos, sino que implica un compromiso en la construcción de un país más humano, más justo, más fraterno e igualitario.
El prójimo es “aquel que tiene necesidad de mi” y hoy, en nuestra sociedad, hay muchas y muchos –jubilados, discapacitados, desocupados, hermanos y hermanas de nuestros barrios– que lo están pasando muy mal. Tenemos que ser un pesebre solidario para cada uno y una de ellos, y tenemos que luchar para que aquellos que son los responsables de estas políticas que destruyen y hambrean a nuestro pueblo cambien o se vayan.
Carlitos Cajade decía: “Jesús nace en un pesebre para que hasta el más humilde de los hombres se sienta cómodo en su corazón de Dios”. La Nochebuena y más precisamente el pesebre de Belén nos invita hoy a ser alternativa colectiva, amorosa, solidaria y transformadora para hacer de nuestra Patria un lugar en donde cada ser humano, desde el momento de nacer, pueda vivir con dignidad.
(*) Coordinador del Colectivo de Teología de la Liberación “Pichi Meisegeier”






























