Victoria siempre

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Nota principal: La píldora roja

Victoria. Se llama Hilda Victoria Montenegro Torres, hija de Roque Orlando y de Hilda Ramona, militantes del ERP, pero le gusta que la llamen así: Victoria. Por lo que significa, dice, y no dice qué. Quizás por aquellos pequeños triunfos del amor que en tiempos de cruda represión, alejados de cualquier futuro, significaba la trascendencia de un hijo. Ese pedazo de sí mismos que aunque no fueran a verlo legaban al porvenir. No podían imaginar que los canallas vendrían también por ellos.

Victoria nació el 31 de enero de 1976. Por ella vinieron trece días después. El coronel Herman Tetzlaff, condujo ese operativo y mató a sus padres. Victoria lo supo muchos años después, cuando ella y Tetzlaff cenaron en un restaurante y Victoria tenía en su mano los resultados del ADN. Su secuestrador, un hombre de Inteligencia del Ejército, jefe del centro clandestino Vesubio, le dijo esa noche que había matado a sus padres para salvarle la vida. Un tiempo después, le entregó el arma asesina para que la guardara de recuerdo.

“Quedáte tranquilo, papá –le contestó Victoria esa noche-. Vos sos como un ángel que tiene la grandeza de criar al hijo del enemigo como propio”.

Las Abuelas habían recibido denuncias anónimas de que Tetzlaff, un hombre que practicaba tiro en un campo de Laferrere, se había apropiado de una hija de desaparecidos. El 29 de enero de 1988, la Asociación judicializó el caso.

La causa judicial fue un suplicio de trece años en la que pasaron seis jueces, empantanándola, frenándola, con fallos polémicos de camaristas y delaciones de fiscales que hoy siguen en sus puestos –como Juan Martín Romero Victorica, el fiscal de Cámara de Casación que está siendo investigado por su complicidad con Tetzlaff-, hasta que finalmente, en 2001, el juez Roberto Marquevich logró que los exámenes genéticos le devolvieran a María Sol –así la habían bautizado- su verdadera identidad, y condenó Tetzlaff a ocho años y medio de prisión.

“Una vez dije que si tenía sangre subversiva me cortaba las venas. Yo me sentía protegida por Herman, y ahora entiendo que lo que me inculcaban realmente era odio, no era otra cosa”, relata Victoria en una charla con La Pulseada.

Esas sombras empezaron a despejarse para siempre el lunes 25 de abril, cuando contó todo lo que sabía –y que por lealtad a su apropiador hasta ahora había callado- en el juicio por el Plan Sistemático. “Siento que soy yo misma, siento que volví. Porque yo estuve 13 días con mis papás y nueves meses en la panza de mi mamá, y me soñaron y me desearon, y todo eso lo tenés adentro tuyo. Y siento que pude volver. Pude correr lo feo. Sí, soy consciente de que viví circunstancias duras en la vida que no las borré; no digo ‘no, no existe más nada’. Me hago cargo de lo que me pasó en esos años, pero la verdad es que, de lo que era María Sol, siento que no quedó nada”.

-¿Hubo algún momento, en los años en que te impusieron ser María Sol, en el que Victoria empujaba por salir?

-Sí, ahora que me pongo a pensar, fue cuando decidí formar mi familia, con sólo quince años. Yo creo que ahí yo sabía que necesitaba algo mío. Todavía no había tomado la causa Marquevich, y creo que esa rebeldía –no es rebeldía, no sé cómo calificarlo-, no es que quedé embarazada porque sí, yo interiormente quería formar una familia. Y eso creo que es de Victoria y creo que es de mi mamá. Mi mamá Hilda tuvo familia muy joven también. No estaba dentro de lo que era María Sol, eso te lo puedo asegurar. Era muy apasionada, siempre lo fui. Me equivocaba en el discurso, nada más. La pasión era genética, estaba ahí, pero me la habían encauzado para otro lado.

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