Un padrenuestro en los jardines

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Cuenta Jorge Alessandro que cuando a Guillermo Gallo, interventor del rectorado de la UNLP en nombre de la última dictadura, le sugirieron que ya era tiempo de reabrir el comedor universitario, contestó que de ningún modo porque “eso era algo así como la colina táctica del enemigo”. Y esa fue precisamente la expresión –“La colina táctica del enemigo”- que este abogado, autor de ficciones e investigaciones históricas eligió para titular su último libro, publicado el año pasado por Ediciones de la Campana.Alessandroconvierte a la narración de los acontecimientos sucedidos en las instalaciones de 1 y 50 en una excusa para recorrer, en el agitado período que se extiende entre 1950 y 1975, dos décadas y media de pensamientos y experiencias militantes de los universitarios platenses. De los múltiples episodios rescatados en ese texto, elegimos uno para compartir con los lectores de La Pulseada: la ocasión de la visita, en medio del convulsionado año ‘73, del inolvidable Padre Mugica.   

En el marco de las actividades que la militancia universitaria peronista realizó durante los días previos al regreso definitivo de Perón a la Argentina, el atardecer del 15 de junio, en los jardines del Comedor Universitario, se registró una presencia poco habitual, aún para el politizado ambiente estudiantil.

Se trató del sacerdote Carlos Mugica, reconocido integrante del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, de relevante ascendencia y predicamento sobre los jóvenes católicos que en su búsqueda de un mayor compromiso desde principios de aquella década se habían volcado a trabajar en parroquias de villas y barrios populares.

Uno de esos grupos, vinculado a los postulados dela Teologíadela Liberacióny que había alcanzado posiblemente más desarrollo enLa Plataen ese momento, era el Movimiento Iglesia y Cambio enla Argentina(MICAR), varios de cuyos miembros fueron progresivamente incorporándose a las filas de las agrupaciones del peronismo.

Es que ya hacía un tiempo que el cristianismo se había convertido en fuente importante de nucleamiento de activistas que a partir de su compromiso y prácticas sociales terminaron involucrándose en la militancia política.

Fueron precisamente el MICAR y los jóvenes peronistas dela FURNquienes invitaron a Mugica en aquella oportunidad.

Estuvo acompañado por los legisladores Carlos Negri y Carlos Kunkel, que pertenecían ala JuventudPeronista, y también por Gloria Bidegain, hija del gobernador bonaerense, de Práxedes Babi Molina, quien había sido electo Concejal enLa Platay del secretario general del Partido Justicialista deLa Plata, Horacio Chavez.

Una presencia muy apreciada, en representación de los trabajadores no docentes dela UNLP, que tuvo un notorio reconocimiento por los presentes, fue la del secretario general de ATULP Ernesto Ramírez, reelecto por un nuevo mandato en las elecciones que se celebraron a fines de ese mes, cuando encabezóla ListaAzuly Blanca.

La idea originalmente prevista, había consistido en el oficio de una misa de campaña en recordación de un nuevo aniversario de los bombardeos de Plaza de Mayo ocurridos el 16 de junio de 1955.

Sin embargo ese cometido le fue impedido por el arzobispado local  por la connotación política del acto.

No obstante, en presencia de alrededor de quinientos estudiantes, ese día Mugica celebró una suerte de paraliturgia, consistente en la lectura de un pasaje del Evangelio y una alocución en la que se instó a los estudiantes a vivir con coherencia el compromiso que invocaban asumir con el pueblo.

Por momentos, sus palabras tuvieron una fuerte carga de interpelación hacia el estudiantado presente, como en el pasaje en el que aludió a aquellos que se enfrentaban con sus padres por diferencias políticas y generacionales, pero después recurrían a ellos para su subsistencia.

También tuvo palabras de elogiosa recordación para con el dirigente montonero Fernando Abal Medina, quien –destacó- “había muerto en defensa de sus ideales”. Aludió así a uno de los fundadores de la organización Montoneros, que había muerto durante un enfrentamiento con la policía en un bar de la localidad de William Morris en septiembre del año anterior.

Tampoco faltó su recordada “oración de la villa”: “Señor perdóname, por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece; a chapotear en el barro, yo puedo irme, ellos no; por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no; por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo. Señor: yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre. Señor: perdóname por decirles ‘no sólo de pan vive el hombre’ y no luchar con todo para que rescaten su pan. Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí”.

Y casi al finalizar el acto, aquella tarde, se dio una circunstancia curiosa y a la vez desconcertante cuando además de propiciar el rezo de un Padrenuestro, aquel curita joven, carismático, villero y tercermundista, todo un referente de los sacerdotes adherentes ala Teologíaparala Liberación, instó a los estudiantes a tomarse de las manos.

Aquella modalidad era un ritual utilizado por la grey católica en sus ceremonias, introducida a partir del Concilio Vaticano II, pero planteado en un ámbito casi seguramente mayoritario de extrañados no creyentes, o al menos alejados de las prácticas religiosas, la sugerencia resultó en principio naturalmente sorpresiva.

De todos modos, y en tiempos en que no eran pocas las voces propiciando el diálogo entre cristianos y marxistas, superado el desconcierto inicial, la propuesta fue progresivamente aceptada, formándose finalmente entre los asistentes al acto una inusual cadena de oración.

Jorge Alessandro

Fragmento de “La colina táctica del enemigo”

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