“Pensar en positivo es difícil pero posible”

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Foto: Gabriela Hernández
Foto: Gabriela Hernández

Reunidos por La Pulseada en la última casa donde vivió Luciano, Vanesa Orieta y Pablo Ferreyra exploran las tramas criminales que les cambiaron la vida: gatillo fácil, tercerización, patotas sindicales, zonas liberadas… Pero también bucean en ellos mismos: diferencias de clase, transformaciones personales y la importancia de unirse para militar “el comienzo de algo diferente”

 Por María Florencia Alcaraz

Entrevista Laureano Barrera y M. Florencia Alcaraz 

Astu está en brazos de su abuela Mónica. Con el chupete en la boca y los pañales puestos señala con insistencia la foto. “Es el tío”, le dice la abuela. El dedo pequeñito de Astu apunta a Luciano Arruga, el chico de La Matanza desaparecido desde el 31 de enero de 2009 por negarse a robar para la Policía. Astu ni si quiera había nacido.

Alrededor de la mesa de la última casa en la que vivió Luciano, en el conurbano bonaerense, Vanesa Orieta, hermana de Luciano, habla con Pablo Ferreyra, hermano de Mariano, el militante del Partido Obrero asesinado el 20 de octubre de 2010 por una patota sindical. Más arriba de la foto que señala Astu hay una de un chico barbudo que sonríe. “Justicia por Mariano Ferreyra”, dice abajo.

Los dos casos expresan tramas diferentes pero unidas por la violencia institucional y la “zona liberada”. En Lomas del Mirador, La Matanza, donde vivía Luciano, la Policía cooptaba pibes pobres y les liberaba zonas para robar. A Mariano lo asesinaron porque agentes de la comisaría 30º de la Policía Federal liberaron la zona para que actuara una patota del sindicalista José Pedraza, líder de la Unión Ferroviaria.

Sus hermanos encabezaron la búsqueda de justicia por estos crímenes y se encontraron hace dos años en ese camino. “Hay una red magnética, invisible, que hace que los familiares de víctimas de algún tipo de violencia institucional nos empecemos a vincular”, dice el hermano de Mariano mientras sonríe, saca el celular y le muestra a Astu: “Mirá, éste es León, mi hijo”. Ambos han sido padres. Pablo, hace cuatro meses. Vanesa, hace más de un año. “No han logrado derrotarnos, que perdamos la alegría, la capacidad de disfrutar de las cosas lindas de la vida”, dice la hermana de Arruga.

Cuando desaparece Luciano, Mariano estaba vivo. Cuando asesinan a Mariano, Luciano había desaparecido hacía casi dos años. ¿Cómo llega cada uno al caso del otro?

Vanesa Orieta: Con el caso de Mariano sentí que habían pasado los límites. Que se zarparon. Los límites los pasaron con Luciano, pero Mariano no era de un sector pobre. Ahora se habían metido con un pibe que venía de una familia de clase media. Más allá de las diferencias sociales, la familia de Pablo y la mía han sido víctimas de corrupción, mafias organizadas, sectores de poder que quieren mantener una forma de vida que termina esclavizando a un sector pobre, el 40% de esta sociedad. Para mantener este estado de las cosas están dispuestos a todo: desaparecer y matar.

Pablo Ferreyra: A mí la desaparición de Luciano me llega a través de la revista Barcelona. Y también por mi hermano: él militaba y esto era parte de una agenda de izquierda. En principio el caso me llega diluido y filtrado. Después mi verdadero contacto es a partir de la muerte de Mariano. Cuando apenas habían pasado dos o tres meses me junté con Vanesa. En enero de 2011 vine a Lomas del Mirador a un festival por los dos años de la desaparición de Luciano. Fue mi primera actividad. No pude hablar ni vincularme con nadie. Me sentía muy incómodo. Me costó mucho identificarme como familiar de una víctima. Recién a partir de eso pude pensarme como tal.

¿Qué sentiste cuando Pablo se acercó?

V.O.: Yo podría haber pensado que él era un cheto. Él podría haber pensado que yo era una cabeza. Está ese prejuicio. Pero un día nos sentamos a hablar y nos dimos cuenta de que no era así. Perdimos a nuestros hermanos y eso es lo que prima. Los dos estamos tratando de militar problemáticas y la estrategia tiene que ir hacia ese lugar. Él desde su sector social y yo desde el mío podemos empezar a instalar en la agenda social, política, mediática que nuestros hermanos tenían derechos que no fueron respetados. Tenemos que ir por la positiva: salir a luchar y reivindicar a nuestros hermanos, que son ejemplos de situaciones más generales y complejas.

Vanesa responde con calma hasta que llega al hueso de lo que quiere transmitir. Ahí encuentra el ritmo de las palabras y se vuelve eufórica. Cierra una frase contundente y da un golpecito a la mesa. Eso le da envión para seguir. Pablo agarra el termo, con parsimonia le da un mate y recién ahí ella hace una pausa, reflexiona y dice: “Creo que el hecho de que el hermano de Mariano y la hermana de Luciano puedan estar compartiendo esta mesa y un mate ya empieza a marcar el rumbo de algo diferente”.

P.F.: A veces nos separan los medios. Yo vengo con mi hermano de una tradición de militancia donde nunca dudamos en ponernos al servicio de las clases populares. En la lectura general de Vanesa sobre algunas cuestiones tal vez no coincida pero me doy la oportunidad de discutir y de que me convenza.

Medios, coyuntura y contradicción

El día después del asesinato de Ferreyra, los principales diarios nacionales ya hablaban de zonas liberadas por la Policía y patotas sindicales. “Un militante del PO fue asesinado de un disparo por una patota de la Unión Ferroviaria” (Página/12). Además, construían una imagen épica del joven: “Morir por apoyar a trabajadores despedidos” (Página/12). “La historia de Mariano, entre la militancia y el sueño de un profesorado de Historia” (Clarín).

Luciano, en cambio, llega a Clarín en abril de 2009, casi cuatro meses después de su desaparición, en una nota que da lugar a la versión policial y deja entrever una posible vinculación con el narcotráfico.

El caso de Mariano tuvo una amplia cobertura desde el comienzo, mientras Luciano fue excluido de la agenda o marginado ¿Cómo vivieron esto?

P.F.: La escasa visibilización que tuvo el caso de Luciano lo hizo marginal, en contrapunto con el de mi hermano. Cuando estuve más canchero y podía pensar lo que había sucedido con Mariano, le dije a Vanesa que me generaba mucha culpa el contraste. Uno se pregunta cómo en una situación tan mala puede ser que aparezca un sentimiento como la culpa. Y ahí se me ocurrió que podíamos tener un vínculo más fluido con ella. Desde mi lugar puedo aprovechar la sobreexposición que tiene el caso de Mariano para echar luz sobre otros casos que están tapados por la agenda mediática.

V.O.: La cuestión mediática siempre la vivimos mal. Porque los medios trataron de instalar una información errónea para criminalizar y discriminar a mi hermano. Las primeras noticias decían que Luciano estaba perdido, que podía ser un asunto de drogas. Ahí pensamos: “Estamos fritos con los grandes medios”. Nos acercamos a los alternativos y arrancamos con un trabajo de hormiga para intentar acorralar a los grandes medios para que tomaran el caso. Esto lo logramos recién a 3 años y 10 meses de desaparecido mi hermano.

Esa fecha marcó un antes y un después para Vanesa por la conferencia de prensa que hicieron en diciembre pasado en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). La actividad tuvo buena cobertura mediática y condujo a la última novedad de la causa: con muchísima demora, se recaratuló de “averiguación de paradero” a “desaparición forzada”, y tramita ahora en la Justicia federal. “Hay ciertos organismos y presencias con peso importante que pueden aportar de forma muy positiva –explica-. Recién ahí, desde las altas esferas levantaron el teléfono y dieron la orden de que algo tenía que pasar. Así aparece un policía detenido, Julio Diego Torales, por una causa paralela que investiga vejaciones y severidades en una detención previa de Luciano, del 22 de septiembre de 2008”.

La respuesta de la sociedad también fue distinta frente a los dos casos…

V.O.: Cuando pasó lo de Mariano todos salimos a pedir justicia. En ese momento me planteé por qué la sociedad no sale ante un caso de un pibe pobre que fue desaparecido por la Policía. Eso me obligó a mí y al grupo de Familiares y Amigos a tratar de llegar a la sociedad, conmoverla con el caso. Creemos que si todos salimos a la calle no sólo en casos con repercusión mediática sino en casos como el de Lu, podemos llegar a cambiar la historia de cómo funcionan el aparato judicial, los medios y los sectores políticos.

¿Por qué creen que existe esta diferencia? ¿Sólo con una cuestión clasista?

P.F.: Al otro día de la muerte de Mariano, los diarios hicieron una semblanza muy positiva de él. Había un empoderamiento de las cualidades de mi hermano como militante. Ni siquiera Kosteki y Santillán tuvieron la posibilidad de ser rescatados así… Si lo comparás con el ocultamiento mediático que hay en el caso de Luciano, esto tiene que ver con la clase social a la que pertenecía cada uno. Además, hay una revalorización de los jóvenes que se vuelcan a la política y la muerte de Mariano cuadra en eso.

Entonces la coyuntura también fue determinante…

P.F.: Al caso de Mariano se le dio importancia nacional porque dejaba en evidencia una contradicción política del gobierno. Era algo que no podían invisibilizar. Porque se jactaban de tener una política de derechos humanos, de no reprimir, y con Mariano se empieza a ver que sus aliados circunstanciales, con los que transan para seguir gobernando, empiezan a crujir y a ocasionar estos problemas. Mariano es una contradicción que el gobierno no podía resolver. Sólo pudo generar una válvula de escape a través de la actuación judicial.

V.O.: Luciano también es una contradicción. El caso ocurre en un momento de la política argentina en la que nadie hablaba de gatillo fácil pero todos hablaban de inseguridad. Y se daba lugar con más policías, cámaras, armas, patrulleros. Se instaló mucho esto de las zonas rojas, de generar nuevas policías para controlar esas zonas que se consideraban de riesgo.

P.F.: La desaparición de Luciano es coyuntural porque sucede en un momento en el que se está pidiendo más policía y es la misma fuerza la que provoca la inseguridad en los barrios. La necesidad de invisibilizarlo tiene que ver con eso. Con una coyuntura que pide más seguridad y este discurso no cierra con el caso de Luciano.

Los dos tienen una mirada crítica del Gobierno: ¿qué les pasa cuando se reivindica la política de derechos humanos?

V.O.: Siempre dejo claro que acá se está condenando a tipos que desaparecieron a 30.000 hermanos y lo tenemos que reconocer. Pero hay funcionarios que responden a una lógica muy partidaria y dicen que tenemos una buena justicia, la democracia que nos merecemos y cada día un derecho nuevo. No es verdad. Se habla de derechos humanos pero ante cada reclamo de más seguridad los que terminan pasándola mal son los más pobres. En Matanza tenés a la maldita Policía Bonaerense, a la Policía Bonaerense II y hace poco se invirtieron $40 millones en una Policía municipal. ¡Acá hacen falta escuelas, hospitales, centros deportivos! A nivel nacional se siguió avanzando en seguridad en los barrios más pobres. Se ha enviado Gendarmería a lugares que se consideraban zonas rojas. Si vas al Fuerte Apache tenés un gendarme con una Itaka en la mano. ¡Viejo, ahí hay niños! ¿A alguno de ustedes le gustaría que su hijo se críe así?

P.F.: Yo veo cambios en la Argentina de hoy respecto a diez años atrás. Pero me parecen insuficientes todavía. Si pienso el tema tercerización veo que los actores adecuados para llevar adelante el cambio tienen que ser los sindicatos. En un panorama actual tan fragmentado y patético probablemente esto quede en manos de particulares.

El poder político, la Justicia y los organismos

Al cierre de esta edición, el juicio por Ferreyra llevaba siete meses y había entrado en etapa de alegatos, mientras el expediente Arruga recién obtenía una carátula que llama a las cosas por su nombre.

¿Cómo fue la respuesta del poder político en ambos casos?

V.O: El gobernador de Buenos Aires recién nos recibió a 3 años y 8 meses de la desaparición de mi hermano. Somos conscientes de que ese encuentro no iba a cambiar nada, pero íbamos a lo simbólico, a decir: “¿Viste que te tuviste que juntar con nosotros, atendernos, agacharte, poner esa cara de piedra y escucharnos?”. Uno va y se sienta con los funcionarios en el peor momento de crisis, dolor y depresión. Ellos te preguntan: “¿Y yo en que te puedo ayudar?”. Si alguien con un cargo no sabe en qué ayudar estamos en el horno. Todos los funcionarios te dicen lo mismo. ¡En nada, flaco, seguí tu ruta! Se sacan una foto con el familiar de la víctima, que después se va y su realidad sigue igual. Yo quiero funcionarios un poco más sensibles, humanos y sencillos. Que parezcan estrellas de rock and roll no va más.

P.F.: A esta altura, si la Justicia funciona bien es porque el poder político está ahí maquinando para que eso se solucione y descomprima por algún lado. La Justicia no es independiente. Hay instancias provinciales y nacionales a las cuales hay que ir a reclamar. Esa fue una de las discusiones que tuve con el Partido Obrero. Yo prefiero juntarme con Cristina y plantearle una agenda donde le digo: “Quiero que cumplas todo esto”. El PO quería ir y putearla, y ahí está la diferencia. Yo quiero que esto se resuelva de verdad. No quiero que quede en una mera sobreactuación política: sucedió un asesinato, vamos y puteamos al gobierno. Por eso creo que hay instancias que hay que agotar y eso no significa quedarse callado sino que es participar. Uno vive de contradicciones. La coherencia se la dejo al PO… Yo soy una persona que hay cosas que banca y otras que no. Las que banco las digo y las que no, también. Para participar en esta coyuntura necesitás moverte de esta manera.

V.O.: El caso de Luciano tarde o temprano todos lo van a tener que tomar hasta llegar a una instancia nacional en la que alguien se va a tener que sentar con nosotros y escucharnos. Vamos a ser respetuosos pero vamos a recordar que no se trata de Luciano solamente: hay más de 3.700 casos de gatillo fácil.

¿Y la respuesta de la Justicia?

P.F.: En el caso de Mariano tuvimos una etapa de instrucción muy buena, donde la fiscal y la jueza actuaron muy bien. Tuvieron los huevos y los ovarios de meter a Pedraza en cana cuando todos decían lo contrario. Ojalá el caso sea tomado como ejemplo de cómo tiene que funcionar la Justicia, de cómo se tiene que elevar a juicio rápidamente. Si se condena a Pedraza estamos sentando un precedente muy grande para las causas donde hay un autor intelectual que nunca apareció, como fue lo de De la Rúa en las muertes del 19 y 20 de 2001, o como lo fueron Kosteki y Santillán.

V.O.: La Justicia responde a ciertos intereses. En los lugares de encierro de la Provincia no vas a encontrar corruptos ni poderosos, sino pobres, morochos que salieron de un barrio. La Justicia discrimina, criminaliza. Responde cuando aparece el billete, cuando el caso es emblemático o han tocado a alguien de su clase social. El Poder Judicial cuando la víctima es pobre se comporta mal, es cómplice. Todo lo que se produce en una investigación se hace mal, o porque no cuentan con los recursos o adrede. A nosotros nos llevó casi 4 años que el juez Gustavo Banco entendiera que no era un pibe perdido sino desaparecido, y se federalizara la causa. Pero fue un tipo que actuó bajo presión. Alguien le dijo: “Acá no se pueden seguir haciendo los boludos, hagamos algo”.

¿Qué acompañamiento recibieron de los organismos de derechos humanos?

V.O.: Esta causa la llevó la familia 45 días con un abogado. Después empezó a acompañar la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Pero no aparecían otros organismos de peso que puedan acompañar la causa con todo el material intelectual que tienen por haber estado con otras causas y contar con recursos. Acá hay que poner mucho material porque los peritos no te salen dos mangos, sacar fotocopias de la causa tampoco. Nosotros en esta familia no tenemos un peso. Si no acompañaba la APDH estábamos fritos.

P.F.: Soy muy crítico de los organismos. Por mi hermano vinieron a pronunciarse, y un riesgo es que a veces manejan una información sesgada. Una cosa es decir “Repudiamos el asesinato de un militante” y otra, hacer un análisis político y decir: “Repudiamos el asesinato de un militante en manos de una patota ferroviaria”. Mi experiencia con el CELS fue buena porque pudimos pensar el problema de fondo pero la tercerización debería haberse tratado desde el principio, desde todos los organismos. También lo digo por los compañeros de mi hermano del PO. Creo que al principio hubo una necesidad de capitalizar eso en la que la familia quedó excluida. Yo fui al CELS porque discutí con el PO. Veo muy bien representada la búsqueda de justicia en sus compañeros pero siento que debe ser buscada otra agenda. No por egoísmo sino para entender profundamente la causa, que muestra la cara más atroz de la tercerización. Terminás mostrando que para sostener un negociado en el que se benefician uno o dos dirigentes sindicales se arma una patota para disparar a mansalva al grupo más radicalizado de los tercerizados.

V.O.: Hay problemáticas (gatillo fácil, tercerización) que deberían cruzar todos los sectores políticos y sociales porque están costando vidas. En un país los derechos humanos se violan o se defienden. Acá lamentablemente se violan. Eso no quiere decir que uno vaya contra el gobierno, porque hay que decir que desde la apertura de la democracia nadie ha sabido dar respuesta a estos temas. Tenemos que obligar a que aquellos que han bajado la bandera de los derechos humanos la vuelvan a levantar. En esto de Memoria, Verdad y Justicia todavía nos falta banda por aprender porque tenemos 207 desaparecidos en democracia. Quizá muchos se enojen por esto, pero va con buena onda. Porque a los pibes los siguen torturando en comisarías. Esto no va en contra de nadie, va a favor de los derechos humanos, que están sobre todas las cosas.

P.F.: Ningún partido tiene en agenda el gatillo fácil; lo puede tomar circunstancialmente. Se necesita mucho más para avanzar en un cambio profundo en las fuerzas de seguridad. Uno podría decir que no deberían existir, pero si existen tenemos que discutir cómo deberían regularse para que no sigamos sufriendo abusos. No tengo la solución pero estoy dispuesto a sentarme a discutir, ver qué se puede hacer.

Antes, durante y después

Vanesa y Pablo experimentaron en este camino de buscar justicia un cambio interior y exterior que fortaleció su costado militante.

¿Qué cambió en ustedes?

P.F.: Es difícil pensar en cuestiones positivas ante una tragedia, pero es posible. Te sucede y podés quedar mal, deprimirte y pasar muchos procesos pero aun así hay una formación que, por lo menos a mí, me estructuró para encarar la búsqueda de justicia. Hasta 2004 milité en el PO y después me alejé de la militancia. Ahora esto me despertó a volver a militar por otras causas, más allá de Mariano. Nunca trabajé tercerizado ni milité la cuestión sindical y ahora soy bastante experto en estos temas. Me interesa ver hacia dónde va el sindicalismo en Argentina. Por otro lado, me di cuenta de que ante una tragedia uno no cambia tanto. Antes cuando criticaba a Susana Giménez por lo de “El que mata tiene que morir” me decían: “A vos porque no te mataron a nadie”. Ahora puedo decir que sigo pensando igual que antes. No hay que matar al que mata. No creo que ése sea el camino.

V.O.: El caso de mi hermano me posiciona en el extremo total: yo estoy dispuesta a dejar la vida por mi hermano. Hoy estoy comprometida, organizada, tratando de visibilizar una problemática. Mi hermano era una persona maravillosa que no tenía nada pero daba lo que no tenía. Entonces, ¿cómo no voy a dar la vida por él? Si era un hijo de puta yo no lo iba a bancar. Y no sólo por él sino por cualquiera. Porque cuando vos denunciás a la Bonaerense sabés que estás dispuesta a dejar la vida, y esto no es una frase hecha. Ellos no van a dudar en venir a pegarle un tiro a cualquiera de los míos. No hay una Justicia que los condene, no hay un aparato político que los denuncie.

El mate sigue circulando en la mesa. Mónica cuida a Astu y recarga el termo. Vanesa toma un sorbo profundo y apoya una mano en el hombro de Pablo, lo mira y le dice: “Mariano y Luciano han marcado un camino y los que estamos atrás de ellos no podemos hacernos los boludos. Pablo, vos no te podes hacer el boludo. Yo tampoco”.

¿Y en qué cambió la situación de fondo que provocó estos crímenes?

P.F.: En la tercerización, nada. En la cuestión de la Justicia, para mí se abre un resquicio de esperanza. En la violencia institucional, nada. La ganancia es muy poca ahora. Puede estar en que el juicio dé una condena ejemplificadora a Pedraza y la patota, y sea una plataforma para exigir ampliación de derechos laborales. El caso de Mariano nos tiene que posicionar para combatir la tercerización y mejorar las condiciones de trabajo.

V.O.: En el caso de mi hermano no ha cambiado nada. Pero creo que Luciano y Mariano están más vivos que nunca y eso les molesta a todos. Hoy cualquiera habla de ellos, cualquiera pinta sus caras y eso es el todo. Estamos poniendo piedras en un camino donde las cosas estaban demasiado fáciles para el control policial, la corrupción y la impunidad.

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