“Para hacer prisiones no hacen falta ladrillos”

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Waikiki estuvo preso por más de 14 años. En la cárcel conoció la literatura y empezó a escribir. Publicó un libro de poesías y escribió cuatro más. Sus letras contienen profundas críticas al sistema, relatan la vida en las villas y la realidad que sufren las personas privadas de su libertad.

 

Por Daiana Melón

Waikiki escribe. Vomita poesía, relatos, aforismos, meditaciones y cuentos. Lo hace en diálogo permanente con otros autores que lo precedieron, sintiéndose parte de la denominada “poesía maldita” que se caracterizó por incorporar el mal como esencia del hombre, desarrollar textos oscuros y narrar la decadencia del ser humano. “Me considero entre comillas y dudosamente un poeta maldito, me gusta la poesía maldita de Alan Poe, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Artaud, Mallarmé, entre otros, y yo creo que los que la crítica denominó poetas malditos tienen un gran potencial en describir el mundo, en describir las experiencias que tuvieron de una manera singular, yo pienso que están escritas con sangre sus letras”, afirma Waiki, como también se lo conoce.

Durante los 14 años y seis meses que estuvo preso –en un primer momento en el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz y luego en el Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en Devoto– escribió dos libros de poesías –uno fue robado por una docente del Servicio Penitenciario de Marcos Paz y el otro lo publicó bajo el nombre de “79. El ladrón que escribe poesías” (de la Editorial Tren en movimiento)–, un libro de cuentos y relatos, otro de aforismos y meditaciones, y su autobiografía, titulada “Biografía de un gusano”.

En el prólogo de “79. El ladrón que escribe poesías” –que en el libro se denomina prontuario– cuenta que nació en septiembre de 1981 en Fuerte Apache (barrio de la localidad de Ciudadela, en el partido bonaerense de Tres de Febrero), que creció absorbiendo los valores de “la banda de Rosendo” –una banda callejera de su barrio– y que conoció la literatura en la prisión. Que le quedan cuatro materias para recibirse de licenciado en Administración y catorce para finalizar la carrera de Letras. “Este escritor (no consagrado, engreído y miserable) pide disculpas por el prólogo que no habla de poesía, sino que cuenta su vanidad en las letras. Este escritor (no consagrado, engreído, miserable y estúpido) es un ser humano más, uno de entre el montón…”, sentencia.

79” es un poemario que cuenta con 79 poesías, 79 es justamente el número con el que se representa al ladrón en la quiniela. Antes de cada una de las poesías hay una frase de otros escritores y poetas, autores que descubrió estando tras las rejas. Dice que en la vida real es de una forma y en la poesía de otra, que en sus poemas coquetea con la muerte, con el suicidio, con la locura, pero también habla de amor, de amistad, de valores.

La primera presentación del libro se realizó en septiembre de 2015 en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional mientras Waiki aún estaba preso. La segunda fue en el marco del III Encuentro de Escritura en Cárceles en septiembre de 2016 cuando él llevaba pocos días en libertad. “Me sentía medio raro porque era la primera vez que estaba afuera después de tanto tiempo, había mucha gente y soy una persona tímida, por ahí me sofoco un poco, ahora como que se me está pasando, como también los sueños, los sueños de violencia que tenía de a poco van desapareciendo, soñaba robar, soñaba apuñalar, aún hoy lo sigo soñando pero son menos, lo cual me indica que de a poco vamos sanando, si se puede decir sanar, porque nadie puede sanar de su propia vida y de sus propios demonios, solamente convivir con ellos”, reflexiona en diálogo con La Pulseada.

En la cárcel de Devoto, junto a un grupo de compañeros, conformó el movimiento artístico Pensadores Villeros Contemporáneos (PVC), del que forman parte escritores, músicos, pintores, artistas plásticos y actores. Cuenta que se manejan de forma horizontal, como una comunidad, que cualquiera puede firmar utilizando el sello y puede entrar y salir del grupo. “PVC es una especie de resistencia, un modo de pensar, un modo de ser más humano”, resalta Waiki. Uno de los objetivos es “cuestionarse los enunciados que a través de la hegemonía te quieren implantar”.

Tras las rejas, la vida

 

Hoy Waikiki trabaja en la fotocopiadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde está terminando de cursar las materias que le faltan para recibirse de licenciado en Letras. Además, da clases de literatura en el marco del Plan de finalización de estudios secundarios (FinEs) en un bachillerato popular. Dice que es su forma de redimirse con la sociedad, ser profesor, escritor y pintor, que el mensaje que transmite es su forma de redención.

Dice que la literatura lo salvó, que su paso por el Centro Universitario de Devoto (CUD) fue un gran pilar –no el único– en su formación. Sin embargo, reflexiona sobre el acceso a la educación que existe en la realidad, en los barrios de la ciudad y del Conurbano. “Como dice Gramsci, la educación tiene que ser un derecho desde el nacimiento y para todos por igual, sin embargo hoy estamos acá en la Facultad de Filosofía y Letras (de la UBA), donde trabajo y a la que le debo mucho, pero también digo que acá tampoco hay pibes de Fuerte Apache, capaz que habrá otros, capaz que no soy el único, ¿pero cuántos habrá? Dos, tres”.

Waikiki cuenta que cuando el Servicio Penitenciario lo colocaba en lugares de aislamiento la pasaba bien, se reía, no se sentía preso. Dice que la cárcel no te priva de la libertad, que la libertad está en el pensamiento y en los sentimientos y eso no se puede apresar. “Considero que para hacer prisiones no hacen falta ladrillos, porque hay personas que pueden estar más encerradas que uno, el encierro no te priva de la libertad, la libertad es el pensamiento y los sentimientos, mientras vos tengas eso lo demás no puede ser prisión para vos”, reflexiona.

¿Y qué representa la cárcel en tu vida?
Un camino transcurrido, nada más que eso, algo que ya pasó y que ya está, como las otras cosas que pasaron, como el amor, los hospitales, como el odio que convive con uno, y esas cosas se van sanando y vas aprendiendo a amar a otras cosas.

 

Espérame un momento…
Que el corazón ya ha peleado con demonios,
Que la virtud se convirtió en amor,
Que la esperanza ya no tiene miedo…
¡Espérame un momento, no me tardo!”

Fragmento de la Poesía Volveré
del libro “79. El ladrón que escribe poesía”

 Mano tan dura que ahorca

El 5 de julio se aprobó el proyecto de reforma de la Ley 24.660 de Ejecución de la pena privativa de la libertad. Presentado por el diputado Luis Petri (UCR), fue aprobado tras un debate en la Cámara en el cual participaron cooperativas de ex detenidos, integrantes de organizaciones feministas e investigadores. Con 170 votos a favor, 8 en contra y siete abstenciones, la Cámara baja aprobó la iniciativa. Los defensores de la reforma argumentaron que impide los beneficios en casos de violaciones, muertes por torturas, trata y narcotráfico, utilizando el contexto de sensibilidad social producto de los femicidios que se han producido en este último tiempo. Sin embargo olvidaron incluir en sus argumentaciones que esta reforma se aplica también para casos de robos a mano armada.

La reforma establece límites en la progresividad de la pena (régimen establecido por normativas internacionales de las cuales Argentina es signataria), le otorga mayores facultades al Servicio Penitenciario y amplía la cantidad de delitos que no estarían en condiciones de acceder al beneficio de salidas anticipadas.

Instituciones educativas que brindan educación en cárceles, organizaciones de liberados y liberadas, y de familiares de personas privadas de su libertad manifestaron el rechazo a la reforma de esta legislación, afirmando que dicha modificación generaría un contexto de más violencia al interior de las cárceles, dificulta los vínculos de los presos con sus familias y amigos, elimina los incentivos para estudiar, e impide la “resocialización” (a la que se hace mención en la legislación). Además, esta ley aumentaría aún más el hacinamiento en las cárceles.

Decir que la delincuencia no es una cuestión política es una mentira”, afirma Waiki, y agrega: “Se castiga al delincuente que anda de caño, no hablan nada en esa reforma de los delitos de guante blanco, hablan de los delitos peligrosos y todos son con armas, que casualidad que los delitos más peligrosos sean con armas y no los de guante blanco, que son los que ocasionan más daño social, y sin embargo te la camuflan”.

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