Los expulsados de la orilla

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Foto: Luis Ferraris / 128-2A-Relocalización
Foto: Luis Ferraris

La obra de ensanchamiento del arroyo Del Gato programada por el gobierno provincial después de abril de 2013 implica desplazar a casi 450 familias asentadas en los márgenes y reubicarlas. Un proceso complejo y cruzado por tensiones sociales y políticas, que ya comenzó en Ciudad Oculta.

Por Cristian R. Lora

Nota principal: Último tren a Ciudad Oculta 

El miedo a ser engañados con promesas políticas. La desconfianza ante lo desconocido. La incertidumbre de dejar atrás esas frágiles viviendas que durante años fueron hogares. El temor de un traslado hacia un cuadrado árido, desértico y desolado. El eterno y complejo drama de volver a empezar.

A eso se enfrentan por estos días más de 400 familias de La Plata. Después de la trágica inundación de abril de 2013, el gobierno provincial encaró un postergado plan maestro hidráulico que incluye el saneamiento de la cuenca del arroyo Del Gato y la construcción de dos derivadores —uno sobre la avenida 31 y otro sobre la 143—, así como desagües pluviales y adecuación de arroyos. Las dos obras más importantes —en términos de complejidad y presupuesto— son el ensanchamiento del arroyo Del Gato y los dos canales derivadores que llevarán el curso del agua de los arroyos Pérez y Regimiento hacia el Gato, que atraviesa el ejido urbano de la capital provincial (ver gráficos en la edición impresa).

Pero ensanchar el Gato en sus distintos tramos implica sacar de sus orillas a casi 450 familias que durante años encontraron allí un lugar para levantar sus viviendas. Algunas son humildes casillas de madera y chapa. Otras, sólidas viviendas de ladrillo, con parque y garaje para el auto. Por eso, a las obras hidráulicas se les suma un complejo proceso de relocalización de estas familias.

“Estos trabajos tienen la complejidad de una obra hidráulica en una ciudad ya habitada”, explica a La Pulseada el senador provincial Luciano Martini, presidente de la comisión bicameral de “control y seguimiento” de las obras hidráulicas puesta en marcha en 2014. La bicameral es de las pocas comisiones con funcionamiento real en la Legislatura. En una pequeña oficina próxima a 7 y 51 se apilan cajas con documentos de licitaciones y contratos. Hay mapas por doquier, cuadros en las paredes con gráficos de las obras, carpetas con apuntes y botellas de agua semivacías, restos de una reunión con asambleas de inundados.

El lugar elegido para reubicar las familias son unos terrenos ubicados en 1 y 514, en un predio delimitado por el Mercado Regional, el arroyo Del Gato y las vías del ferrocarril Roca. Un sector de esas tierras era de la Provincia y otro del Municipio, por lo que fue necesaria una ordenanza que permitiera proyectar en ese lugar un barrio para trasladar a 444 familias.

Antes de comenzar a construir las viviendas se levantó el terreno en casi metro y medio y se lo niveló. Se utilizaron dos vías de financiamiento: el Programa Federal de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios para 324 viviendas y el FonPlata (Fondo Financiero para el Desarrollo de los Países de la Cuenca del Plata) para otras 120. Pero además hubo que avanzar en la construcción de 120 viviendas provisorias. ¿El motivo? Varias obras del ensanchamiento de Del Gato quedarían frenadas si se esperara a que estuvieran listas las viviendas definitivas. Por eso se decidió ir trasladando a esas 120 familias ubicadas en aquellos puntos donde deben comenzar las obras de ensanchamiento del arroyo.

“La obra de relocalización es complementaria al plan hidráulico”, asegura el subsecretario provincial de Tierras Urbanismo y Viviendas, Fabián Stachiotti, un abogado que se especializó en derecho indígena y tiene a su cargo la aplicación de la ley de Hábitat. La aclaración es importante para entender la lógica con la que se está diseñando el traslado de las familias: son los responsables de la obra hidráulica quienes establecen las prioridades.

El funcionario explica el cuadro de situación dentro de una de las viviendas que ocuparán las primeras diez familias, pertenecientes a la primera tanda que llegarán desde Ciudad Oculta. Lo escuchan senadores, diputados y periodistas. El proyecto que muestran hoy desde el gobierno provincial agrega a las más de 450 viviendas, una serie de instalaciones recreativas y deportivas (el plano muestra varias canchas de fútbol, canchas de hóckey y hasta pileta de natación) que parecen destinadas a no realizarse nunca.

Otro que relata las marchas y contramarchas del proceso de relocalización es Rubén “El Ruso” Opel, un arquitecto que esta al frente de la dirección General Inmobiliaria y Social del Instituto de la Vivienda bonaerense. Asegura que se les dio a los vecinos un plano de cada una de las manzanas del barrio en construcción y ellos fueron escribiendo sus nombres de acuerdo a la ubicación que pretendían. “En algunos casos los vamos a poder cumplir. Pero en otros no”, se ataja.

El Ruso es el más vehemente de los funcionarios responsables de la obra. Su fuerte es el trabajo territorial y fue uno de los que estuvieron al frente de la relocalización de Villa Palito, en La Matanza. “El Estado está trabajando para garantizar viviendas dignas. Pero algunos medios salieron a decir que eran ‘viviendas containers’ y nos empiojaron el trabajo”, dice. Omite decir que es el propio Estado quien permitió que unas 600 familias -sin recursos habitacionales- levantaran sus hogares sobre la vera del arroyo que cruza transversalmente la ciudad.

Hoy, esta obra está lejos de ser un proceso de urbanización planificada y sienta sus bases sobre las urgencias; sobre las medidas de emergencia luego de una trágica inundación ocurrida hace dos años y sobre los reclamos de la gente.

Complejidad y tensión

Durante años, el arroyo fue el entorno de estas familias pero la inundación de 2013 convirtió lo que pese a su precariedad era un refugio, en el motivo por el cual se ven obligados a trasladarse hacia lo desconocido.

La obra en distintos puntos del arroyo Del Gato encierra una serie de complejidades. Desde vecinos que se niegan a mudarse e impiden el paso de máquinas hasta demoras en las obras, pasando por el rechazo de asambleas de inundados. “Yo sé que esto suena incómodo y lo que voy a decir corre por mi cuenta, pero es un hecho que para las asambleas de inundados, es un proyecto (la construcción de viviendas y relocalización) menor. Casi un estorbo para el desarrollo de las obras hidráulicas”, dice un legislador en la reunión. El resto asiente, aunque todos prefieren evitar el tema.

Contar con presencia policial dentro del predio fue uno de los pedidos que los vecinos que serán relocalizados hicieron a la bicameral. Por eso ya hubo reuniones con funcionarios del ministerio de Seguridad, que acercaron los planos con el diseño reglamentario para un destacamento de La Bonaerense. Pero surgieron algunos contrapuntos respecto de dónde estará ubicado ese destacamento.

La idea de los responsables de la obra era construir el destacamento en el centro del barrio proyectado, pero los funcionarios de Seguridad fueron contundentes y rechazaron no sólo ese lugar, sino también cualquier punto que pueda estar cerca de El Mercadito, un barrio marcado por una historia de urbanización muy compleja dada en condiciones de necesidades básicas insatisfechas, que suele ser estigmatizado por su conflictividad social. Por el contrario, desde la cartera de Seguridad analizaron los planos y determinaron que el destacamento se construya sobre la salida del barrio, a pocos metros de la avenida 520.

 ¿Un muro para ocultar El Mercadito?

Los muros para dividir países, distritos y sociedades nunca fueron buenas ideas. Quizá el ícono de estos intentos por delimitar sociedades fue el Muro de Berlín durante la Guerra Fría. Ideas similares y no menos estériles ocurren en la actualidad. Una enorme y absurda barrera separa los territorios de Israel de Cisjordania. Estados Unidos no se queda atrás y separa su frontera con México con un enorme cerco perimetral a lo largo del Río Bravo. Incluso hubo intentos disparatados en el conurbano bonaerense: el intendente de San Isidro planteó en 2009 la necesidad de una pared que dividiera su distrito de San Fernando.

Por descabellado y discriminador que parezca, los funcionarios del gobierno de Daniel Scioli no descartan apelar al absurdo de resolver con un muro un problema social y separar así El Mercadito del predio donde se levantarán las 444 viviendas. Así lo trasmitieron ante legisladores y periodistas en una recorrida por las obras de la que participó La Pulseada.

Según explicaron, en los planos primarios del proyecto de relocalización se había ubicado una manzana del nuevo barrio casi lindante con El Mercadito. Sin embargo, los vecinos se negaron a ocupar esas viviendas por temor a tensiones con quienes viven en ese barrio. “Tuvimos que repensar el plano. Vamos a dividir los barrios. En la zona más cercana a El Mercadito vamos a proyectar una cancha de fútbol y a esa manzana la ubicamos acá”, dice un funcionario, señalando un sector en el mapa que se despliega sobre una mesa.

Un legislador se anima a la pregunta que nadie quiere hacer. “¿Están pensando en un alambre tejido que divida los dos barrios?”. El funcionario mira el mapa y señala, contundente: “Pensamos en algo más fuerte que eso. Pensamos en un muro”. Hubo silencio durante unos tres eternos segundos. Nadie volvió a referirse al tema.

 

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