“Esta poesía habla de la épica del día a día”

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Es la primera vez que Gonzalo Cháves edita un libro de poemas. Formó parte de la historia de la militancia peronista, de la lucha montonera, del exilio, de la clandestinidad, y hoy escribe desde la música, desde un lugar que no es el del relato histórico aunque tenga mucho de recuerdos. El libro es un punto entre muchos de su vida, y leerlo lleva a tantos lugares como los que vivió y vive, ocupó y ocupa.

Por Josefina Oliva
Fotos Luis Ferraris

Conurbano Sur, Ensenada, La Plata, México. Gonzalo Leónidas Chaves tiene mucho para contar, de su vida y de su historia. Será por eso que los poemas de su nuevo libro están fechados, marcando el aquí y ahora. En su casa, alejada algunas cuadras del cuadrado de La Plata, recibe a La Pulseada con mate, mientras despide a su hija adolescente –una de los cinco hijos que tiene. Minutos más tarde, conversaremos con el sonido de la batería que de fondo hace sonar el más chico. Rodeado de libros, papeles y cuadros –algunos pintados por él mismo–, no se puede evitar pensar en la cantidad de historia allí acumulada. Ésta es una de las veinticinco casas en las que vivió, a raíz de la persecución, la vida en la clandestinidad y los exilios.

Chaves es conocido por su lucha y militancia en Montoneros en los ’70. De joven ingresó en la escuela de Bellas Artes pensando que su vida iba a ser la de un pintor. En ese momento, ya queriendo cambiar el rumbo de las cosas con un grupo de amigos, se fue de la escuela porque se aburrían y montaron un taller en el que exponían, pintaban, trabajaban y leían mucho. Hasta que un día, cuenta Chaves, por la ventana de su casa “entró un vendaval”. La noticia de su padre preso en el marco del levantamiento en junio de 1956 contra la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu marcó un antes y un después, cuando él y su familia se enteraron de que, además de ser un suboficial del Ejército, su padre militaba. Le sacaron el uniforme, los cargos y el sueldo, por lo que todos sus hermanos y él tuvieron que salir a trabajar y dejar lo que estaban haciendo. Ese fue un gran cambio, que continuó con su formación como militante, la persecución, la muerte de su padre y de uno de sus hermanos, el paso a la clandestinidad, el exilio.

“A partir de ese momento tuve que rehacer muchas cosas, y dejé de pintar, por mucho tiempo. Recién retomé después de cuarenta años. Pero en ese transcurso me empezó a picar la necesidad de escribir. Yo siempre escribí, había escrito artículos para diarios, pero nunca en forma sistemática y con un propósito ligado a la literatura”. Su primer libro fue Los del 73. Memoria montonera. Más tarde, publicó La masacre de Plaza de Mayo, en el que se publicaron por primera vez 400 nombres de las víctimas de los bombardeos de 1955. Y más tarde, Rebelde acontecer. Relatos de la resistencia peronista. “El hecho de escribir y publicar ese libro fue como un alivio tremendo, fue como una cura, pero también me trajo un peso de la historia tremendo, y siempre pensaba que tenía que seguir escribiendo pero ir por otros derroteros”, cuenta Chaves. Un día, dos compañeros de La Grieta, Gabriela Pesclevi y Manuel Negrín, lo invitaron a crear un personaje que contara historias en su programa de Radio Futura. Así surgió el Cazador de Amaneceres y sus relatos que luego fueron publicados en La Pulseada. Ahora va por la poesía.

¿Que te llevó a hacer este libro? Hay temas musicales, hay viajes, hay exilios..
–Son textos que están referenciados en mi experiencia, en el exilio, en la clandestinidad, en la vida. Algunos no, no tienen nada que ver con eso. Hay mucho de la vida personal y familiar, y grupal. Eso para mí es un tema muy fuerte. Tampoco tengo por qué despegarme ¿no? Es mi vida. Por qué voy a ir a buscar historias a otro lado si las historias las tengo acá. Yo escuché un día un escritor –Félix Bruzzone que es hijo de desaparecidos, que escribió varias novelas, una es Los topos, y él dice que su preocupación cuando empezó a escribir era tener una historia, porque le habían dicho “primero para escribir hay que tener una buena historia”, y dijo: “un día me di cuenta que la historia era mi familia y me puse a escribir sobre eso”, entonces ahí su escritura adquirió un volumen interesante.

Y sí, tenés muchas historias…
–Sí, tantas que dicen que algunas las invento –sonríe son historias inverosímiles que me ocurrieron, me ocurren, porque son muchas… yo viví en muchas casas. Viví en veinticinco casas, seis países diferentes, siete ciudades diferentes acá en la Argentina… es demasiado, y además fui pintor, técnico de teléfono, diseñador gráfico, militante, y todo eso hace que tengas un mundo muy amplio… Así que, no es mi intención hacer una escritura política, pero si aparece no me parece mal. Me refiero a una escritura política explícita. Siempre, en toda escritura hay política. Porque todo lo que vos explicitas mucho cierra el mensaje, en vez de varias interpretaciones tiene una sola.

¿Siempre leíste mucho?
–Sí, yo siempre he leído mucho. Es un hábito que nos inculcó mi padre, mi viejo era suboficial del ejército y era un gran lector de literatura, y nosotros comenzamos a leer en su biblioteca que él la tenía cerrada con llave, entonces cuando él se iba la abríamos y leíamos. No sabemos por qué la cerraba con llave -sonríe-. Pero yo leí ahí El juguete rabioso (de Roberto Arlt), la revista Leoplan. Leí a Jack London, Anatole France, que en esa época se leía mucho y era un lector de literatura épica, por eso a sus hijos les puso nombres épicos. Dice mi vieja que cuando yo nací me quería poner de nombre Espartaco, y ella lloró una semana, -recuerda entre risas- “¿cómo se va a llamar Espartaco?” decía… y después tranzaron por Gonzalo Leónidas.

Entonces leí bastante poesía pero nunca me metí con la poesía, leí a Juan Gelman, a Raúl González Tuñón, a Leónidas Lamborghini… pero nunca me animé, era como que me parecía que era una cosa demasiado importante, no sé qué idea tenía. Pero empecé a ir un taller que coordina Pablo Pesco, en el Centro Cultural Olga Vázquez, que es un grupo de poetas jóvenes, que escriben todos y dije, “si todos estos pendejos escriben ¿cómo no voy a escribir yo?”, -vuelve a reírse- y en ese momento me animé.

–¿Cómo surge la idea de trabajar con temas musicales?
–A mí nunca me gustó esa poesía pacata, parecería que algunos poetas cuando se ponen escribir se ponen serios y ordenados. Y ese lenguaje no es el que utilizan cuando hablan, tampoco es el lenguaje de la calle. No necesariamente hay que escribir con ese lenguaje… Es como que se ponen demasiado ordenados y yo siempre rescaté de la música, de la música popular para decir un término, -sé que suena feo, música popular es como un juicio de valor, como si hubiese otra música que es más importante- y hay frases que a uno se le pegan. Formas de decir, palabras, que son muy precisas, que es muy difícil que puedan escribirse de otra manera, que pueden provenir del tango, del rock, de la cumbia. Por ejemplo esa frase que nosotros usamos, “mejor no hablar de ciertas cosas”, está en el lenguaje común, hoy se usa y todo el mundo sabe qué quiere decir eso, y esa frase es de Luca Prodan. “Minga de puerta cancel”, no hay otra forma de decir eso. Y la poesía, entiendo yo, es eso, es el manejo del lenguaje, es jugar con el lenguaje, trastocarlo… entonces se me ocurrió esa idea de músicas escuchadas en la radio y escribir poesías a partir de eso. Que a veces no tiene nada que ver con la intención del que hizo esa música, esa letra, pero me parecía interesante, y también es una revalorización de ese lenguaje. También me interesaba escribir y que cuando leyeran un poema supieran dónde estaba yo. Que estaba en la ciudad de La Plata y en el 2017. Que no era una poesía escrita por fuera del tiempo y el espacio.

–¿Los temas fueron elegidos al azar? ¿Escuchas mucha música?
–Soy de escuchar mucha música, tengo un repertorio variado, pero ¿viste cuando te queda una frase que te gusta? bueno, la tomé de ahí. Y eso tiene la intención de revalorizar el lenguaje coloquial y las letras de la música popular que muchas veces tiene poesía, ¿no? Escucho siempre música, siempre, tango, rock, salsa, tengo un repertorio muy amplio.

Monedas en el bolsillo contiene una poesía “que habla mucho de traslados, de viajes, en trenes, o en el Talp”, en el que Chaves aprovecha el momento para la lectura, como aprendió de Gonzalo, uno de sus hijos más grandes. “Y también se encuentran los amores incompletos o frustrados, diferentes anhelos no alcanzados”, describe el autor.

Conurbano sur, donde vivió en la clandestinidad; una caja de madera rojo laqueado que guarda recuerdos de México, donde vivió una parte de sus exilios. San Pablo, Brasil. Ensenada, Astilleros Río Santiago. Puntos, límites, recuerdos. La Plata y sus trazos, una vista desde arriba de Plaza Moreno mientras la ciudad se inunda, hasta Meridiano V, donde se encuentra el galpón del centro cultural La Grieta, lugar en el que por estos días presenta su libro, y donde funciona el taller de literatura El paisaje nos devora, al que asiste desde hace cuatro años. Lugar en el que también colocó ladrillos cuando el mismo se estaba construyendo, donde volvió a pintar, a hacer serigrafía de vez en cuando. Donde teje lazos y sigue haciendo amistades con grandes y jóvenes.

–Aparece también el taller Animal impreso (una de las propuestas de talleres de La Grieta) los chicos que asisten al taller… ¿está tu cotidiano?
–Sí, yo el otro día pasé una mañana un domingo a la mañana por Plaza Malvinas, la crucé de 20 a 19 por el medio, había sol, el sol se filtraba por las hojas otoñales de los plátanos, era un paisaje lindo, pero yo cuando estuve en el centro de la plaza vi que el territorio de mi vida era ese, sabes, y se lo comenté a mi hermano, y dije “cómo la vida nuestra transcurre en 20 cuadras”. Uno por ahí viaja, va a otro país, vuelve, y él me dijo “sí Gonzalo es así, si no todo el mundo se estaría desplazando, no existiría el mundo, es imposible”. Y mi vida, yo puedo reducir mi vida a esa plaza, sabes. Yo nací ahí en el Regimiento, que estaban las casitas de los suboficiales, ahí sucedieron muchos hechos políticos, mi familia vivía alrededor, todo, mis tíos, mis tías, mis primos, y después nos fuimos a vivir a 27 que estaba muy cerquita de eso, no era muy lejos. Cuando v

olví del exilio me fui a vivir cerca de la casa de mi vieja, y bueno me parece que se traduce eso, que en estos poemas siempre hay un espacio que es acotado, que ahora va por otro lado que es Meridiano V.

–¿Cómo llegan las “monedas en el bolsillo” al título?
–No sé, pasé el texto para que lo vean amigos, poetas, Gabi y Andrea (las coordinadoras del taller de literatura al que asiste), y nadie dice que lo puso, y me lo devolvieron con ese título.

Pero hay una imagen de un botón de un gabán, podría venir por ese lado.
–Puede ser. Me dijeron que es muy tanguero el título. La poesía tiene una reminiscencia del tango, esta poesía, porque habla de las cosas cotidianas, no habla de la gran épica, habla de la épica del día a día.

 

Gatos negros escribiendo

“Hay gente que tiene iniciativa y que publica por otros lados, o que se junta para publicar, y bueno, nosotros somos expresión de eso”, expresa Gonzalo, refiriéndose a la existencia de una cantidad de editoriales independientes que han surgido en La Plata en los últimos años.

La idea y la decisión de publicar su libro a través de Gatos negros se dio a partir del trabajo junto a los compañeros del taller de literatura de La Grieta al que asiste Gonzalo, El paisaje nos devora, Pablo Pesco, Claudia Pascual Parada, y Soledad Viñuela, con quienes formaron gatos negros en 2014. Ellos son quienes corrigen, ilustran, hacen la fotografía. La tapa del libro de Gonzalo lleva una serigrafía hecha por él mismo.

“Me parece que le está haciendo muy bien la poesía a estas editoriales. Porque primero me parece que hay que reafirmar que la escritura se realiza cuando la lee otro, si no, no hay realización, si vos escribís y lo guardas en tu casa, nadie lo lee, no existe eso, en cambio cuando alguien lo lee empieza a circular ahí se realiza. Por eso el tipo cuando dice no me interesa publicar es como un contrasentido ¿no? Y esta editorial, en la que se confeccionan manualmente los libros también hace a la formación, a tener otro contacto con los libros”.

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