El guitarrero del porvenir ganado

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Néstor Gómez es director de La Argenta Big Band y un destacado docente de La Plata. En una charla con La Pulseada, el músico reflexiona sobre cultura musical, enseñanza y aprendizajes.

Por Luciana Petrocchi
Fotos: Gabriela Hernández

“Hay que bajar un velo entre lo que divide lo popular y lo académico. Acá todavía tenemos ese prejuicio”

El encuentro con el docente, compositor, arreglador y guitarrista Néstor Gómez fue en la terraza de la Facultad de Bellas Artes, justo en el borde del edificio, como una frontera imaginaria entre el adentro y afuera de la academia. De la transcripción de la entrevista surgió otro encuentro: con Roberto Arlt que irrumpió cuando los caracteres se hicieron insuficientes para abarcar la obra del músico. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo”, dice Arlt, y en estos tiempos duros del país, en que los mandamases nos condenan a la derrota económica y moral, Néstor Gómez no baja la guardia. Sus dos cuartetos hermanados Cuarto Elemento y La Gomería siguen obrando recitales memorables, mientras el Dúo Entre Nos junto a su compañera, la vientista María Mollón, continúa las presentaciones de su disco homónimo grabado en Bahía Blanca.

Sobre los debates de la música argentina en un citar/encontrarse permanente con su amigo el Chango Farías Gómez, discurrió la charla y el andar con Néstor Gómez, porque “cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal”, como dice Arlt, y ante los contextos sociales más críticos, los músicos populares aportan conciencia al tomar el instrumento y la palabra para movilizar voluntades, haciendo del encordado de la guitarra las cuerdas de un ring a las que nos aferramos para resistir al nocaut.

¿Cómo llegaste a ser músico platense?
La música a mí me viene por mi familia, mi papá perteneció a una familia de músicos de Santiago del Estero, tocaba la viola, el bombo, cantaba, y en toda la familia se hacía música. En un momento tuve que decidir a qué me iba a dedicar y tomé la decisión de dedicarme a la música. No fue fácil porque la cuestión económica nunca es fácil en países como el nuestro, y decidir dedicarse a una cuestión artística e intentar vivir de eso no es fácil, a mi no me fue fácil. Estudie acá, en la facultad de Bellas Artes hasta la mitad de la carrera de Guitarra clásica y Composición y después me formé en la música popular. Si bien era muy grosa la formación, mis intereses artísticos no estaban coincidiendo con la formación que estaba recibiendo.

¿Cómo era la Facultad en ese momento?
En ese momento la facultad estaba muy orientada hacia la música contemporánea europea, y yo soy por excelencia un músico popular. A ver, el término “popular” es muy ambiguo, en realidad la música que hacemos nosotros no es popular, es tan para minorías como la música académica, pero es distinta, porque tiene un alto nivel académico y una alta raigambre en la cultura popular. Lo popular es lo que lleva mucha gente, yo llevo menos gente que una moto (risas).

¿Siempre fue la guitarra tu elección?
Sí, la guitarra es el instrumento más barato, portable y una pequeña orquesta en sí misma. Por mi familia, en mi casa siempre hubo varias guitarras y gente que las tocaba, y me embalé con la guitarra desde muy chico, después me interesaron otras aristas de la música, pero siempre las vi a través de la guitarra, eso me resulta práctico. En los últimos años, a partir de 2012 empecé a ver la música desde fuera de la guitarra, y así hice una serie de proyectos, entre ellos, la Argenta Big Band, que implican un rol que no es directamente estar tocando, sino tratar de ver la música un poco más desde arriba.

En su profundidad conceptual, las citas pueden derivarse en la música universal de Hermeto Pascoal, rompiendo la oposición popular/académica, o en una memoria guitarrera de Yupanqui o Vilca, que sintetizan a Bach en una zamba: “Hay que bajar un velo entre lo que divide lo popular y lo académico. Acá todavía tenemos ese prejuicio, ‘ah, si no sabe música… si no lee música, pero ¿podemos decir que Luis Salinas no sabe música por el sólo hecho de que no lee música o no la escribe? No, no sabe escribir la música, pero sabe y mucho, evidentemente, entonces hay que empezar a revisar esos parámetros”.

¿Qué diferencias hay entre un estudio abordado desde lo académico y uno desde lo popular?
Mirá, para ser operativo y manejar grupos numerosos no se puede ignorar la música académica. Siempre que me puse a estudiar música académica conseguí los elementos que luego pude aplicar a la música que yo quiero hacer. En estos años de trabajar como docente me di cuenta que hay una fuente de conocimiento que es común a todas las músicas. Ahora bien, cuando hablamos de música popular, cuando hablamos del swing, de eso que nos estimula de las músicas que traducen las inquietudes de los pueblos, hay un elemento que es distintivo: lo rítmico. Eso hace que cuando escuchas un tango digas “ah, eso es un tango”, o escuchas una partita de Bach y decís “ah, eso es música clásica”, el “La menor” es el mismo el que usa Bach y Gardel, entonces, ¿cómo explicamos la diferencia?, bueno, evidentemente esta en otro lado.

¿Eso es lo que repercute en el cuerpo, no?
Absolutamente, todo es corporal. Nosotros cuando damos clases decimos “tenemos que incorporar tal elemento”, incorporar qué significa: en el cuerpo. Yo creo que la música popular tiene un contacto muy directo con la cuestión corporal y eso es porque la sociedad occidental más tarde que temprano ha tenido que aceptar la influencia afro, esa es la cosa que no está en la música europea y es lo que nos gusta por ejemplo cuando escuchamos música cubana, “qué linda música, cómo me moviliza esto”. Si vos analizas técnicamente es muy sencilla, ahora si analizas rítmicamente es altamente compleja, visto desde la música europea. Nosotros, como decía el Chango, estamos “educados para el vino de Europa”. Pero ese elemento, el afro, es el que a occidente le sigue costando aceptar y eso se traduce en la música también.

Hay razones de ocultamiento, de blanqueamiento de las raíces afro.
Sí, hay una cuestión tabú, una negación de lo corporal, y todo lo afro es netamente corporal. En Latinoamérica se ha dado una conjunción de las dos cosas, porque tenemos la formación europea, ya sabemos por qué, y además la música latinoamericana supo metabolizar la influencia de los africanos esclavizados. De hecho la música que hacemos en Argentina, yo creo que deriva directamente de la música peruana, porque los esclavos llegaron primero ahí y después los trajeron para acá.

En estos bordes entre la música académica y popular está el jazz, que te viene acompañando a lo largo de todas tus formaciones. ¿Cuáles te parecen que son las herramientas jazzísticas más nutritivas para ponerlas a jugar en la música popular?
Yo creo que la gran virtud del jazz es el valor que le da a la individuación, que cada uno pueda interpretar una canción a su manera, en definitiva la improvisación, tanto en el jazz como en otras músicas termina siendo como variaciones sobre una melodía, como si yo te explicara algo con mis propias palabras. En el jazz cada músico explica lo que quiere decir con sus propias palabras, trata de encontrar su sonido personal, de individuarse, de encontrarse a sí mismo. Para mí ese es el mayor logro, más allá de lo que podamos decir de lo técnico de la improvisación, creo que esa posición de que cada uno intente buscar una forma personal de decir algo es el mayor valor del jazz, y para mí por eso ha penetrado en todas las músicas del mundo. Seas o no músico, en la vida vivimos improvisando, siendo músico tenés que llevar esa perspectiva a la música. En ese aspecto el jazz en el siglo XX ha aportado muchísimo al pararse en ese lugar de voy a intentar sentirme libresólo con pararse en ese intento, cambia todo.

Hablando de libertades, el Chango Farías Gómez abrió una puerta que pocos músicos de su generación supieron atravesar.
El Chango siempre iba más allá, a pesar de que no fuera algo “exitoso”, porque él con los Huanca Hua cosechó éxitos después de haber cosechado mucho repudio, imaginate en una época en que todos los grupos eran gente vestida de gaucho aparecían cuatro flacos de Barrio Norte de traje, porque eran todos gente bien posicionada social y económicamente, cantando sólo voces, como si fueran los Mills Brothers, pero cantando folclore argentino, muchos los querían matar. Bueno, esta música también se puede hacer así. Nosotros con las músicas que hacemos tenemos que darle necesariamente tiempo a los procesos porque no hay nada inmediato siempre estamos más cerca del fracaso que del éxito. Viste que cuando vas a un bar la salida ¿Qué dice? , éxito es eso, salir, correrse, dejar de responder a la inercia, correrse un cachito para el costado a ver qué podemos hacer desde otro lugar, es eso y yo trabajo para el éxito, aunque no parezca (risas). Un poco la Argenta Big Band es eso, ¿por qué tenemos que ponerle limites a la instrumentación de la música que hacemos? Para mí la música nuestra tiene mucho de afro y los bronces y los saxofones calzan perfectamente con esa gestualidad, estamos experimentando en eso, tratando de hermanar una cosa con la otra.

¿Cuál ha sido la experiencia previa a la Argenta Big Band?
Los amigos del Chango es la experiencia previa, desde 2015 por una cuestión económica y social no pudimos seguir con ese proyecto donde hay músicos que viven en La Plata, otros en Buenos Aires y teníamos que solventar sala de ensayo, etcétera. Ante la falta de trabajo, lamentablemente el grupo no se pudo seguir realizando. Lo que hice fue una convocatoria por Facebook con mi inquietud de hacer una Big Band de música argentina, a todos los que me escribieron les dije “vení” y así empezamos, no hice una selección de músicos.

La Argenta Big Band convocó 9 saxofones, 6 flautas, 5 trombones, 4 trompetas, fagot, quena y sikus, batería, percusión latina, piano, acordeón, 3 guitarras, 2 bajos eléctricos, contrabajo, y 3 bombos legüeros. A la pausa obligada de Los amigos del Chango Néstor arremetió con una nueva propuesta orquestada, de esas “que encierran la violencia de un cross a la mandíbula”, donde se constituye como director.

Mi idea es que los que tocan los bronces o los saxofones, que no son instrumentos que estén muy relacionados con la música argentina, aprendan a tocarla, y de paso yo, que nunca dirigí un grupo tan grande, aprenda también a dirigir. No es lo mismo escribir para un grupo que dirigir, y como yo nunca estudie dirección hacemos un intercambio de aprendizaje. La idea en un principio era una cuestión didáctica, y termino siendo un grupo que puede presentarse y convocar un público que se acerque a escucharlo. Pero otra cosa que me interesaba en la formación de este grupo, por una cuestión logística, era que fuera un fenómeno local, de La Plata, porque los músicos siempre vivimos apuntando a estar en Buenos Aires y eso a mí me hace mucho ruido, yo vivo en La Plata y me gusta vivir acá, entonces, ¿por qué no puedo desarrollar mi tarea en mi ciudad? ¿Por qué tengo que ir a Buenos Aires? ¿Para ser hay que estar en Buenos Aires?”.


Docencia y aprendizaje

Néstor Gómez es uno de los docentes más importantes de nuestra ciudad, su casa familiar fue un origen y una escuela abierta: “Desde los 8 años siempre tocaba en el colegio, me hacían tocar en los actos. Mis primeros alumnos fueron compañeros de colegio que querían aprender a tocar la guitarra, y cuando tenía trece años ellos venían a mi casa y empecé a enseñarles”. Desde su experiencia docente y la autogestión produjo el libro de su autoría “Armonía tonal aplicada en la guitarra” un manual de lenguaje musical sistematizado desde la mirada que transitamos en este margen del territorio rioplatense.

Este año armaste un manual ¿Cómo fue procesar todo eso?
En base a la experiencia docente intenté hacer un ordenamiento, para que pueda ser accesible un libro sin tener un profesor enfrente. Por suerte está dando buenos resultados, es una experiencia nueva. Lo hice porque para ponerlo al alcance de mucha gente que tal vez no pueda pagar una clase individual la posibilidad de aprender. Porque todo lo que yo sé en verdad no es mío, yo lo aprendí de otros músicos, lo aprendí escuchando… en realidad no sé cómo aprendí muchas cosas, pero ese saber no lo considero mío, me parece que todo lo que uno tenga en ese aspecto tiene que ponerlo a disposición de todos.

Ese manual inserta al músico en un lenguaje musical vernáculo.
Traté de hacerlo lo más accesible posible, puse allí pentagramas y también diagramas, para que el que no lee música pueda tener también acceso y me basé en melodías conocidas, con música argentina, sobre eso están todos los ejemplos. Con los diagramas se puede ver el acorde y probarlo, más que nada ese es el intento, que cada uno pruebe cosas que no había hecho hasta el momento y que eso lo estimule a seguir creando.

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