El fantasma de las fumigaciones

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110-Fumigaciones
Ilustración Juan Bertola

Alberti comienza a sufrir los síntomas que una década atrás azotaron al barrio cordobés Ituzaingó Anexo y condujeron al primer juicio oral por abuso de agroquímicos. Un ambiente sano piden quienes resisten en este pueblo chico. Y una incipiente judicialización es la novedad, aunque avanza más lento que el efecto de los venenos y que el control del poder político local sobre empresarios fumigadores.

Por María Soledad Iparraguirre

Producción M. S. I. y Milva Benitez

El avance de los cultivos de soja a fuerza de agrotóxicos—que contaminan aire, tierra y agua y provocan enfermedades— quebró la tranquilidad de Alberti. Por eso un grupo de vecinos acampó frente al Municipio, en la plaza General Arias; un periodista ambiental, Oscar Di Vincensi, sostuvo una huelga de hambre desde abril por más de un mes y medio, y la vecina Mariana Agüero se plegó a él. Exigen respuesta a un escrito entregado al gobierno municipal de Marta Médici (FpV) en el que solicitan, entre otros puntos, que se prohíba la fumigación aérea en todo el partido y la terrestre a menos de 1 km de escuelas rurales y barrios periurbanos, y que se realice un estudio epidemiológico. También piden la renuncia de la jefa de Bromatología y Medio Ambiente, María Zunino. Y presentaron un proyecto de ordenanza que prohíba fumigaciones terrestres y aéreas hasta que esté el resultado de ese estudio.

Ubicado en el centro-norte bonaerense, este partido tiene poco más de 10.000 habitantes y su principal fuente de recursos es el sector agrícola. Allí ha habido abortos espontáneos, niños con malformaciones y casos de cáncer. No existen estadísticas, ya que no se han realizado estudios oficiales, pero en mayo la intendenta pidió un estudio epidemiológico al Ministerio de Salud de la Provincia, que según se pudo saber se encargaría de realizar un mapeo del barrio Fonavi—lindero a campos de soja— y convocaría a 200 voluntarios para realizarse ese examen.

Negocios en familia

La prohibición de fumigaciones terrestres a menos de 1 kilómetro de zonas urbanas fue establecida por un fallo de la Suprema Corte bonaerense en agosto de 2012, a raíz de una presentación de dos familias albertinas, Monsalvo y Fernández (ver aparte). No importó: la jefa comunal autorizó igual a un empresario a fumigar.

Médici permitió a Eduardo Beraza (proveedor de combustible en el municipio y representante de Monsanto) realizar una fumigación prohibida por la Corte, y Di Vincensi intentaba cubrir periodísticamente esos hechos cuando fue rociado con agroquímicos, en enero pasado. Quien lo envenenó fue Juan Manuel Zunino, dueño de Fumigaciones Zunino y hermano de la funcionaria del mismo apellido, que según fuentes consultadas refrendó la autorización para fumigar dictada por el Municipio.

A 50 metros de viviendas, Zunino rociaba uno de los campos de Eduardo Beraza. Di Vincensi fue hospitalizado con un cuadro de intoxicación por agrotóxicos y luego dado de alta. Su caso agudizó la polémica en torno a las desinfecciones en los sembradíos cercanos al caso urbano.

Una problemática compartida

El 27 y el 28 de abril pasados se realizó en la plaza del acampe la Asamblea Nacional de Pueblos Fumigados. Acompañaron el reclamo, vecinos y asambleístas de otros partidos bonaerenses (Rojas, Chivilcoy, 9 de Julio, Coronel Suárez, Chacabuco, Lomas de Zamora), así como de Córdoba y Buenos Aires, representantes del colectivo “Millones contra Monsanto”, y vecinos de Malvinas Argentinas (Córdoba), donde la empresa prevé instalar una planta.

Alberti está padeciendo ahora las mismas consecuencias del abuso de agrotóxicos que el barrio cordobés Ituzaingó Anexo sufre hace diez años, que el año pasado derivaron en una condena por contaminación con agrotóxicos. Por eso desde allí llegaron las referentes de la lucha contra el modelo agrícola basado en el monocultivo de soja Sofía Gatica y María Godoy, integrantes de “Madres de Ituzaingó Anexo”. Gatica, la primera argentina en obtener, en 2012, el premio Goldman (el “Nobel Verde”, para luchadores de base en defensa del medio ambiente), señaló su preocupación por Alberti: “Cómo no vamos a acompañarlos, a entenderlos, si ya lo padecimos y lo padecemos. Un pueblo fumigado es un pueblo envenenado y cuesta que la gente tome conciencia. Acá faltan vecinos, tenemos que ganarnos a la gente de Alberti en esta lucha, que sale de las bases, y haciéndoles entender que peleamos por un ambiente sano para todos, comenzamos a ganar la batalla”.

El leprosario

Mariana Agüero vive a tres cuadas de los campos fumigados. Tiene dos hijos. El mayor tiene el cuerpo brotado de verrugas y está en tratamiento hace más de dos años. Los médicos no encuentran la causa de semejante reacción. No existen antecedentes familiares. Hace algunos días, ella se sumó a la huelga de hambre iniciada por el periodista fumigado.

“Estoy cansada de la falta de respuestas. Vivimos todo el tiempo contaminados. Los funcionarios no hacen nada. Siguen otorgando permisos especiales para fumigar y cuando les preguntamos a los concejales, ninguno sabe darnos las razones de semejante atropello” le explica Agüero a La Pulseada en un domingo de acampe.

—¿Hay acompañamiento de los vecinos?

—Acá estamos, con la indiferencia total de gran parte de los ciudadanos. Los vecinos no pasan por la plaza para no tener que saludarme. Parece que somos los leprosos, el acampe es el leprosario de Alberti, el que puede lo evita y no pasan ni por la vereda. Acá importa mucho el dinero, todo lo maneja el dinero y es lamentable, muy triste. Una concejala de Udeso (Unión para el Desarrollo Social) me dijo que pensara en mi hija. Justamente, por pensar en ella estoy acá en huelga de hambre. La vida se defiende de todas formas.

—¿Hay casos declarados de enfermedades?

—No hay casos declarados. La gente tiene mucho miedo de hablar. Pero todos acá nos conocemos. Nadie dice nada y en el hospital del pueblo no llevan registros que vinculen casos con fumigaciones. Dos vecinas mías perdieron embarazos. Hay chiquitos que nacen con malformaciones y gente muy enferma de cáncer. Antes no ocurría con semejante frecuencia.

Nicolás Loyacono, médico de Pueblos Fumigados, describe en una crónica sobre la provincia de Buenos Aires publicada en www.nogaldevida.blogspot.com que le llamó la atención es que Alberti “reciba cada dos semanas la visita de una endocrinóloga que viaja desde Buenos Aires”. Y describe: “Casi de forma exacta y repetida, las manifestaciones endócrinas se presentan inicialmente en los habitantes de las primeras casas en contacto con las fumigaciones, así como hay casos de intoxicaciones agudas, parejas infértiles, abortos, y cáncer, predominantemente linfomas, en todas sus formas, otros de los numerosos diagnósticos que hacen en el hospital de la localidad o que son exportados a centros de mayor complejidad”.

Resistencias y esperanzas

Mario Cafiero, ingeniero y militante de Proyecto Sur, sostiene: “Este hecho demuestra que ya no hay una pasividad, ya hay una resistencia cada vez más fuerte; ciudadanos que sienten que su salud es perjudicada por esta forma de hacer agricultura sin control sobre los agroquímicos, con millones de hectáreas fumigadas todos los años, de manera creciente. Tiene que haber una gran toma de conciencia del consumidor, que debe arrancar además, por parte del productor. No estamos en contra de que el productor lleve adelante sus cultivos, pero tiene que hacerse conservando el medio ambiente, la tierra, el are, el agua, los ríos… Vivimos en una naturaleza que debemos preservar, no depredar”.

Cafiero asegura que “el gobierno nacional hace caja con la soja y con ella mantiene las facilidades para el pago de la deuda externa, nunca investigada. Ellos creen en este modelo de monocultivos, sojización y agrotóxicos, y cobran de él —continúa—. Son los principales socios e inversores. Clarín y La Nación son socios menores”.

Jorge Rulli, autor de Pueblos fumigados, cuenta que tras crear la campaña ‘Paren de fumigar’, con las Madres de Ituzaingó, sintió que había tocado un techo: “Llegamos a la Presidencia con un informe muy fuerte sobre el genocidio agrario y después sentí que no quedaba mucho por hacer. Porque en una carta personal le avisé a la presidente que algún día como estaba la situación (de contaminación humana y medioambiental) yo pensaba que ellos iban a ser juzgados por crímenes de lesa humanidad, no hubo respuesta y se me agotó el diálogo”. Y concluye: “La respuesta fue en realidad que gente del oficialismo se incorporó a la campaña y comenzó a desvirtuar el reclamo. Todos somos Alberti, todos somos pueblos fumigados. Seguimos siempre con la esperanza de un vuelco en la conciencia colectiva. A ello apostamos”.

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