El cura que optó por los pobres

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Los pasos que llevaron a Cajade a convertirse en sacerdote, el perfil que eligió para llevar adelante su tarea como cura y la voz de quienes caminaron junto él en esa lucha, algunos de ellos fallecidos años más tarde. Testimonios urgentes recogidos para La Pulseada Nº 136 de noviembre/diciembre de 2005.

Por Lalo Painceira

“Soy cura porque se le ocurrió a Dios”, dijo compartiendo el mate en esa tarde fantástica de fines de marzo de 2002, rodeado de purretes atorrantes y alegres hasta la risa que corrían a su alrededor porque estaban atados a su esperanza. Permanecíamos sentados a la sombra de un árbol en los terrenos que rodean las casitas del Hogar de la Madre Tres Veces Admirable, nombre extenso, difícil, heredado del movimiento de Schönstatt y que los platenses han designado simplemente como el Hogar del cura Cajade. Estaba por salir el primer número de su revista, voz de los que mantienen la vieja pulseada contra los poderosos y Carlos quería fijar su posición partiendo desde él mismo, desde su propia historia y compromiso. “Tuve siempre dos vetas muy fuertes. Una es la espiritual, la mística, digamos, de una fuerte vinculación con Dios a través del movimiento de Schönstatt a la que dedicó mucho tiempo. Y la otra es la social, el encarnar el Evangelio en el más débil. Soy fruto de una generación que mantiene ideales sociales como naturales a su propia cultura y que hoy tiene 30 mil desaparecidos. Yo siempre le fui fiel a esos dos ideales. Esas son mis dos vetas: una espiritualidad muy honda y ese compromiso social tan fuerte que no tengo problema en salir con los tapones de punta, así quede mal con quien sea.” Le mencioné aquello del padre Carlos Mugica, repitiendo lo del abate Pierre: “antes de hablarle de Dios al hombre sin techo hay que darle primero el techo, y darle un techo ya es hablarle de Dios”. Y sonrió, quizás reconociendo ese lenguaje como propio. Porque él sabía como Mugica, que caridad no es limosna, que caridad es compartir, como lo entendieron las primeras comunidades cristianas. Y que la opción por los pobres que asumiera la Iglesia profética de nuestro continente, es su expresión actual.

A tres años de aquel encuentro, Cajade volvió a instalarse en su lugar dentro de la Iglesia y nos recordó desde el Concilio Vaticano II que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, son los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los discípulos de Jesús, porque no hay nada verdaderamente humano que no repercuta en el corazón de Dios”, y agregó luego que “esto que se escribe con la mano, muchas veces la misma Iglesia lo borra con el codo al no buscar que el hombre pueda llegar a ser más feliz en la Tierra. Sin embargo, en la Iglesia Católica existe también otra concepción. Y por ser consecuentes con esa otra concepción, hay mártires como Angelelli, Mugica, los palotinos y gente que ha sufrido persecuciones terribles como monseñor De Nevares, monseñor Novak y tantos otros sacerdotes y laicos, justamente por tener una visión de la Iglesia que une lo humano y lo divino”. Y lanzó un cross a la mandíbula, como diría Arlt: “yo no quiero, dentro de 500 años, pedirle perdón a la humanidad como lo tuvimos que hacer con Galileo que decía que era la Tierra la que se movía y no el Sol. No quiero dentro de 500 años pedir disculpas a la humanidad por el SIDA, por la miseria, por la pobreza y por la muerte de niños producto del hambre y de guerras injustas. Yo quiero decirlo hoy. Hay una Iglesia que es voz de esa humanidad. Claro, está muy tapada porque no tiene un protagonismo en los niveles más jerárquicos, pero está dentro de la Iglesia Católica. Esa es la diferencia con las otras iglesias. Hay una Iglesia que está en ebullición en un montón de temas, desde lo social hasta lo afectivo: la mujer, la homosexualidad, el SIDA, la paternidad responsable. Hay respeto, pero hay miles de temas que están esperando debatirse, porque el Concilio Vaticano II nos enseñó que la Iglesia tenía que ser el alma de la humanidad y ayudar a transformar la humanidad. No obstante, hay gente en la Iglesia que dice: ‘no es misión de la Iglesia transformar el mundo; su misión es hablar de la otra vida’. Es cierto que hablar de la otra vida es la misión esencial de la Iglesia, porque en el fondo vos decís que Dios existe, que la muerte ha sido vencida, pero el tema es cómo llegás allá. ¿Cómo hacés para que un día seas abrazado por Dios? Sólo si vos trataste de hacer el Cielo en la Tierra, si vos trataste de construir algo en la humanidad, porque si vos te escapaste y dijiste: ‘todos esos son una basura. Yo amo a Dios’, tené la seguridad de que cuando llegués allá arriba Dios te va a decir, como dice el Evangelio, ‘no te conozco’. La Iglesia tiene que dar su aporte para hacer el Cielo en la Tierra. Juan XXIII dijo: ‘la Iglesia tiene mucho de experta en humanidad’. Juan Pablo II afirmó al principio de su pontificado: ‘un mundo sin Dios se construye contra el hombre’. Y nosotros, desde nuestro Hogar, debatimos esa idea y la completamos: Sí, pero ojo, porque un mundo sin el hombre se construye contra Dios”.

Esa es la Casa de Dios para Carlitos, sin excluidos, sin miseria, la casa de los luchan por un mundo equitativo que, como los primeros discípulos, tengan todo en común y lo distribuyan a cada uno según su necesidad. La Iglesia que estuvo viva en su Hogar, en cada comedor y Casa del Niño, en cada asentamiento de ese cinturón de pobreza y exclusión cada vez más grande que ciñe a La Plata, porque allí, en esas necesidades insatisfechas, en ese hambre de justicia, estaba su lucha, su esperanza. Es la misma Iglesia que lo despidió – o nos mostró que está viva -, en esa conmovedora y multitudinaria misa del domingo 23 de octubre que un puñado de sacerdotes ofició en su Hogar, Iglesia que seguirá escuchando y acompañando el reclamo del pueblo por justicia, equidad y que saldrá con los tapones de punta, le duela a quien le duela. El teólogo Rubén Dri decía que “el continente latinoamericano es el lugar privilegiado para comprender a Jesús, porque la religión cristiana constituye la religión de la mayoría de sus poblaciones oprimidas” y Leonardo Boff aclaró que esa Iglesia entiende que “el Dios bíblico es alguien que escucha el grito, ya sea de los judíos en el cautiverio egipcio, liberándolos; ya sea el de Jesús que grita en la cruz, resucitándolo; ya sea, hoy, dando legitimidad a la lucha de los que ya no aceptan la opresión y buscan vida y libertad. Dios opta por ellos no porque sean buenos, sino porque son oprimidos.”

Carlitos, como todos, fue hijo de su tiempo y orientó su mirada en una Iglesia que mantenía su oído abierto a los reclamos de justicia y libertad de los pueblos. Que hablaba de oprimidos y opresores. Eran tiempos de agitación, en los que comprometerse parecía sencillo porque el mundo nuevo estaba al alcance de la mano. Cajade tenía 17 cuando Pablo VI, Papa por el que sentía particular devoción, publicó la Populorum Progressio y cuando Juan García Elorrio, ex seminarista y director de Cristianismo y Revolución, interrumpió la misa solemne del 25 de mayo en la Catedral de Buenos Aires, para leer una proclama de protesta contra la dictadura de Onganía. Dictadura que dos meses más tarde prohibiría un acto en el Luna Park en donde monseñor Jerónimo Podestá se iba a referir a la Populorum Progressio. En agosto de ese 1967 se publicó el Manifiesto de 18 Obispos del Tercer Mundo al que adhirieron más de 400 clérigos argentinos y Helder Cámara respondió a los sostenedores de ideas “desarrollistas” que “desarrollo es poner al hombre de pie”. Cuando Cajade cursaba el último año del Secundario, nació en nuestro país el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Fue también el año del mayo francés, del “Prohibido prohibir”. Un año más tarde estalló el Cordobazo y las revueltas populares y estudiantiles se multiplicaron en todo el país. Carlitos ya tenía 19 años y se sintió parte de esa generación que entró al peronismo por la puerta de la izquierda, aquella que se abría a la esperanza colectiva. Este fue el manantial en el que Cajade sació su sed.

La Misa del 23 de octubre fue oficiada por los curas amigos de Cajade, los que cada jueves se reúnen y entre coincidencias y debates, calibran sus miradas al mundo desde una Iglesia renovada. Alejandro, Carlitos, Mario, Leonardo, Tony, todos curas gracias a Dios, respaldados por un grupo de sacerdotes y religiosos, emocionaron a las más de dos mil personas que participaron de esta verdadera “común unión”. Fue una presencia de Dios tan inmensa que sonó a milagro. Pero es una afirmación mía, simple cristiano de conversión tardía, que en la infinita soledad de un calabozo se aferró a Jesús y a partir de ese momento, se dio cuenta que nunca más estaría solo, y que descubrió en Carlos Cajade a un modelo a seguir, una demostración viva de que es posible empezar a construir el Cielo en la Tierra y que es ese mundo el que parirá, al fin, al Hombre Nuevo. Por eso, a mí me cabe sólo el agradecimiento infinito por haberlo conocido y compartir charlas y sueños, porque son sus amigos sacerdotes, ministros de Dios, los que verdaderamente saben y que, por lo tanto, tienen que tener la palabra para contarnos que representó Carlos Cajade para la Iglesia.

P. ALEJANDRO BLANCO

“Si nos arrancaron a Carlitos, nosotros tendremos que ser Carlitos. Esa es la idea que sostuve en la Misa del 23”, dice el padre Alejandro Blanco en su escritorio parroquial. Impulsor de la pastoral de los sin techo y con trabajo social en el barrio de La Aceitera, Blanco fue una figura muy cercana a Cajade. Se sonríe y dice que “con Carlos se da algo que es común a las personas carismáticas. Es de todos (siempre hablará en presente lo mismo que el resto de los curas), pertenece a todos, a la familia, a los pibes del Hogar y de los Comedores, a las madres que llevan sus chicos a las casas del Niño y los Bebés, a la gente de los asentamientos, del barrio, a los estudiantes que incluso no tienen vínculo con la Iglesia. Pertenece a todos y todos tienen una imagen de él que es propia, personal. Entonces se plantea la pregunta ¿desde dónde hablar de él? Y debo hacerlo desde lo que compartimos, que es el mundo de sus ideales.”

“La obra de Cajade se ve, está allí, pero yo tuve el privilegio de compartir el mundo de ideales. Hablamos mucho, compartimos horas y horas, nos preguntamos uno al otro, ¿cómo ves esto? Y lo damos vuelta, lo desarmamos, lo analizamos. Nos tiene catalogados a todos nosotros, sus amigos y por ejemplo, dice ‘Carlitos (Gómez), es fuerte en esto; Leo (Belderrain) en esto otro; Mario (Ramírez) es fuerte en lo de más allá y Tony (Fenoy) en lo otro, y a mí me dice que yo soy fuerte en el mundo del pensamiento. Él es el carismático, el que atrae, el exitoso, el que más pega, el más entrador. Por eso nos queda reemplazarlo en lo que podamos. Desde los ideales compartidos me queda seguirlo en la obra, no dejar que licuen sus ideales. Carlitos es un hombre muy claro, de los que saben su camino. No es un tipo de esos que llamamos simpaticón. Está bien plantado y es la expresión social más importante de la Iglesia en La Plata. Yo se lo dije al Arzobispo y le agregué que me parecía una injusticia que no se lo invitara a participar en la Semana Social que organiza todos los años. Era una injusticia porque no se lo podía eludir, sobre todo cuando a él se lo convocaba de todos lados. Desde ya, no lo invitaron y eso habla mal de nosotros. Es el referente más grande en lo social y no lo llamaron.”

“Carlos no es una persona de asistencia social sino un crítico social. Entre Helder Cámara y Teresa de Calcuta, está más cerca del obispo brasileño. Es un crítico del sistema, lo suyo no es el asistencialismo. Por eso, de Cajade no se pueden colgar todos, aunque quieran. Es un hombre de izquierda, toda la vida lo fue como yo soy de izquierda. Se ubica entre los que quieren transformar el sistema social y no conservarlo.”

Por último, Blanco confiesa que su temor “es que lo conviertan en un santito tibio. Yo creo firmemente en su santidad lo que no quiere decir que sea inmaculado. Carlos es un tocado por Dios, de manera indudable, pero es humano y por eso, santo. Estoy convencido de eso. Pero hay que posicionarlo en donde él se instalaba, buscando transformar el sistema. También respetar esas líneas que convergen en él, que son como puentes que unen lo religioso y lo social inseparablemente. Sería imposible secularizarlo. Tiene un particular olfato para descubrir lo religioso en el hombre y por otro lado, lo social. Su enfermedad nos habla de eso, haciendo carne los sentimientos de las personas que lo rodeaban. Hablar de Carlos es hacerlo de una persona profundamente religiosa, pero tenía una visión social y popular muy honda. Por eso adhirió al peronismo de Evita y criticaba a la izquierda que no supo captar lo popular. Su amor es a la persona sencilla y su pensamiento a una Iglesia vista desde el pobre.”

P. MARIO RAMIREZ

El padre Ramírez fue el amigo de toda la vida, compartiendo el potrero del barrio, el acercamiento a la Iglesia y la vocación. Ingresaron al Seminario y se ordenaron juntos y cada jueves prolongaron esa amistad junto a otros sacerdotes en almuerzos de interminables sobremesas, por eso es contundente en su forma de comenzar a recordarlo. “El vacío que queda desde Carlos es el de una Iglesia que quiso comenzar a brillar en los años 70 y que Juan Pablo II apagó. Lo de Carlos es un modo de ser cristiano, de ser Iglesia, distinto. La Iglesia se empezó a preocupar de la Iglesia y Jesús se preocupaba por el Reino. Pablo VI decía que el Reino era la civilización del amor y lo de Cajade es eso que tiene que ver con la justicia, la equidad, estar junto al pobre, ser un pobre, combatir el hambre, denunciar los sistemas que generan la exclusión social. En cambio, la preocupación de la Iglesia parece ser el dogma, los preceptos, el poder”.

Si bien reconoce la fuerte influencia del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en la formación de Cajade, lo ubica más cercano a las expresiones del Movimiento en Córdoba, “que valora más lo afectivo que es uno de los grandes temas de la Iglesia. Abarcar lo social, desde ya, pero también lo afectivo. La Iglesia habla de amar, pero habla en general dejando de lado el mundo particular de los afectos, del hombre y de la mujer, que es algo nuevo, y a eso lo trae Cajade y no es un tema menor, porque desconociendo los afectos se desconoce a la persona”.

Recuerda el padre Ramírez que cuando Cajade estaba enfermo y ya muy grave, se preguntó, “si el milagro que ocurriría ante tantas oraciones sería la salud de Carlos o una nueva vida para la Iglesia. Porque Cajade es un semillero de vida nueva y creo que la diferencia fue clara. Porque una cosa fue la Misa en la casita y otra el acto del sepelio en el Cementerio. Dos Iglesias distintas. El tema es que una se hace dogmática, absolutista y trata de imponer el pensamiento único y es terrible. Lo que vale es la pluralidad, la búsqueda. El amor de Cajade hacia la Iglesia es enorme, de una gran espiritualidad”. Se queda pensando y agrega con una sonrisa, “con todo respeto, yo aconsejaría a la gente no tomar el nombre de Cajade en vano”.

P. CARLOS GOMEZ

“En nombre de todos los chicos de la calle, en nombre de los desposeídos, de los desprotegidos, de los desamparados, te pido Señor por Carlitos Cajade. En nombre de las víctimas inocentes de este sistema capitalista inhumano, en nombre de los desocupados y subocupados, de los que no pueden alimentar, educar, vestir o curar a sus hijos, te pido Señor por Carlitos Cajade. En nombre de los desaparecidos y asesinados por la dictadura y de todos los que luchan por la memoria y justicia, te pido Señor por Carlitos Cajade. En nombre del amor familiar y fraterno, en nombre de la verdadera hermandad entre los seres humanos, te pido Señor por Carlitos Cajade. En nombre de este mundo sin el hombre que se construye en contra de Dios, te pido Señor por Carlitos Cajade. En nombre de esta querida arquidiócesis de La Plata, te pido Señor por este, tu hijo amado y hermano nuestro querido. Amén”. El padre Carlos Gómez pliega su hojita de papel con la oración que escribió para su amigo y agrega con un acento provinciano que no pudo vencer su larga estancia en La Plata, “no me la publicó ningún medio”. Párroco en Stella Maris de Ensenada, es más joven que Cajade al que conoció en el Seminario entablando una relación que se transformó en sólida amistad, porque Carlitos Gómez, como lo llamaba Cajade, forma parte del grupo de los jueves y fue uno de los curas que habló en la Misa del 23 de octubre. Y fue contundente, tanto como su oración.

Sin embargo, empieza recordando la espiritualidad, “algo que estaba mal visto en el Seminario de entonces”, que tenían ambos, Gómez dentro de los Focolares y Cajade en Schönstatt. “Decían que era una espiritualidad europea. Pero junto a otros sacerdotes coincidimos después en la búsqueda ya latinoamericana, de la opción por los pobres. Pienso que la veta más fuerte de Cajade es la que sigue en sus últimos veinte años, su tarea y su militancia social, por los derechos humanos, la memoria. Porque él recibió a los chicos de la calle pero se preguntó por qué existía esa realidad. Era un cuestionador del sistema que los generaba. Supo unir el cuidado integral de esa víctima del sistema, con la crítica al victimario. En esa actitud se encontró con la CTA, profundizó la denuncia por la situación en las cárceles, participó de las marchas de los Chicos del Pueblo y le dio, de esa manera, una inserción social más amplia al Hogar. Todo esto constituyó su manera de ser Iglesia, porque somos Iglesia aunque les duela a muchos. Es llamativo que nos hayan acompañado a nosotros cinco en la misa del 23 de octubre, sólo ocho curas de la diócesis, nada más. Porque el resto venía de otras diócesis. Algo pasó. Por ahí tiene que ver con esas dos maneras de ser Iglesia que para algunos parecen ser irreconciliables. El tiempo nos dirá quién está equivocado”.

TONY FENOY

Con su guitarra y sus canciones, despidió a su amigo en la Misa del 23 de octubre en donde fue cálidamente saludada con aplausos su reivindicación de “soy cura”. Además de la amistad que los unía, Tony fue colaborador estrecho del Hogar y de las demás obras ligadas al mismo, lo que le permite asegurar que “ Cajade encarna la Iglesia que soñó Jesús, que es la encarnación del Evangelio, esa idea de que Dios y el hombre caminan juntos y de que no hay fe sin compromiso y que si no hay hombre feliz, no habrá Dios feliz. Por eso repetía Carlitos aquello del Concilio sobre ‘los gozos y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los hombres son los gozos y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los discípulos de Cristo’. Porque no hay nada verdaderamente humano que no resuene en el corazón de Dios. El pensamiento de Carlitos es orgánico: fe y vida van juntos”.

“Cajade fue un enamorado de la Iglesia y tenía esa religión popular de las devociones. Por eso yo pienso que la suya era una teología popular más que una teología de la liberación. Era un intuitivo y sabía ver a Dios en el corazón de las personas. Pero esas devociones populares no le impedían el compromiso. El descubrió la esencia del Evangelio que es que Jesús vino para hacernos más hermanos, Lucha, ama y se entrega con todas sus fuerzas. Nunca fue acompañado por la Iglesia y sin embargo, la amó profundamente; se sabía parte de ella y supo mantener fidelidad a los obispos”.

P. LUCIO FLORIO

El padre Lucio Florio fue uno de los sacerdotes diocesanos que acompañaron a los amigos de Cajade en la misa del 23 de octubre, pero además, reflexionó sobre su perfil eclesial que “ha permitido a muchos curas, religiosos y laicos reencontrarnos con un aspecto fundamental de la Iglesia: su vitalidad, su ineludible rostro profético, su misión de ser signo de un Padre tierno y comprometido con los hombres, especialmente los pobres y abandonados” y agrega más adelante, que “no fue un cura marginal, enfrentado a las estructuras conservadoras de la Iglesia, sino un pastor cordial y críticamente integrado a la Iglesia que le tocó vivir, con cercanía fraterna y con una palabra cuestionadora de todo lo que fuera ahogo de la vida por las formas”, contradicción entre la palabra y la opción concreta. Una de las opiniones comunes entre los curas de La Plata era la confianza en que ‘está Cajade’ para dar una opinión y ejercer una acción sobre cuestiones sociales y políticas, y promover respuestas evangélicas y proféticas sobre situaciones difíciles. Embarcados en tareas pastorales de diverso tipo, confiábamos en su presencia para ofrecer una voz clara, audible y creíble frente a atropellos a los derechos humanos – especialmente de los niños -, y permitir un estilo de respuesta de la Iglesia platense que no fuera meramente discursiva”.

“Con la prematura partida del padre Carlos hacia la casa del Padre, queda un sentimiento de soledad. En primer lugar, naturalmente, para los chicos de su casa y su obra, para sus compañeros cotidianos de trabajo, para su familia y amigos. Pero también queda una cierta desolación para la sociedad platense que ha sentido la pérdida de una de sus figuras más auténticas y constructivas, así como de los más nítidos frenos éticos ante los atropellos de los poderes políticos y financieros que asolan la vida cotidiana de los más excluidos. Y también, de una manera muy profunda, para la Iglesia de La Plata, que siente la desaparición de una voz clara y fraternalmente exigente que la invitaba a recordar el fuerte paso del Espíritu del Concilio Vaticano II y la necesidad de renovarse permanentemente para ser fieles al Evangelio y a la historia”.

P. LEONARDO BELDERRAIN

Leonardo Belderrain pertenece a la diócesis de Quilmes, pero nadie puede dejar de reconocerlo como platense. Fue compañero de Seminario y de ordenación de Cajade y, además, uno de sus grandes amigos. Asiduo colaborador en distintos medios, Leo, como le decía Cajade, escribió lo siguiente: “Hace apenas unos treinta años habíamos ido juntos con Mario Ramírez y Carlitos Cajade a los funerales del padre Carlos Mujica. En ese momento pensé. ‘Cuando muere un sacerdote en serio, cómo revienta el amor en el aire, en la gente, todo se hace paisaje… Pareciera que todo el dolor se hace amor más rápidamente’. ¿Quién de nosotros estaría más maduro para partir e indicarnos un camino en el cielo, en la tierra y en la entrega?… Se hace tan evidente constatar que él era un signo y sacramento visible del amor de Dios… Lo comprendí tanto en el dolor profundo del Gobernador de la Provincia como de todos los chicos del Hogar, amigos, conocidos y hasta lo vi en el dolor del último linyera de la estación de trenes”. Recuerda Belderraín que una vez se enojó con Cajade, “cuando que me dijo en el Seminario -después de aprobar un examen difícil- que me presentara al día siguiente en otra materia, que la cosa venía muy liviana. Él -que con su cara era una invitación a apostar por la vida- empezó a ver que en el examen el profesor me preguntaba de más… y se fue sin presentarse en el subsiguiente llamado; yo, indignado después del bochazo, lo fui a buscar y le dije ‘me mandaste al frente y vos te borraste’. Él me respondió: ‘Y vos, para qué necesitas ver a tanta gente mártir en este Seminario’. Me río y me reí muchísimo toda la vida de esa anécdota, y superé mi enfado comprendiendo que el DIOS de Cajade no estaba peleado -como en tantos clérigos- con el disfrute”.

Aclara Leo que Cajade “se imaginaba el cielo pescando con sus hermanos en Entre Ríos, cantando con Sabina ‘… que cada noche sea noche de bodas…’, gritando un gol de Estudiantes o de Gimnasia -como siempre agregó, porque en su Hogar hay chicos pobres que aman a ese club y él, los amaba entrañablemente a ellos. Hasta el más antiperonista no podía dudar del peronismo de Cajade. Es que en realidad lo suyo era cristianismo”. En el final, subraya que “Cajade fue un hombre amado y odiado y por demás envidiado. Muchos se alegraron de que tuviera cáncer; a nosotros también eso nos sirvió, para tener claro por dónde pasa la luz, por dónde la iglesia se renueva y por dónde se hace amanerada e intrascendente. Cuando teníamos 18 años le cantábamos al Che Guevara una canción que decía: ‘aprendimos a quererte’… Se fue acrisolando a lo largo de estos cuarenta años otra canción que alguna día se cantará en la ciudad de La Plata que nos vio nacer, crecer y ahora morir: … y a vos Carlitos fue imposible no quererte, por vos la vida nos besa en la boca y se nos hace luna de miel…”.

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