El capitán Beto

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142-BetoAvalosCasi al mismo tiempo que Lanús se consagraba como el campeón 2016 del futbol argentino, un club de La Plata empezaba a jugar la Liga Metropolitana de AFA con el color granate en sus camisetas y un reconocimiento a Roberto Avalos en su nombre. Un ídolo que sigue viviendo en Los Hornos, donde recibió a La Pulseada.

Por Gabriel “Colo” López

Calle 58, ni bien comienza Los Hornos, con el ruido de coches de la Circunvalación. Mechando unos mates con charla, el hombre no baja el tono de voz en su vejez. Se muestra firme, como agradecido, ni las cosas raras de este tiempo le sacan las ganas. Pero a los 75 años jamás pensó que iba a existir un equipo de fútbol con su nombre. Una institución que tiene a más de 100 pibes de la ciudad pateando en una liga bonaerense: es la Asociación Deportiva Beto Avalos, recientemente estrenada, casi al mismo tiempo que Lanús se consagraba campeón argentino.

No es casualidad esta mención, porque Roberto “Beto” Avalos fue una de las figuras de Lanús a fines del ’50 y principios del ’60. Era un defensor rudo cuando la última línea la componían dos hombres. Vistiendo la camiseta Nº 3 fue todo un caudillo. Nacido el 1 de diciembre de 1940, en sus palabras y en sus gestos quedan destellos del carácter y la caballerosidad del fútbol de aquellos tiempos. Por algo habrá sido que en 1968 se llevó el premio al “jugador más correcto” en una votación de la revista El Gráfico. Fue uno de los integrantes de un equipo que ascendió y que en la delantera (cuando se integran de a cinco jugadores) mostraba las exquisiteces de dos cracks que por el “tic, tac” de sus pases le valieron el mote “Los Albañiles” a los once. Eran Angel Manuel Silva (Manolo) y el paraguayo Bernardo Acosta, y el motivo de sus “paredes” no eran estrategia del DT –no tenía tanta importancia el que dirigía– sino porque “salía de onda”, reconoció una vez Manolo.

-Don Roberto, ¿en qué club se inició?
-Estudiantes fue el puntapié inicial, hasta que un día me dejaron libre. Pero después pude regresar, un corto tiempo como jugador y más tarde como entrenador. Lo más importante fue cuando me fui a probar a Lanús y quedé.

-¡Y ascendieron a Primera!
-Llegué y juego un año en la reserva. Pero al otro año me ponen en Primera y salimos campeones de la B. Fueron siete años en Lanús, de los cuales cinco fui capitán del equipo. ¡Un orgullo, imaginá que no siendo de la zona, me dieran la cinta! Me la dieron los dirigentes, el técnico era secundario. El preparador físico era Finamore, suboficial en el Regimiento 7, que nos tenía volando.

-¿Cuáles eran las virtudes suyas y la de “Los Albañiles”?
-El temperamento que tenía, la voluntad, las ganas, la marca, era un poco líder, hablaba mucho. Y hablar de Los Albañiles era hablar de un equipo de lujo. El 8 Parenti, el wing derecho Minitti, y la estructura con un señor 5 como Héctor Guidi. Pero yo no era el único platense, estaba Quico Di Mario, que jugaba conmigo en Estudiantes y al que yo llevé a Lanús.

La marca de la infancia

“No nací en una casa, yo nací en un asilo. Era el menor de cuatro hermanos”, dice viajando al fondo de sus raíces el protagonista de esta entrevista.

-¿Cómo vivió la niñez?
-Mi infancia fue en un orfanato. Un asilo con 20 habitaciones y una cocina grande. Esa fue mi escuela donde me pone mamá porque tenía que trabajar. Ellos estuvieron separados desde siempre, y a papá lo conocí de grande cuando volvió a casa, enfermo. Esos años me sirvieron de mucho por la disciplina, por el estudio, y por las monjas: me fajaban por chancho cuando quería comer mucho y por ahí me limpiaba las manos en el guardapolvo, de apurado.

Como siempre pasa, cuando más duro, más fuerte se vuelve uno en los años por transitar. Por eso, tal vez, no duda en dejar de mirar por la TV la final donde Lanús bailó a San Lorenzo en el estadio Monumental, cuando llegaron familiares a visitarlo a él y a su mujer María Cristina González. Sin embargo, reconoce: “Gracias al fútbol pudimos hacer la casa, sino…”

-Hace 50 años atrás para un futbolista había otras obligaciones, como tener que trabajar de otra cosa.
-Así es. Cuando debuté como profesional me levantaba a las 5 de la mañana para entrar a la 6 a la oficina. Salía a las 12 y a las 12.30 tenía el tren, que tomaba hasta Avellaneda; ahí tomaba la combinación con Lanús y de ahí en micro hasta la cancha. A la vuelta, se repetía todo. Cuando mis compañeros estaban en el quinto sueño, yo estaba levantándome para ir a trabajar. Tren y micro, no era como ahora que en dos años están en un 0km. Yo no tenía auto, ni nunca tuve.

-¿De qué laburó?
-En la administración pública: estuve 40 años en la Dirección de Imprenta y Boletín Oficial del Estado, era la imprenta del Ministerio de Gobierno, de 1 y 59, un galpón de tres cuadras donde se hacían boletines, formularios, libros, de todo. Tuve la suerte de haberme podido jubilar, hoy es la entrada grande que tengo, la profesión de gráfico es muy bien remunerada por ser insalubre, por los ruidos y la contaminación de la tinta, de los ácidos y de todos los ingredientes que lleva.

 El reconocimiento de los hijos

Sus tres hijos siguieron la carrera de educación física. Marcelo (53), Fabián (50) y Rodrigo (46). El más grande fue jugador profesional, en Témperley, y el más chico la peleó en el ascenso, como puntero de Villa San Carlos. Los tres acaban de cumplir un objetivo que se propusieron allá por el 2000: conformar la Asociación Deportiva Beto Avalos, con personería jurídica y participación en una liga muy competitiva como la Metropolitana, que tiene a clubes de AFA con sus segundos equipos.

Había que dar ese salto desde la liga local (LIFIPA), donde estuvieron 16 años llevando a cabo una buena tarea formativa con pibes de entre 5 y 13 años. Se ganaron el respeto como AMEBS y le pidieron a la mutual los permisos para continuar jugando en el predio de 9 y 506, pero en esta experiencia serán una cosa aparte.

El 12 de junio pasado fue el debut ante un grande de AFA: Platense. Los siete partidos tuvieron ganadores al local, vestido de Granate, en honor al club donde quieren tanto a este señor de 75 años.

-En el fútbol amateur lo más importante no son los números, sino el afecto. ¿Qué le parece todo esto que armaron en su nombre?
-Si bien en casa se armaban conversaciones con mis hijos, no pensé que iba a hacer una cosa tan grande.

-Hay muchos clubes con nombres, pero a usted se lo pusieron en vida.
-Claro, se lo ponen cuando murieron, ya no sirve…

Su pasado fue gordo en vestuarios y estadios del país y el exterior: fue jugador y técnico en Defensa y Justicia. En Chile pasó por Unión Española y Antofagasta, contratos que le significaron comprar el terreno y hacer la casa. Y el cierre de la trayectoria en el mismo lugar de donde partió: el Pincha.

“Nunca metí un gol, jamás, ni cuando me retiré semiprofesionalmente en la Liga de Azul”, dice el Beto sin ruborizarse. Justo en ese momento se le venía encima Luna, la nieta de 3 años, la más chiquita del hijo más grande. Era el mensaje ideal para ir cerrando la entrevista, mientras una de las categorías festejaba el triunfo ante los “Calamares”.

Por allá, se oía el “olé, olé, oleee…”, de una de las yernas, que supo devolver como una perfecta pared que tiraban “Los Albañiles”, la pequeña de mirada celestial: “Betooo, Betooo…”

La frente en alta en el descenso pincha

“En las buenas están todos, en las malas se ven los pingos…”, bien dice el refrán. Y sobre todo si toca descender a la B en un club como Estudiantes de La Plata, lo que sucedió en 1994 por segunda vez en la historia, cuando Roberto “Beto” Avalos cumplía el rol de coordinador del fútbol amateur, junto al fallecido Higinio Restelli.
La comisión directiva decidió un interinato en las últimas fechas con Avalos-Restelli, con el equipo ya descendido. Fue el 21 de agosto, tras un empate 3 a 3 de visitante con Lanús (club donde “Beto” había sido ídolo). A partir de allí, la dupla salió a jugar por el honor, con chicos que recién aparecían como profesionales: los Capria, Palermo, Calderón, Prátola, y uno muy jovencito: Juan Sebastián Verón.
El partido de la despedida fue en 57 y 1, contra Racing, con un rugido furioso de goleada para los de Beto Avalos: 4 a 1. Era el desahogo de una hinchada que asistió a una fiesta.
Una anécdota que cuentan algunos pibes de las menores dice que “Avalos nos dirigía algunos partidos con saco y corbata”.
Manuel Solari, que fue capitán en 9na, le contó a La Pulseada que “en una fecha que vino a jugar Boca, el Beto nos preguntó ‘¿saben por qué me visto así?’ Porque para mí, la cancha, es lo mismo que ir a una fiesta’”.
Para Daniel Rodríguez, preparador físico de los albirrojos en aquellos años, “es difícil que el fútbol tenga un tipo tan sencillo como él, son casos especiales porque a veces el ambiente no es tan bueno como se dice”.

Lanús del sesenta y pico

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Avalos junto al también platense «Cacho» Malbernat

El Beto se incorporó a Lanús en 1963 y cuando gritó campeón en 1964 –con frescos 23 años– ya estaba casado y tenía un hijo. Medía 1,70 y pesaba 70 kilos, llevando la camiseta “3”. A decir de los medios de la época, Avalos fue un marcador de punta a presión sobre el hombre, pero que nunca daba mal la pelota, y como yapa corría en forma incesante. Gracias a él, llegó al club Juan José De Mario, otro nacido en La Plata, llegado
para la gran campaña del ’64. “Soltero. 1,77 y 76 kilos”, apuntaba la revista El Gráfico sobre este delantero de también 23 años (el quinteto ofensivo fue Oscar Iglesias, Fernando Parenti, Manuel Silva, Bernardo Acosta y De Mario). El día del salto a Primera fue sábado 28 de enero de 1964, tras vencer 4 a 1 a Deportivo Español (gol de Carlos Bilardo para los perdedores), con un tanto de De Mario. De los 32 cotejos del campeón de la “1ª B” en todos estuvo Tedesco, seguido con 31 presencias de los platenses Avalos y De Mario.
El equipo del sur bonaerense había descendido en el ’61 tras disputar una verdadera final con Estudiantes de La Plata. Después de tres años volvían al profesionalismo, satisfaciendo al hincha que un tiempito antes había gozado con el Lanús subcampeón de 1956 (apodados los “globe-trotters”). De ese equipo que terminó a dos puntos de River y el del ascenso, sólo se mantenía el 5, Héctor “El Nene” Guidi. En el alma del Beto aún se oye un cantito de la tribuna… “Chin, chin, chin, los goles que hace Silva no los hace Valentim…” (por un goleador terrible que entonces jugaba para Boca).

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