«Creemos en la idea de trabajo»

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Nota principal: ¡Cuidado, chicos con zoom!

“En la primera instancia elegimos el tema: que los pibes pudieran contar, en un documental, qué vienen viviendo en cada uno de sus lugares. Lo atractivo para nosotros es contar eso, que son jóvenes de distintas localidades: qué tenemos en común, qué queremos contar de nosotros mismos…. Cuando nos sentamos a pensar el tema no tuvimos que darle muchas vueltas porque la dinámica de Cine en Movimiento es que las cosas siempre surjan de los pibes y esto es algo que ya estaba en ellos. Después, con trabajo grupal y formato de asambleas, se le fue dando forma”. Así describe Carlos Rotela, Psicólogo social y coordinador de talleres en CEM, el proceso productivo del largometraje. Planteado el tema viene “el contexto”, un asunto clave que se ejercita en todos los talleres de CEM. “Reflexionar sobre qué es el contexto permite contar en imágenes en qué lugar vivimos. Ahora el desafío es contar en todos los niveles en qué espacio vivimos. Ahí entra una presentación individual, con la técnica que quieran. Presentarnos nosotros mismos frente al contexto, que incluye lo familiar, lo comunitario, los amigos… Es importante que se puedan presentar frente al documental, frente a la cámara. Pero hay pibes que aún no lo pudieron hacer”, cuenta Rotela.

-En muchas producciones de CEM asoma el enfoque de “los jóvenes no son lo que cuentan los medios”. ¿Es un objetivo para seguir desarmando en este documental, o no estará tan centrado en esta dicotomía?

-Es un objetivo que trabajamos en el taller, en la previa. Es un marco que atraviesa todo ese espacio. Al principio sí nos centramos en desarticular lo que dicen los demás porque hay cosas muy groseras, muy evidentes, en lo que dicen los medios de comunicación. Pero lo que nos preocupa es generar fundamentos y sentidos con lo que mostramos. Entonces no es solamente ver qué dicen los demás sino, justamente, qué decimos nosotros de nosotros mismos.

-Y están intentando enfocar cuestiones positivas.

-Sí, y en ampliar la cuestión. Si nos centramos sólo en esa dicotomía y en desarticular, entraríamos en la bipolaridad. La idea es poder abrir. Hoy, por ejemplo, la propuesta era hacer planos detalles para contar el contexto. Una pava que hierve… el coche estacionado en la puerta de mi casa, que está destrozado… Abrir. Abrir y contar a través de la imagen.

-¿En qué instancia está el documental?

-Cerrando la primera, reforzando las bases como grupo y por resolver la segunda instancia. Escalón a escalón. No soy del costado del cine. Yo me pienso más en la cuestión de qué pasa en lo grupal, a cada pibe…

 

“Los pibes traducen historias personales en personajes”

-Algunos chicos viven en contextos complicados y con esto tienen la posibilidad de manejar una cámara para pensarse a sí mismos, para llegar a sus casas y hacer algo creativo. ¿Cómo lo ves?

-Es un proceso maravilloso. Pero también costoso. Yo trabajo en una organización en la que estoy todo el día con jóvenes y veo que ante toda propuesta nueva que se les acerque como forma de expresión, como alternativa para interpretar la realidad, aparece una resistencia que se traduce en apatía. Y la apatía es dura de romper. Pero cuando el pibe lo atraviesa y se involucra con la experiencia… Nosotros siempre decimos que al pibe le gusta venir, estar con los compañeros, reírse más o menos, pero que no se da cuenta de que pasó por el taller hasta que se ve en la pantalla gigante… Y eso es así.

-¿Qué creés que le pasa cuando se ven en la pantalla gigante?

-Para mí, cobra sentido todo lo que hizo. Los procesos son difíciles de ver, de evaluar, de entender, de valorar ante el sacrificio de todos los días… y son difíciles de ver para los adultos… Pero cuando ves el resultado…

-Y ves tu nombre…

-Tu nombre, verte, encontrar allí parte de la evaluación del proceso… No es una tontera. En los talleres pasa constantemente: los pibes traducen historias personales en personajes, por ejemplo. Entonces, poder pensar algo que les está pasando a ellos a través de algo, de un objeto artístico, de algo que ellos pudieron producir… es maravilloso.

-¿Las familias suelen involucrarse?

-Muchas veces se involucran hasta en el proceso de rodaje mismo. Por ejemplo, a veces se necesita una casa, una cancha, extras, etc. Y es tremendo, porque ahí vos ves todo el trabajo que generaron los pibes. Tiene que ver con poner en práctica el trabajo. Se dice que los jóvenes no trabajan hoy… pero en esos trabajos de producción, como les llamamos nosotros, hay trabajo. Ellos se tienen que mover durante la semana para conseguir una casa, y no cualquier casa, porque el corto pierde credibilidad… Entonces: “Necesitamos esta casita, este perfil”. Y van, le golpean la puerta al vecino, le cuentan el proyecto, arreglan… hacen acuerdos, se fijan que no les falte nada… Están. Y en todas esas cosas está la idea de trabajo y creemos en esa idea. Las cosas no son mágicas. La tele, por ejemplo, te presenta una cuestión mágica. Todo está ahí, reproduciéndose las 24 horas. Nosotros, en cambio, para conseguir algo primero pensamos en los fundamentos y después las cosas se consiguen con trabajo.

-Ellos se llevan las cámaras a sus lugares.

-Por organización son responsables de la cámara, de decir “vos te la llevás dos días, vos otros dos días”, de que nadie se quede sin filmar, de cuáles son los puntos de encuentro para hacer el pase de la cámara, de no abusar del tiempo de filmación, porque tenemos dos memorias por cámara. Todo ese trabajo se da en 15 días, hasta el encuentro siguiente… Y no es menor que ellos se encarguen de la cámara. Yo trabajo en La Paloma y cuando voy y veo la cámara sobre la mesa y sin el estuche me agarro la cabeza pero trato de no decir nada porque, en definitiva, ése es el trabajo. Aunque sepa que si les digo “guarden la cámara” la guardan, no lo hago. No es el objetivo. El objetivo es que lo hagan ellos solos de verdad. Y es un trabajo que gratifica.

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