Comunicadores en cooperativas de trabajo: De la carrera personal al camino colectivo

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Una característica habitual de las radios comunitarias, al ser impulsadas por organizaciones sociales, es que sus integrantes no suelen tener formación profesional ni experiencia en medios, y van haciéndose periodistas, editores, locutores o técnicos a fuerza de práctica y voluntad, con estrategias propias o enriquecidos por el trabajo en red. Así, la ausencia de entendidos en tecnologías (clásico talón de Aquiles) y otros gajes del oficio suelen plantear obstáculos decisivos para crecer y seguir.

Pero hay experiencias que se inician al revés: con comunicadores o técnicos profesionales, y a veces con trayectoria en medios privados, que eligen organizarse en cooperativas y volcar su formación a un espacio de militancia. En esta entrega, historias de radios formadas por trabajadores de la comunicación que ponen sus saberes individuales al servicio de proyectos comunitarios.

Josefina López Mac Kenzie, Pablo Antonini

Verona Demaestri (informe desde General Pico)

La fortaleza de Mataderos

Nombre: FM Frecuencia Zero, 92.5

Localidad: Ciudad de Buenos Aires

Inauguración: 2002

En internet: www.frecuenciazero.com.ar

 

“El nombre de la radio tiene como origen el origen mismo −dice Hernán Daicich, director de la emisora−. Todo empieza en el cero y ése fue nuestro inicio”. En el origen, punto cero de esta historia, hubo un grupo de amigos de un secundario con orientación en técnica electrónica, que fantaseaban con una radio desde los 16 años. Con esa fantasía crecieron, se pusieron a estudiar locución y operación técnica en el ISER y anduvieron por distintos medios porteños. A mediados del ajetreado 2001 pareció llegar la oportunidad, de la mano de un mecánico que había decidido transformar en radio su taller y buscaba un equipo de gente.

Se metieron de cabeza, apasionadamente, dice Hernán, durante casi un año y medio. Pero el dueño “quería que la ganancia que le daba el taller se trasladara automáticamente a la radio” y empezaron las diferencias. Entonces definieron: “O nos ponemos los pantalones largos y desarrollamos nuestro propio medio, o vamos a andar siempre de la mano de algún loco. Ahí acuñamos la frase de que la radio no es el lugar, ni el transmisor, ni la torre, sino todos los que la hacemos”.

En Rosario se estaba vendiendo un transmisor quemado. “Como éramos técnicos electrónicos, no nos daba tanto miedo; hicimos una fiesta para juntar fondos, lo trajimos y lo pusimos a andar”, cuenta Hernán. A fines de 2002 anunciaron que se iban “y con nosotros se vinieron casi todos los programas y la radio completa”. Buscaron otra frecuencia, alquilaron una casa en el barrio de Mataderos e intentaron armar un espacio cultural complementario a la radio, que pronto fue clausurado por el municipio porteño. Pero siguieron adelante. En ese camino empezaron a repensar su práctica, a conectarse con experiencias de comunicación comunitaria. “Vimos que en los hechos estábamos pensando y funcionando como una cooperativa, así que decidimos formalizarlo”, recuerda Hernán. Y nació la cooperativa de trabajo La Cuña, que hoy preside.

“El camino nuestro fue al revés que el de la mayoría −grafica−. Mientras muchas organizaciones se lanzaban a construir radios como una herramienta para potenciar su trabajo en comedores o centros culturales, nuestro proyecto siempre fue la radio, y recién desde ahí empezamos a conocer y articular con organizaciones, buscando que vieran en Frecuencia Zero un espacio donde desarrollar sus estrategias y herramientas de comunicación con un sólido respaldo técnico y artístico, que es nuestro fuerte”.

Hace tres años volvieron a mudarse. Esta vez alquilaron un edificio imponente donde funcionó un pequeño multimedio en los ‘80 con dos estudios, varias salas de producción y administración, y una torre de 90 metros. “Enseguida nos generó un gasto cuatro veces mayor, pero tomamos la decisión política de sostener el salto”, cuenta Hernán. Después de un 2008 durísimo, se plantaron junto a otros medios de la Ciudad a pelear por el cumplimiento efectivo de una ley porteña que obliga a distribuir parte de la pauta oficial en “medios vecinales” pero en la práctica “era una mentira”. “Este año empezamos a ver los frutos de esa pelea y eso ya nos permitió, aunque muy modestamente, empezar a vivir de la radio”, se enorgullece hoy su director.

Frecuencia Zero, que integra la mesa nacional del Foro Argentino de Radios Comunitarias (Farco) y estuvo en la primera línea de la batalla por la nueva ley de medios, también supo poner algunas de sus principales fortalezas al servicio de la construcción en red. Por ejemplo, coordinó encuentros nacionales de técnicos y ayuda a socializar las posibilidades infinitas que las nuevas tecnologías abren para la comunicación comunitaria.

 

Sintonía diversa y pampeana

Nombre: FM Libre. 93.7

Localidad: General Pico, La Pampa

Inauguración: 2006

En internet: www.radiolibre937.com.ar

 

Su micrófono es el más inclusivo y diverso de General Pico: chicos con capacidades especiales, militantes de género, miembros de la asamblea por los derechos de los niños, militantes por los derechos humanos o diversas causas sociales. Por ello entre sus conductores tiene el orgullo de contar con Germán y Roberto, la tercera pareja gay que se casó en nuestro país: “Les damos a las minorías el espacio que no tienen en otros lugares”, dice Claudia Giaccobe, militante de género, fundadora de la radio. “Los dos son compañeros nuestros. Los casó un juez suplente. La jefa del Registro Civil se excusó porque su religión no se lo permitía”, aclara Fabián Soto, el verborrágico colega de Claudia: Marta, ¡te perdiste una hermosa fiesta!, le digo al aire a la jueza cada vez que puedo”, repite, y se ríe. En la cartelera de la emisora puede verse la reciente invitación colectiva, firmada por la flamante pareja.

Libre FM está en la esquina de “la 35 y la 10”. Así, anteponiendo el artículo y expresando primero el número mayor y después el menor, se dan las direcciones en Pico. “Es la única radio en una esquina, por eso el programa central que va en la segunda mañana, de 8.30 a 12, se llama Esquina de Radio”, cuenta Fabián. También es la única radio cooperativa de La Pampa.

La idea de armar una cooperativa surgió cuando el dueño de la antigua radio La Isla, donde trabajaba Claudia, se dio cuenta de que ganaba la misma plata de la publicidad retransmitiendo radio Mitre, de Capital Federal, y no empleando gente. “Ahí nos quedamos sin trabajo y algunos armamos la cooperativa. Hoy la única que queda de ese grupo soy yo”, recuerda como quien se remonta a otra era geológica.

El traspaso de esa isla radial a “la esquina” fue complicado: “Un señor con mucho dinero compró los equipos y teníamos que pagarlos mes a mes, pero no pudimos. El 24 de mayo de 2006 comenzamos a salir al aire pero al año siguiente se llevaron esos equipos -narra Claudia-. En noviembre de 2009 compramos los nuevos, con plata de un subsidio del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social)”.

Hoy son casi cuarenta integrantes. Cada uno cuenta con asociados responsables que se encargan de colaborar en conseguir publicidad para la emisora. “De la publicidad que trae cada uno, el 60% queda para la radio. Si hay excedente, se reparte entre los asociados que venimos a la mañana”, detalla Claudia.

El día a día de Libre es un crisol de voces y temas: “Defensa de derechos humanos, de las mujeres, de los discapacitados, inclusive ganamos un proyecto de Cultura de Nación para difusión de estos derechos -enumera Claudia-. Y todo lo que es cultural. Todos militamos en otras organizaciones y encontramos en la radio un lugar que aglutina”.

Durante la producción de esta nota, “General Milonga” (un programa bautizados por cómo se conocía a General Pico “por la joda en sus noches”) tenía a dos de sus miembros de viaje por Bolivia, pues integran la Asamblea por los Derechos de los Niños y Adolescentes de La Pampa. “Fueron para dar una charla en un foro internacional para denunciar dos muertes causadas por la Policía pampeana. Una es la de un chico de 17 años que murió a causa de un incendio provocado en la celda en la que lo tenían desnudo, en una comisaría de General Pico”, cuenta Ricardo De Udaeta, co-conductor del programa, que se quedó en la ciudad. “Era un pibe bárbaro, yo lo conocía porque trabajaba en una parroquia adonde él iba. Nos divertíamos y jugábamos al fútbol”, recuerda Fabián (ver La Pulseada 85).

“Esta radio es diferente -concluye Claudia-: la idea es ir creciendo en la incidencia de una comunidad que tiene valores conservadores. Por eso les damos el espacio a las minorías, aunque no sean ‘vendibles’. Un medio cooperativo encara de manera diferente la información”.

 

Firme y paso a paso

Nombre: Radio Tortuga, 102.7

Localidad: Alta Gracia, Córdoba

Inauguración: 2008

En internet: www.radiotortuga.com

 

Yo soy uno de los grandes”, dice Sebastián Gualda, de 30 años. Se refiere a la cooperativa que preside, “Fábrica de ideas”, integrada mayoritariamente por estudiantes y periodistas veinteañeros que hacen sus primeras armas en la ciudad cordobesa de Alta Gracia con una radio comunitaria, un portal y un mensuario en papel.

El primer impulso lo dieron Sebastián y otros dos periodistas recién salidos de la carrera de Comunicación que venían trabajando en medios privados de la zona y empezaron a hacer “una revistita” para decir las cosas que en sus lugares de trabajo no podían. “Se acercaba gente a hacer colaboraciones, a querer participar, y la publicación, que era muy chica, no tenía capacidad para contener esa participación. La radio en ese sentido tiene otro potencial: se puede hacer entre mucha más gente –evaluaron entonces- y es el ámbito ideal para trabajar la comunicación comunitaria”.

Así nació Radio Tortuga, el 16 de octubre de 2008, que también dio sus primeros pasos “como una pequeña radio privada, familiar, pero a los seis meses empezó el proceso de transformarse en una cooperativa de trabajo, porque vimos que en la práctica era lo que estábamos haciendo”.

Tenemos un perfil periodístico y rockero -define Sebastián-, abriendo el juego a las organizaciones sociales de la región”. Por ejemplo, están entre los promotores del Primer encuentro de organizaciones sociales del Valle de Paravachasca, que agrupa a cerca de 20 entidades “juntándonos para consolidar relaciones y darnos talleres. Nosotros damos talleres de comunicación, hay gente que labura ambiente y da talleres de soberanía alimentaria, y así se dan intercambios muy ricos”, ejemplifica.

Este trabajo fue determinante cuando el año pasado, en vísperas de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, por la que en Tortuga militaron intensamente, un monopolio local comenzó a hostigarlos y presentar denuncias que los mantuvieron 40 días fuera del aire. “Como en todos lados, acá hay gente que siempre fue dueña de la información y a la que le molesta que aparezcan otras voces. Tuvimos que cerrar, cambiar el dial, hacer toda una movida con protestas y radios abiertas, pero al final salimos fortalecidos. Las organizaciones sociales nos dieron un apoyo fundamental para que pudiéramos volver, y nos dimos cuenta de que el poco tiempo que habíamos estado al aire nos había consolidado y legitimado entre la gente”, analiza Sebastián.

El horizonte también se amplió de manera exponencial cuando, al participar en la Coalición por una Radiodifusión Democrática de Córdoba, se contactaron con el vicepresidente de Farco y director de Radio Sur, de Córdoba, Mario Farías (ver La Pulseada 83), e ingresaron a la red nacional. “Fue una de las mejores cosas que nos pasaron desde que somos radio -asegura Sebastián-, porque es encontrar de repente una multiplicidad de experiencias, darte cuenta de que tus problemas son similares a muchos otros, intercambiar y crecer con otros”.

Concebimos a la comunicación como una herramienta de transformación social -redondea-. Decimos abiertamente que esta radio quiere que haya más justicia social, que cree que hay que darles voces a todos y cree que mientras más medios haya, habrá más posibilidades de que todas las voces puedan escucharse. Para ese lado vamos”. Hace poco se mudaron al barrio Pellegrini, justo a la vuelta de la casa donde vivió el más ilustre vecino de Alta Gracia: Ernesto “Che” Guevara.

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