Chávez vive en Beverly Hills

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136-Venezuela-BeverlyUna nueva geometría social crece en Venezuela: el ex Beverly Hills es la historia de cómo los hijos del chavismo tomaron un edificio pensado para los más ricos y lo convirtieron en una Comuna socialista.

Por Matías Ortega y Rocío Gariglio, desde Venezuela.

Fotos Dayliana Velandia, M.O. y R.G.

A través de los ventanales del edificio Beverly Hills, los cerros de Barquisimeto se colorean de un tono azulado y las nubes parecen la espuma de esos cielos. De fondo, suena el sutil cuatro del cantor popular Alí Primera en el living de sofás floreados. Su voz entona “tus manos siguen viviendo dicen: pueblo, pueblo, pueblo. Tus manos siguen viviendo dicen: fuego, fuego, fuego”. Unos chamos –pibes, en el lunfardo venezolano- rapean versos improvisados mientras untan arepas con margarina de soja. En la entrada del departamento, permanece borroso un grafitti blanco tiza sobre el cemento: «Ocupar es resistir. Guerrera Ana Soto no se rinde».

Estafa cinco estrellas

Según los medios, en Venezuela la inflación está por las nubes, escasean productos “básicos”, hay un cierre parcial de la frontera con Colombia, y la situación política y económica es delicada. Pero lo que no nos llega son las otras historias: las que tienen que ver con una generación criada por el chavismo. ¿Alguien se imagina a pibes pobres tomando un edificio de lujo en Puerto Madero, habitándolo de forma comunitaria sin que los jueces y las fuerzas de seguridad los desalojen? A pesar de la diferencia geográfica, eso sucede en Venezuela. Y es el caso de Beverly Hills: un edificio cinco estrellas en la zona más costosa de Barquisimeto, al oeste de Caracas, que fue tomado por familias y jóvenes que no tenían vivienda propia. El proyecto urbanístico destinado a ser la sensación entre los ricos fue convertido entonces en la “Comuna Socialista Ana Soto”, bautizada así en reivindicación de la guerrera indígena de la región de Lara.

Antes de la toma, el megaproyecto contemplaba la construcción de dos edificios: Los Ángeles y California. La élite de Barquisimeto vive en la zona Este, por eso ubicaron la construcción en el Este del Este. Diseñaron semipisos de cinco habitaciones, con espacios y ventanales muy amplios para que los beisbolistas y celebridades pudieran emular el american way of life. Pero fue una mentira, la estafa dejó como saldo la construcción de un edificio casi terminado que nadie iba a habitar.

El inicio de la historia de Ana Soto fue como el de muchas tomas en Latinoamérica. En enero de 2011 un vecino de La Carrucha –como es conocido el barrio popular La Carucieña- se enteró del edificio vacío, hizo correr la voz y un puñado de familias se trasladaron y comenzaron a habitarlo en condiciones precarias, siempre resistiendo con organización los embates policiales. Ana Soto era la respuesta colectiva a la crisis habitacional, dentro del contexto nacional en que el presidente Hugo Chávez había dejado en claro que cualquier edificio desocupado podía ser tomado.

“Yo me enamoré de Ana Soto, de su paisaje, de sus chamos, de su gente, de la construcción que se estaba dando aquí. Me enamoré y empecé a venir, hice las guardias sin pertenecer a la Comuna, a compartir con la gente de los departamentos, de los ranchos, gente muy bien dada, pobres en busca de organización, en busca de una cultura original, compartida, de redescubrirnos”, recuerda Dayi del día que conoció la comuna. Su nombre es Dayliana Velandia, tiene 20 años, rastas, una remera roja con estampa feminista y un tatuaje de los ojos de Chávez en el brazo derecho. Desde LaraTV, la televisora comunal en la que milita, llegaron a Ana Soto a cubrir la resistencia al primer intento de desalojo.

“Al principio fue mucha adrenalina. A mi me gustaba mucho el punk y las canciones punkies hablan de tomas, de ocupar y resistir, pero nunca lo habíamos vivido como tal. Cuando estamos dentro de la toma es todo adrenalina, tocan la sirena y todo el mundo sale a ver qué vaina sucede, este pedacito de tierra es nuestro, es una vivencia completamente arrechísima”, lo define Dayi. Una buena traducción para arrechísimo sería “copado”. Y agrega: “Siempre pensamos que la vivienda debía dejar de ser un tema de lujo. La vivienda no puede ser un lujo, la vivienda es una necesidad”.

No a los agroquímicos

Desde el día cero a la actualidad pasaron cinco años y la Comuna desarrolló un gran nivel organizativo. Tanto es así que logró que el gobierno instalara allí una Base de Misiones para atender a la población. Se trata de un punto neurálgico donde confluyen un Mercal, mercado popular que ofrece alimentos a precios regulados y las marcas propias del gobierno que son subsidiadas, un Centro de Diagnóstico Integral (CDI), donde atienden los médicos cubanos de la Misión Barrio Adentro, un Simoncito, como se conocen a las guarderías y un salón de usos múltiples para las reuniones.

También consiguieron instalar un transformador para conectarse legalmente al servicio eléctrico, lo que les permitió mejorar de a poco las precarias conexiones de luz. Y, en el exterior del edificio, se marcaron áreas verdes para convertirlas en huertos. “Tenemos un espacio productivo, cada quien con su familia puede agarrar un pedazo y empezar a producir sus conucos. Mira allí sembraron caraotas, ahí sembraron maíz… Es todo natural, sin agroquímicos”, señala Marcos. Todos lo conocen como Purro, apodo con el que firma las canciones de hip hop que hablan de La Carucieña. Tiene 20 años, expansores en ambas orejas, piercing en la boca y usa una gorra azul de visera redondeada.

“La revolución es de quienes viven en los barrios. No se basa en gobiernos, sino en el ideal de los personas. Sembrar nuestros propios alimentos para no que no crezcan las empresas de transgénicos, eso también es revolución”, dice Purro y clava la vista en las plantas que hay delante del edificio, los árboles de papaya y plátano rebalsan de fruta.

De lo que iban a ser ascensores sólo quedan los agujeros tapiados. Uno de ellos le costó la vida a un niño de seis años en una fallida ocupación anterior. Por eso, en los departamentos de arriba –del tercero al sexto- viven los jóvenes, quienes comparten ambientes y cocina entre harina de maíz y arroz marca Casa. “Ni guarimbas, ni paracos”, dice el frente del paquete de arroz Casa, la marca del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación que se distribuye a través del Mercal. Por guarimbas se conoce a las manifestaciones antichavistas y paracos refiere a la intromisión de paramilitares colombianos en Venezuela.

Las escaleras son el lugar predilecto para las asambleas, especie de reuniones de consorcio con filosofía comunitaria. Allí se establece, por ejemplo, el cronograma de guardias de la entrada: cada habitante debe realizar una guardia de tres horas cada quince días para garantizar que las redadas policiales no los tomen por sorpresa.

Comuna o nada

La existencia del Beverly Hills socialista se enmarca en la búsqueda de una nueva geometría social en Venezuela, donde resiste la consigna «Comuna o nada”. Así lo explica Katrina Korazek, treintipico, tez blanquísima, rubia y de ojos claros, productora audiovisual que llegó de EE.UU. a filmar un documental sobre Chávez y se quedó militando el socialismo en La Carrucha: “Las comunas (Ver La Pulseada 134) son organizaciones de base que permiten tener democracia directa y autogestión por parte de las comunidades. Es un llamado a las comunidades a organizarse, a tomar las decisiones sobre los aspectos que tienen que ver con la vida social y el desarrollo”.

En 2005 Katrina realizó “El Viejo y Jesús: profetas de rebelión”, película de culto entre los chavistas, que se puede ver en YouTube.

Según los números del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales, hay más de mil comunas registradas en todo el país. Incluso hay algunas experiencias de ciudades comunales en Barinas y en Mérida. “Vamos hacia la construcción de un Estado comunal, más adelante no va a haber más alcaldías y esperemos que después no haya más gobernaciones y también se expanda a nivel nacional”, explica Katrina.

Vicios capitalistas

El Purro tenía 17 cuando se fue a vivir a Beverly Hills. ¿Qué aprendió en estos años? “Para mí Ana Soto significa un cambio de sociedad. Aquí la seguridad somos nosotros, aquí no entra la policía, ni los malandros”, responde. Hoy en Ana Soto viven 200 familias, la toma se extendió más allá del edificio. Construyeron casillas de chapa en el terreno lindero, planificaron las cuadras, los sectores verdes comunes y el espacio para que cada familia tenga su propia casa.

Curiosamente Dayi tiene el mismo tiempo al frente de la construcción de la Comuna. Y es consciente de que, pese a los avances, los desafíos están a la orden del día. “El tema es que nos falta formación y ese es un tema muy importante. Es una crítica que le lanzamos burda a Chávez cuando estaba vivo: nos dieron muchas cosas pero no hubo formación integral para los barrios. Necesitamos aprender a convivir, estamos llenos de vicios capitalistas, envidia y vainas que nos han llevado a odiarnos, a no saber convivir con el otro, peos que nos han ido alejando”, dice.

Vicios capitalistas, dice. Y desde el ventanal de Beverly Hills el atardecer parece naranja absoluto. A Barquisimeto le dicen “la ciudad crepuscular” por estas escenas. Cuando Chávez estuvo por aquí en 2010 dijo: “Aquí se puede tocar el socialismo”. Y hoy los chamos lo moldean, entre hip hop y canciones de Alí Primera.

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